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Así es el vino más especial de Canarias: las botellas se entierran durante meses y solo se consigue en una isla

Esta variedad ha despertado la curiosidad de críticos internacionales de gran prestigio

En la isla de La Gomera, en el corazón del Parque Nacional de Garajonay, se lleva a cabo una tradición vinícola única. En los altos de Chipude, Gloria Negrín y su equipo han recuperado una práctica casi olvidada: enterrar botellas de vino en la propia viña.

Esta técnica, que combina innovación y tradición, ha llamado la atención de críticos internacionales y ha puesto a los vinos de Altos de Chipude en el mapa global.

La protagonista de esta historia es la uva forastera gomera, una variedad endémica de la Isla con 500 años de antigüedad que constituye el 85 % de este vino: el Rajadero enterrado.

La uva, junto con un 15% de Listán Blanco, da lugar a un vino blanco que destaca por su frescura y carácter distintivo. Las cepas, cultivadas en laderas empinadas y sobre suelos volcánicos, son un testimonio de la viticultura de la región.

Por qué se entierra el vino

La idea de enterrar las botellas de vino surgió de una anécdota familiar. La abuela de Gloria Negrín, Adoración, solía enterrar botellas de vino en la viña para mantenerlas frescas mientras trabajaba. En una ocasión, olvidó una botella bajo tierra durante meses y, al recuperarla, descubrió que había evolucionado de manera interesante.

Inspirada por esta historia, Gloria decidió replicar la técnica con 100 botellas de Rajadero hace unos años y parece que ha cosechado su éxito.

Durante seis meses, las botellas seleccionadas de Rajadero reposan bajo tierra, donde las condiciones subterráneas afectan su evolución. Este proceso aporta al vino notas de frutas pasadas como orejones y manzana al horno, además de un marcado carácter mineral.

El Rajadero Enterrado ha despertado el interés de críticos renombrados, como la inglesa Jancis Robinson, gracias a su singularidad. Además, se puede disfrutar de él en numerosos restaurantes de la Isla, como en El Palmar, donde cada botella se vende aproximadamente por 100 euros, y su popularidad es tal que la demanda supera la oferta.

Un legado familiar

La bodega Altos de Chipude tiene profundas raíces familiares. Las viñas, plantadas hace más de 60 años por el abuelo paterno de Gloria, Aurelio, han sido cuidadas con esmero a lo largo de las generaciones.

Tras la emigración de su padre Antonio a Venezuela en 1955, quien regresó con la intención de continuar la tradición vinícola, Gloria tomó el relevo en 2014. Aunque enfrentó desafíos y escepticismo iniciales, especialmente en un sector dominado por hombres, su perseverancia ha llevado a Altos de Chipude a nuevos horizontes.

El Rajadero Enterrado es un vino gastronómico por excelencia, versátil en maridajes y con un perfil que complementa desde foie gras hasta platos ahumados. Cada botella es única, con notas que pueden incluir hinojo, fruta asada y membrillo, evolucionando con el tiempo para ofrecer una experiencia de cata irrepetible.

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