Félix A. Lam nació hace 84 años en un pueblo cercano a La Habana. Madre cubana, padre chino. Su meta era convertirse en bodeguero en una de las tiendas de su padre y conquistar, desde el mostrador, a las bellas mujeres que frecuentaban los negocios de su progenitor. Sus sueños se truncarían: con siete años lo enviaron a China para conocer a su abuela y estudiar el idioma. Lo estudió tan bien que se olvidó del español. Cuando regresó a Cuba sólo sabía hablar chino cantonés “porque los que hablan mandarín, el 70% de la población, casi todos eran partidarios de Mao, eran comunistas”, me dice. Huyó a Hong-Kong porque lo querían matar los comunistas. Habla y escribe cantonés, con mucha fluidez. Los chinos de Chinatown se asombran cuando lo escuchan. Pero Chinatown está en retroceso, han cerrado muchos negocios, el barrio chino de Nueva York ya no es lo que era. Cuando llegó Fidel Castro al poder y Lam vio el sesgo que tomaban los acontecimientos, otra vez el comunismo, viajó a México, a trabajar como cocinero. Más tarde probó fortuna en Costa Rica y, por fin, a Nueva York, donde conoció a la que hoy es su esposa, Mabel, hija de cubanos, que tenía la nacionalidad estadounidense. Se casaron, Félix se convirtió en ciudadano americano y tuvieron dos hijos, Félix y Kevin. Félix hijo fue durante cuatro años deputy commisioner de la Policía de Nueva York, posteriormente vicepresidente de la New York University y ahora es jefe de Finanzas de los Boy Scouts neoyorquinos. Kevin, el menor, es un próspero ejecutivo de la multinacional Microsoft, en Seatle. Félix A. Lam y Mabel tienen siete nietos. Pero la fama de Félix le viene de su labor como fotoperiodista, y como amigo y confidente de Celia Cruz, la diva de la salsa, la huarachera de Cuba, con la que viajó por todo el mundo. Lam ha fotografiado a presidentes, científicos, artistas, a la crema de la crema de los famosos del universo durante cinco décadas. Su archivo es tan grande que ya no le cabe en la casa y está tan desordenado que harían falta años parta meterlo a camino. Ha venido a Tenerife docenas de veces. Le apasiona España.
-El comunismo te perseguía.
“Era como una maldición. Logré huir de China porque nos querían matar a mi hermano y a mí, huimos a Hong-Kong y ahí empecé una vida distinta. Me hice un buen cocinero”.
-Parece cosa de otro mundo. De cocinero a reportero gráfico.
“Lo de la fotografía fue accidental. Poco a poco me fui metiendo en este mundo y trabajé para las mejores revistas de habla hispana de Nueva York, como Temas, de la gran Lolita de la Vega, y Canales. Y para muchos otros medios”.
–¿Cómo conociste a Celia Cruz?
“Pues trabajando. Todo en mi vida ha sido accidental. Simpatizamos enseguida, lo mismo me ocurrió con Ralph Mercado, que fue muchos años manager de Celia, y mi gran amigo. Las dos pérdidas me golpearon muy fuerte. Con ambos viajé por todo el mundo, tras los pasos de la mujer que puso de moda la salsa en el mundo”.
–Tan unida a Tenerife.
“Celia amaba a Santa Cruz y a la isla. Aquí logró el record Guinness de asistencia a un concierto. Aquel día fue inolvidable y ella consideraba a Canarias, concretamente a Tenerife, como su tercera patria: Cuba, los Estados Unidos y Tenerife”.
–¿Cómo era Celia?
“La persona más sencilla y más buena que te puedes imaginar. Y tenía una voz extraordinaria y un corazón enorme, que entendía a todo el mundo y quería a todo el mundo”.
–¿La salsa murió con ella?
“No creo que haya muerto la salsa, pero ocurre que hay modas en la música. Y ahora la moda es otro tipo de producto musical. Pero la salsa volverá. Se dice que los últimos dos grandes fueron Celia y Johnny Pacheco, que están sepultados, muy cerca, una del otro, en el cementerio neoyorquino de Woodlawn, en el Bronx. Casualidades de la vida y de la muerte”.
–Tú eres el guardián de esa sepultura, la de Celia. Hasta ese punto la has seguido.
“Yo la quería mucho y tengo el honor, por encargo de su último manager, persona de confianza y heredero, mi amigo Omer Pardillo, de cuidar el mausoleo donde están enterrados Celia y su esposo, el que fue trompetista de la Sonora Matancera, Pedro Knight”.
-Eran inseparables.
“Se quisieron durante muchísimos años. No tuvieron hijos”.
–A los 84 años sigues siendo fotógrafo de prensa acreditado ante el Departamento de Policía de Nueva York.
“Sí, debo ser de los más veteranos y además presido la Asociación de la Prensa Cubana en el exilio de Nueva York y New Jersey. Ya quedamos poquitos. Pero sigo en activo y trabajo ahora para Ecuador News, un periódico de habla hispana, de gran aceptación entre los residentes ecuatorianos en Nueva York. También hago fotos para grandes periódicos y revistas en inglés cuando me las piden”.
–¿Has venido de vacaciones?
“Sólo unos días, porque quise entregar a algunas autoridades tinerfeñas la moneda de 25 centavos que el Departamento del Tesoro ha lanzado con el reverso dedicado a Celia Cruz. Ha sido un hito en la historia de la moneda norteamericana esta edición. He estado, en estos días pasados, en la Casa de la Moneda, en Filadelfia (Pensilvania), para recoger ejemplares nuevecitos, porque las que salen a la calle la gente no las hace circular, se las queda. Y el Tesoro ha tenido que lanzar reediciones, la última en una cuantía de dos millones de dólares. Salen a la calle y a los dos o tres días ya no hay ninguna en circulación. Las guardan como recuerdo de Celia”.
–¿Qué significa Celia Cruz para los cubanos?
“No sólo para los cubanos, sino para todos los hispanos, era una diosa, una mujer irrepetible con una voz y unas cualidades humanas extraordinarias; una persona cercana y afable, a la que era facilísimo llegar. Yo tuve mucha confianza con ella y con su marido, estuve muchas veces en su casa, viajé con ella por todo el mundo y le tomé miles de fotos. No se dejaba fotografiar, al menos con comodidad, sino por mí”.
–Tienes 84 años. ¿No te cansas de trabajar?
“No, aunque oficialmente estoy jubilado. Ahora lo hago como hobby, pero siempre tengo mi cámara lista. Es que he tenido oportunidad de estar con tanta gente interesante que no quiero retirarme del todo”.
–Háblame de tus personajes retratados. O al menos los que más recuerdas.
“Mira, yo fui muy amigo de Pedrito Rico, un gran artista español que triunfó en América. Hace poco fui a Alicante, a visitar su tumba. Pero por mi cámara y por mis reportajes han pasado Marlon Brando, Rita Moreno, Cantinflas, Katy Jurado, Olga Tañón, Rocío Dúrcal, Rocío Jurado, Marc Anthony, Celia Cruz, Julio Iglesias y cientos personajes más que sería imposible que quepan en la entrevista. Y ese archivo lo tengo totalmente desordenado. La última anécdota es que el anterior cardenal-arzobispo de Nueva York, monseñor Edward Egan, a quien fotografié en una fiesta en la calle, con unos niños que lo saludaban y querían refugiarse bajo su capa roja. Le gustó tanto la foto que me la pidió para una postal de Navidad. Y se la mandé, claro”.
-¿Es cierto que fotografiaste a José Feliciano, que es ciego, conduciendo un Mercedes?
“Es verdad y tú estabas conmigo en City Island, cuando tomé esa fotografía, el día de la inauguración del restaurante de Tito Puente, ya no me acuerdo en qué año. Tito Puente, el gran percusionista, también falleció. Se han ido casi todos”.
(No me pregunten si Feliciano es ciego o no, si ve algo o no ve nada, pero sí es cierto que conducía. Esa famosa foto de Félix Lam figura en la segunda edición de mi libro “Memorias Ligeras”. Y, efectivamente, ambos asistíamos a la inauguración del restaurante de Tito Puente cuando Lam sorprendió a José Feliciano conduciendo un Mercedes. ¡Y es ciego! Eso sí, iba acompañado de alguien en el asiento de al lado).
–¿Ha cambiado tanto Nueva York, como dicen, después de los atentados?
“Bueno, mentalmente ha cambiado. Aquello fue terrible. Mi hijo, que era el ayudante del comisionado de Policía, o sea el número dos en la escala de mando de la Policía Metropolitana, no contestaba a mis llamadas ni a las de mi esposa y sabíamos que estaba allí, cerca de las torres. Fueron momentos de mucha tensión viendo aquellas escenas terribles por televisión, al margen de nuestra preocupación personal. Sí, yo creo que la ciudad ha cambiado tras aquellos sucesos y cada año nosotros vamos a homenajear a las víctimas de aquella masacre”.
–¿Votarás a Kamala Harris o a Trump?
“No, no, yo soy republicano. Votaré a Trump”.
-Un poco alocado, no.
“Nosotros contribuimos modestamente a su campaña. No, alocado no. Es verdad que su rival demócrata, Kamala Harris, triunfó en el debate del otro día, pero eso no significa que Trump no gane finalmente. Un presidente no tiene el control absoluto. Existen una serie de filtros regulados en las leyes, y aunque sí tiene mucho poder no actúa a capricho ni puede hacer todo lo que quiere. Trump, que yo creo que va a ganar, lo hará bien esta vez”.
–Estados Unidos sufre ahora el gran problema de la emigración.
“Gravísimo y parece incontenible. Ese plan para mantener ocupada a la población de los países más pobres de Centro y Sudamérica es bueno, en vez de importar tanto de China. La fabricación de microchips, por ejemplo, podría llevarse a cabo en esos países. Ello crearía empleo y detendría la emigración. Está claro de que va a ser muy difícil emplear la fuerza para contenerla. Es mejor adoptar soluciones inteligentes que también nos libren de la tiranía comercial de China y de Taiwán. Y esta no es una cuestión de demócratas o de republicanos, sino de todos”.
–¿Qué fotografía te gustaría hacer que todavía no hayas conseguido?
“Pues ninguna en especial. Yo no recuerdo que se me resistiera nadie hasta el momento. Cuando he querido hacer un foto, la he hecho”.
–¿Por qué tu cariño hacia Tenerife?
“Yo vine la primera vez en el año 1990 a la isla. Y mi mujer, al año siguiente. A partir de entonces hemos viajado cada año, excepto los afectados por la pandemia. Esta isla me ha cautivado, pero no sólo esta isla, sino todas las del Archipiélago. Hace unos años trajimos a nuestro nieto mayor, Félix III, para que conociera Madrid y esta tierra tan española y tan querida”.
–Y tienes muchos amigos aquí.
“Grandes amigos, inolvidables amigos. El otro día estuve desayunando con Miguel Zerolo, que fue un gran alcalde, siempre me trató muy bien y quería entregarle la medalla de Celia. También estuvimos con Javier y Carlos Zerolo y con Paco Padrón, director que fue de Radio Club, de Canal 7 del Atlántico y organizador de aquel famoso festival, Amanecer Latino, que supuso un gran lanzamiento para la música latina en toda España”.
-Supongo que tendrás un buen archivo fotográfico de Tenerife.
“Sobre todo del Carnaval. Poseo, “perfectamente desordenadas”, miles y miles de fotografías del Carnaval de Santa Cruz. Los últimos años hemos preferido la tranquilidad del Puerto de la Cruz, cuyos alcaldes Marco González y Leopoldo Afonso, han tenido la amabilidad de recibirnos y de distinguirnos a mi esposa y a mí con su hospitalidad, algo que agradezco mucho. A Leopoldo le entregué el otro día la moneda de Celia Cruz, en un envoltorio especial que ha hecho el Tesoro”.
-¿Te planteas planes de futuro?
“Uno siempre tiene algo que le queda por hacer. Mi mujer y yo realizamos frecuentemente cruceros por el Caribe, buscamos lugares nue vos que visitar, pero donde más nos gusta estar es aquí, entre amigos. Y aquí, mientras haya salud, seguiremos viniendo”.