tacoronte

La alegría no conoce de edad

Los usuarios y usuarias de la residencia Familia Quesada Sánchez celebran con música, juegos y diferentes actividades el Día Internacional de los Mayores

Con la música de Pepe Benavente fondo y pasadas las 11.00 horas, hombres y mujeres se iban acercando poco a poco al patio. Algunos lo hacían acompañados del personal y otros caminando, ya sea por sus propios medios o ayudados por bastones, andadores o algún compañero.

La mayoría de ellos llevaban puesto gorras o sombreros porque aunque el día estaba fresco y el lugar está perfectamente acondicionado para no pasar excesivo calor ni tampoco frío, el sol se resistía a irse.

En la Casa de Acogida Familia Quesada Sánchez, en Tacoronte, todo estaba preparado para celebrar de manera especial el Día Internacional de los Mayores. Se caracteriza por ser un centro muy activo y es conocido porque es “muy novelero” y el martes no fue una excepción. Disfrutaron de su día con actividades y juegos que realizan a diario pero en un entorno diferente, con música, decorado para la ocasión, y acompañados de familiares, voluntarios, y el personal. A ellos se unieron Lía e Isco, los dos perros de Ariana Smyk, la psicóloga, que realiza con ellos diferentes actividades porque relajan mucho a quienes tienen un deterioro cognitivo más alto y a ella le permite hacer valoraciones.

Usuarios y usuarias los peinan, contribuyen en su aseo, y los miman con chucherías. Fue en 2020 cuando inició un proyecto que tenía como objetivos concienciar a los mayores sobre la tenencia responsable y fomentar su autonomía a la hora de tener una mascota como compañía y desde entonces, ambos han pasado a formar parte de la familia de la residencia. Es más, “no conciben la navidad ni ninguna otra celebración importante sin que los dos canes estén presentes”, subrayó su directora, Ithaisa Hernández González.

“Me encantan las actividades con animales porque desde que era niña he tenido perritos”, contaba Victoria, una vecina de Santa Cruz que lleva seis meses viviendo allí. “Desde que entré me encanta, no solo por la atención sino por la gente. No veo casi nada pero me integro en lo que puedo. Llegué casi sin caminar y ahora lo hago con andador”, apuntó con énfasis.
Con ella coincidió Paulina, que se empeñó en mostrar su habitación, decorada por ella misma, en la que resaltan fotos de sus cuatro hijos, tres varones y una hembra y seis nietos, además de una colección de sus dibujos y diversos tipos de manualidades. “Aquí me encuentro a gusto”, insistió.

La mayor parte de las personas residentes son dependientes, tanto a nivel físico como cognitivo, pero hay otras que han decidido vivir en el centro para no estar solos en su casa. Allí tienen todos los servicios cubiertos y además, compañía. Salen, vuelven, son libres, como el caso de Cristóbal Guanche, que construye con los palés que llegan al centro objetos de todo tipo, sillas, bancos, estanterías, carretillas que después regala y que sus compañeros utilizan para poner macetas con flores, y adornos de navidad. Todo surgió durante el confinamiento. Al no poder salir todos los días por las restricciones tuvo que optar por buscar alternativas.

Encontró entretenimiento en un terreno anexo al edificio. Allí armó su huerto en el que cultiva verduras, hortalizas, especies, tiene árboles frutales, y luego surgió la idea montar a la entrada una pequeña carpintería con las herramientas que le fueron comprando en el centro. “Ahora planté bubangueras, pepinos, y pimientos y tengo sembrado acelgas, perejil, pimienta palmera, pimientos italianos y dulces”, detalla. El mayor tesoro es un aguacatero repleto de frutos, herencia de Jacinto, un antiguo residente, y al que le tuvo que quitar la punta de arriba porque “hasta allí no me puedo subir a coger aguacates”. Pero también cuida flores que luego regala al personal, y plátanos que saca de la platanera que regaló Diario de Avisos durante la pandemia y que ya ha dado tres hijos.

Las actividades se dividieron en diferentes estaciones para que nadie se quedara sin participar. Ariana trabajó la memoria con aros de colores, ayudada por sus dos canes. Los perros escondían uno y después les preguntaba a los mayores, sentados en una ronda, qué color faltaba.

La segunda requirió más tiempo y organización porque debían formar dos filas, coger un aro entre dos personas, y mantenerlo para que pudieran pasar Isco y Lía cuando los llamaban. Si los perros conseguían hacer el recorrido completo sin tumbarlos, les daban su merecida recompensa.

Por último, formaron nuevamente la ronda y los llamaban pero esta vez para acariciarlos y darles una chuche. Isco, agradecido, respondía a cada mimo levantando una pata. Ninguno quería abandonar esa estación, deseando que la alegría de ese momento se prolongara.
Pili es una antigua monitora del centro que sigue colaborando y quiso formar parte de la celebración. Ella organizó el paracaídas, un juego que a los mayores les gusta mucho porque trabajan en equipo la coordinación, la sincronización, y activan la parte del tren superior. Consiste en una tela redonda de colores que se coge por los lados y dentro se tiraban pelotas que tenían que llevar con movimientos hasta el color que ella les indicaba.
Eran risas y gritos, “p’a llá”, no “p’ aquí”, “levanta”, “más fuerte”, “más despacio”, repetían a veces a carcajadas.

Enfrente de ellos estaba la estación que dirigía Samuel, el animador sociocultural, que creaba grandes pompas de jabón. Las primeras se rompían rápidamente pero a medida que practicaba, se mantenían en el aire y cogían diferentes formas para asombro de los usuarios, a excepción de un hombre y dos mujeres que pintaban con colores en la mesa de al lado.
Un grupo de usuarias sentadas en una mesa ubicada en uno de los extremos del patio mostraban felicidad a su manera. Entre ellas estaba Lorenza, que no soltaba a Nuka, la foca robot que tiene el centro que lo ha convertido en pionero en Canarias para trabajar con personas con un nivel cognitivo deteriorado. Nuka no es solo un robot de peluche, aclaró Ithaisa, sino que reacciona a los estímulos. Los y las residentes aprenden su nombre, cuando se le dice que tiene que dormir cierra los ojos, y al cogerla da calor porque es termoregulable. Todo eso hace que la quieran tener en brazos siempre e incluso les cueste dejarla para que otras personas también puedan experimentar, sin darse cuenta, sus beneficios. La acarician, la peinan, tiene un perfume especial y una pequeña chupa como si fuera un bebé foca.
Ocurre algo similar con una muñeca que se asemeja a un bebé. Sobre todo a las mujeres les cuesta soltarla. Una de ella la arropaba entre sus brazos, mirándola con ternura.
De una manera u otra, en todos las estaciones se respiraba alegría. Una alegría que no conoce de edad, que en algunos casos era compartida y en otros se disfrutaba en solitario.
La misma sensación la transmitía el personal, pendiente en todo momento de cada uno de los mayores. “Estamos encantados con ellos. Nuestro trabajo se ve compensado día a día y con actividades como las de hoy, más aún, porque les vemos las caras de felicidad y cómo disfrutan. Y sobre todo, porque esta etapa de la vida estamos para atenderlos y cuidarlos todo lo que ellos nos cuidaron a nosotros y que menos que hacerlo con alegría”, sostuvo Ithaisa.

Un centro abierto que promueve el envejecimiento activo

En el centro viven 85 personas. Está gestionado por la Fundación Gerón y es propiedad de la Fundación Canaria Familia Quesada Sanchéz. Además de las plazas privadas, hay otras que están becadas por el patronato y concertadas por el IASS. Su modelo de gestión es la de un centro abierto y participativo que estimulan un envejecimiento activo y la integración de los residentes en las sociedad. Para ello, se organizan cursos de formación, jornadas de puertas abiertas y talleres para familiares cuidadores. Además, en cada una de las plantas hay un ordenador para los usuarios y usuarias que utilizan las redes sociales o tienen nociones de ofimática. La plantilla está conformada por auxiliares de enfermería, enfermeros, psicóloga, médico, fisoterapeuta, trabajadora social, técnico de animación sociocultural, personal de mantenimiento, limpieza y lavandería, cocineros y pinches de cocina

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