El Berge Istra era un coloso del mar. Tenía un tonelaje de peso muerto de 227.550 toneladas y especializado en el transporte de petróleo y mineral de hierro. El buque se encontraba en ruta desde Tubarão (Brasil), hacia Kimitsu (Japón), cargado de hierro. El 30 de diciembre de 1975 su pista desapareció por completo, habiéndose registrado su último contacto en las proximidades de la isla de Mindanao, en Filipinas. La historia de dos náufragos canarios pasaría luego a formar parte de casi un milagro dentro de una tragedia.
32 personas iban a bordo del buque, que se hundió en tan solo cuatro minutos -el Titanic, para poder entender la velocidad a la que se hundió el Berge Istra, tardó casi tres horas-, falleciendo en el siniestro diez canarios. El 7 de enero de 1976, se declaró la desaparición del barco suspendiéndose la búsqueda el 16 de enero tras no encontrarse un solo resto del mismo. Solo dos días después, en alta mar, aparecerían dos supervivientes…
La historia de Imeldo y Epifanio, los dos naúfragos canarios del Berge Istra
Pese a que la naviera nunca dio explicaciones de lo sucedido, estos dos supervivientes reconocen haber escuchado “hasta tres explosiones” provocando que el barco se “escorara completamente” como Imeldo Barreto León explicó a DIARIO DE AVISOS: “Yo estaba en cubierta con tres personas más. De repente oí un ruido que me levantó como metro y medio en el aire. En ese momento vi volar seis pisos hacia arriba a un compañero que estaba soldando. No dio tiempo para nada. Tres explosiones y el barco se escoró completamente. Ya no hacíamos pie. Salimos por una escalera hacia arriba”.
Imeldo, natural de la Punta del Hidalgo, logró agarrarse a una balsa salvavidas. Fue en ella cuando vio a Epifanio Perdomo López, nacido en Taganana, y fue a por él. Epifanio tenía una herida en la cabeza por la que “salía mucha sangre” y flotaba en el mar, pero Imeldo logró subirlo a la embarcación. Nadie se explica cómo pudieron sobrevivir a aquellas explosiones, pero menos explicación tiene aún el haber logrado mantenerse vivos durante 20 días en medio del mar.
Epifanio pensó que estaba “destrozado por dentro” ya que creía que la sangre que le salía de la herida manaba, realmente, de su boca: “Me salvó la vida. Estaba prácticamente muerto y él me subió a la balsa y me hizo el boca a boca; yo pensé que estaba reventado por dentro porque creí que escupía sangre cuando en realidad era la que me salía de la brecha que tenía en la cabeza”.

Cuatro litros de agua, galletas y unos caramelos
La situación era inquietante. Los dos náufragos canarios se encontraban en medio del Pacífico, con un pequeño kit de emergencias -quizás es atrevido, incluso, llamarlo así-, compuesto por cuatro litros de agua, un paquete de galletas y algunos caramelos. Al tratarse de una ruta comercial, Imeldo y Epifanio pensaban que algún barco los encontraría, pero no sería así, iban a tener que agudizar el ingenio y su capacidad de resistencia se vería puesta a prueba.
Tuvieron algo de suerte, encontrar un anzuelo dentro de la balsa. Imeldo, buen pescador, se dispuso a buscar alimento en aquel mar inmenso que los rodeaba: “Lo primero que cogí fue un dorado que pesaría unos dos kilos, después pesqué algunos gallos que dejábamos secar para tener algo que comer; costaba comer aquella carne cruda porque el olor era fuerte; chupábamos los ojos, hígados, el corazón hasta que aquello iba bajando al estómago”.
El sol abrasador por el día y las bajas temperaturas nocturnas suponían un desafío y divisar un barco, el 13 de enero, que no llegó a detectarlos supuso una decepción que llevó a que ambos llegaran a pensar en lo peor. “Estábamos convencidos de que íbamos a terminar allí. Yo presentía que moriría de hambre y de sed, con todo el conocimiento”, reconocería Epifanio.

Entonces llegó el ‘milagro’…
Ambos protagonistas reconocerían luego que Imeldo pensó en quitarse la vida. En aquella situación desesperada, sin salida, los dos náufragos canarios habían llegado al límite de sus fuerzas, sin casi comida ni agua, pero aquella intención de Imeldo provocó la reacción de Epifanio: “Lo agarré por el pantalón y le dije: ¿qué vas a hacer Imeldo? No me dejes solo, que la Virgen de Las Nieves, la Virgen de Candelaria, el Cristo de La Laguna y el Cristo de Tacoronte nos salvarán, ya lo verás”.
Una hora y media después de aquello, según indicaron los dos supervivientes, llegó un ruido que fue música celestial para sus oídos: la bocina de un barco.Era el Hachi-O-Maru 6, un pesquero japonés que los había encontrado al noreste de Australia, a casi 500 millas del lugar del accidente. Imeldo y Epifanio serían llevados a una base militar estadounidense, ante los estupefactos soldados se aquel país que trataban de asimilar la historia. Luego, tras ser ingresados en un hospital de Okinawa, en Japón, regresarían a casa.
“No quedó nadie en la Punta ni en Taganana que no fuera a recibirnos a Los Rodeos. Al día siguiente hicieron una fiesta con banda de tambores y cornetas; aquello fue muy grande”, recordaría Imeldo. La increíble historia de estos dos náufragos canarios quedaría recogida en excepcional documental, Los náufragos del Berge Istra, dirigido por Víctor Calero y rodada en la costa de la Punta del Hidalgo, en la balsa que salvó la vida a Epifanio e Imeldo y que este siempre guardó.
En 2018 fue instalada una placa en la plazoleta de Punta del Hidalgo en la que se homenajea no solo a los dos náufragos, sino a los otros diez marineros canarios que perdieron la vida en la tragedia del Berge Istra.