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Nueve décadas de vivencias plasmadas en un libro

Jesús Rocío Ramos refleja en 150 relatos y 80 fotos a color cómo era y ha ido cambiando “el pueblo más bonito que hay en Canarias”, durante casi un siglo

Fueron tantas las ocasiones en las que Jesús Rocío Ramos escuchó a médicos y psicólogos aconsejar a las personas jubiladas que hicieran crucigramas, sopa de letras, pintaran o incluso, leyeran y escribieran para tener la mente viva, que decidió seguir sus consejos.
Optó por lo último. Leer lo tenía fácil porque accede a periódicos, revistas y algún libro, pero escribir “lo trabó un poco” así que decidió buscar en el baúl de los recuerdos”, ubicado en una sala a la entrada de su casa, donde tiene guardadas las vivencias de su niñez, adolescencia y juventud que plasmó, a sus 91 años en un libro.

Cuando tenía casi listo su primer relato, su nieta Ángela le quitó el bolígrafo, le puso los puntos y las comas necesarias y tal vez algún acento y le dijo: “Abuelo, es muy bonito, ¿por qué no lo ponemos en facebook?” Y siguió sus consejos “porque es imposible decirle a una nieta que no”, confiesa.

Cada relato que escribía, ella lo subía a la red social y “era una locura”, recalca. Pero al mismo tiempo, un aliciente para seguir escribiendo porque además, se iba acordando de cosas que quería dejar como testimonio.

Su aventura literaria comenzó en abril de 2020, en plena pandemia de COVID-19, y ya no paró hasta septiembre del año pasado, que reunió 150 textos que están acompañados de 80 fotos, en su mayoría de personas de La Orotava allegadas a él y a su familia, lugares, costumbres y anécdotas que forman parte de la historia de La Orotava, el municipio en el que nació y en el que reside. En cualquier caso, aclara que “los verdaderos artífices del libro” son su nieta Ángela Pérez Rocío y el historiador Javier Lima Estévez, quien lo convenció de publicarlo. Su insistencia “lo pudo, porque miraba los artículos y le decía que estaba hecho, que a la gente le gustaría, que se iba a vender”, cuenta Jesús. Ángela le facilitó la tarea al digitalizar todos los escritos. “No se puede decir que es un sueño porque nunca había soñado con escribirlo, más bien lo que soñé es que me había caído de una nube”, bromea.
“Si hablara de gastronomía diría que yo puse los ingredientes y él con su maestría de buen chef hizo el plato ganándose una estrella Michelín”, dice refiriéndose a Javier. Y si lo hiciera de música, “le robaría el título” a una canción de Los Panchos, Alma, corazón y vida, que fueron lo que tanto él como su nieta le pusieron al libro.

Jesús aclara que en ‘Buscando en el baúl de los recuerdos’ no son historias sino sus vivencias, “las que dan los 91 años” y con las que quiso reflejar cómo era y ha ido cambiando La Orotava “el pueblo más bonito que hay en Canarias”, durante casi un siglo. “Yo solo hablo de lo que he vivido”, subraya.

Nació en la misma casa en la que vive, ha vivido toda su vida “y en la que quisiera morirse”, en el número 45 de la calle Doctor Domingo González, antigua calle El Castaño, en la Villa de Arriba. Sus vivencias también están relacionadas con la vivienda, por la que pasaba un canal que llevaba el agua a los molinos, y que se encuentra pegada al negocio de ramos generales que heredó de sus padres y que regentó junto a sus tres hijos, Fátima, Juan Antonio y Ernesto, hasta hace un año. Supermercados Rocío no aguantó el auge de las grandes superficies y cuando los gastos fueron mayores que las ganancias, tomaron la decisión de cerrarlo. “Una retirada a tiempo es una victoria”. Pero ni nos deben ni debemos”, apunta orgulloso.

Jesús estudió en el colegio mixto de Inocencio Sosa, que se ubicada en la calle de la Hoya, (actualmente Hermano Apolinar) y en el cual protagonizó la única pelea de su vida con ‘Pedrito’, un compañero que “lo tenía amargado” porque le quitaba los lápices y los libros y lo amenazaba, como al resto.

Jesús vivió tiempos “muy malos para ir a la escuela” así que como muchas personas de su edad, dejó los estudios a los 14 años y trabajó desde muy joven ya que además eran seis hermanos. “Todo que sé me lo ha dado la vida”, dice. Pero ello no le impidió ser un alma inquieta socialmente.
Fue componente y fundador de la popular murga El Casco, considerada la primera del Norte de Tenerife, y director de la Peña Los Chiringuitos, que se paseó por los Carnavales “con un éxito terrible” y durante años se encargó también de organizar el Gran Festival de Variedades durante las fiestas del Corpus Christi. Además, fue vocalista de las orquestas Orotava y Copacabana, cuando el Puerto de la Cruz estaba en su apogeo y no paraban de tocar. “Hoy no sé si hubiera seguido porque de la música de aquellos tiempos a la de hoy se ha perdido con estos ritmos nuevos”, sostiene.

La música siempre ha sido y es parte importante de su vida. Cuando cuenta sus vivencias, le resulta inevitable citar alguna canción o cantante. “La música te relaja y te traslada a los recuerdos y recordar es volver a vivir”, sostiene.

Respecto a las murgas, dice que la gente los apreciaba y tenían éxito “porque no eran groseros hablando” y recuerda algunas estrofas de canciones: “Qué clase de hombre es/ se preguntan las vecinas/dice que ese hombre no tiene/ lo que ponen las gallinas”.
“La gente por ahí comenta/ lo bueno de boca que es/ dicen que es un bronca/ pero dicho al revés”.

Considera que “a la gente le gusta la picaresca pero no la grosería” y aunque las murgas actuales “están mejoradas en vestimenta, las canciones son tan largas que llegan a aburrir”.
En su primer libro, además de anécdotas también se pueden encontrar reflexiones curiosas y no exentas de humor, como la comparativa entre los jóvenes de antes y los de ahora.
“Si le preguntas a alguien de esta generación qué es una bacinilla, no lo sabe. Es una escupidera porque antes nadie, ni las personas más ricas, tenían un cuarto de baño, y en la mesa de noche o debajo de la cama se ponía la escupidera para orinar”, señala. En su tienda también las vendía y llegó a regalárselas a los clientes que se casaban.
Cuando Jesús era joven, solo tenía dos pantalones. Si se le rompía uno, su madre lo remendaba “y ahora los compran rotos”, dice riendo.

Hay algunas historias en el libro “que parecen cuentos de Navidad y no es así, es la realidad pura”, aclara. Se refiere al relato titulado El chico y la lechera en el que cuenta que una mañana de Reyes, se encontró en su calle con un niño llamado Juan con una lechera vacía que no había recibido regalos porque Sus Majestades “no habían pasado por su casa”. Al ver la alegría del resto de niños en la calle, cogió en el bazar pegado a su casa un camioncito y le dijo que tenía su nombre. El niño la cogió, soltó la lechera y desapareció y aunque esperó que volviera a buscarla, nunca más lo hizo.

Mientras lo cuenta, añade que el día de Reyes “no tiene nada que ver con lo que se vive ahora. Los niños ya no juegan en la calle con los regalos porque la tecnología y el progreso han terminado con todo”, Sin embargo, “no van a terminar con mis recuerdos y menos después de publicar el libro”, expone.

Por eso con Buscando en el baúl de los recuerdos Jesús quiere dejar constancia a las nuevas generaciones de cómo vivió durante todo este tiempo, que no fue “un jardín de rosas -como cantaría Mari Trini- para que comparen cómo se viven hoy”.

Jesús tiene una memoria envidiable. Cuando se le pregunta cuál es su secreto, desvela con seguridad: “comer gofio y leche, y un vasito de vino”. Además de escribir, disfruta de la tertulia con sus amigos, todavía conduce y va a renovar el carné en abril, aunque ya no sale con su coche por la noche.

Nunca se imaginó que sus vivencias eran para un libro. Los hechos demuestran lo contrario, porque en dos semanas se agotaron todos los ejemplares que editó. Coincidió con la Nochebuena, fecha en la que cumplió 91 años y fue sin duda, “el regalo de Navidad más bonito que podía recibir”, confiesa.

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