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El misterio del Valbanera: el Titanic canario en el que murieron 488 personas

Eran, sobre todo, canarios y canarias que migraban para encontrar un futuro mejor
Valbanera: el Titanic canario en el que murieron 488 personas

Desde tiempos remotos, el mar ha sido fuente de inspiración para mitos y leyendas. De sus profundidades han surgido relatos sobre sirenas, criaturas marinas y maldiciones. Sin embargo, en Canarias no es necesario recurrir a la fantasía para encontrar historias tan asombrosas como trágicas. Una de ellas tocó muy de cerca a Canarias: el hundimiento del Valbanera, un vapor que hizo escala en La Palma, Tenerife y Gran Canaria, y en el que 577 canarios emprendieron un viaje sin retorno.

Un viaje sin testigos

Del final del Valbanera apenas existen detalles. Cuando el huracán azotó la embarcación el 10 de septiembre de 1919, ninguno de los 488 pasajeros que permanecían a bordo sobrevivió. Más de 200 eran emigrantes canarios que buscaban prosperar en Cuba.
El historiador y periodista Juan Carlos Díaz Lorenzo recuerda que esta tragedia se enmarca en el contexto migratorio de la época: “No todos los indianos regresaron con fortuna; hubo muchos que lucharon por sobrevivir y nunca pudieron volver”.

Entre las historias personales destaca la de su propio tío abuelo, Antonio Hernández de Paz, natural de Fuencaliente (La Palma), que se embarcó con apenas 18 años. “El viaje era incómodo y el hacinamiento insoportable, así que él y otros 19 vecinos decidieron desembarcar en Santiago de Cuba y continuar en tren hacia Cabaiguán y Zaza del Medio, donde iban a trabajar en las vegas de tabaco”, relata Díaz Lorenzo.
Mientras tanto, en Fuencaliente, su familia temía lo peor al conocer las noticias del naufragio. “En cuanto supo lo ocurrido, mi tío abuelo envió un telegrama para avisar que estaba vivo”, recuerda. Curiosamente, aquel joven que escapó del destino del Valbanera llegó a vivir hasta los 94 años.

Presentimiento en el Valbanera

El hecho de que 742 pasajeros decidieran abandonar el barco antes del último tramo ha alimentado numerosas teorías con el paso del tiempo. El escritor y político Juan Manuel García Ramos, nieto de uno de los pasajeros, asegura que su abuelo poseía una “intuición especial” para leer el cielo. “Me contaba que al llegar a Santiago de Cuba no le gustaron los cielos atlánticos ni los del Caribe. Aquel mal presentimiento lo llevó a desembarcarse de un barco que consideró maldito”, explica.


El Valbanera incluso ha sido mencionado en relatos de Ernest Hemingway y en numerosas fábulas populares, algunas que hablan de castigos divinos o almas en pena que pedían auxilio en alta mar. “A veces me pregunto si mi abuelo realmente percibió la formación del huracán”, reflexiona García Ramos, un siglo después del desastre.

Un barco moderno para su tiempo

El cronista oficial de Santa Cruz de Tenerife, José Manuel Ledesma, ha documentado con detalle la historia del buque. El Valbanera fue construido en 1906 en los astilleros Coneel & Co de Glasgow para la Naviera Pinillos Izquierdo. Tenía 121,9 metros de eslora, 14,6 de manga y 6,5 de calado, y estaba propulsado por dos máquinas de triple expansión que le permitían alcanzar los 12 nudos de velocidad.

El capitán del navío, Ramón Martín Cordero, contaba con 34 años y estaba acompañado por una tripulación de 88 personas. En el verano de 1919, el barco había pasado por Santa Cruz de La Palma y Las Palmas de Gran Canaria, y anunció su paso por Santa Cruz de Tenerife con destino a Santiago de Cuba y La Habana.

A bordo, la diferencia de clases marcaba el viaje: los billetes iban desde 1.250 pesetas en primera clase hasta 75 pesetas en clase emigrante, donde los pasajeros dormían hacinados en literas metálicas. Muchos de los canarios llevaban consigo gofio, higos pasados y pescado seco para sobrevivir durante la travesía.

Ledesma también desmiente algunos mitos: el capitán no era consciente del huracán que se gestaba en el Golfo, ya que no existían predicciones meteorológicas fiables, y el barco había sido revisado y declarado en perfectas condiciones de navegabilidad apenas doce días antes del fatídico viaje.

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