En Canarias, dos cachalotes han sido encontrados muertos en las costas de Tenerife, concretamente en la zona de Fasnia, y presentan signos evidentes de haber colisionado con embarcaciones marítimas. El primero de ellos, una hembra de aproximadamente nueve metros de largo, mostraba un profundo corte en la cabeza, compatible con el impacto de una hélice. El segundo ejemplar, aún a la deriva en el momento de la detección, también evidencia traumatismos que podrían corresponder a un accidente similar. Ambos casos han activado la alarma entre expertos y colectivos ecologistas por la alta frecuencia con la que estos cetáceos aparecen varados en el archipiélago.
La preocupación no es nueva. Biólogos marinos y especialistas en cetáceos como Natacha Aguilar del Centro Oceanográfico de Canarias y Marc Martín Solá, de la Universidad de La Laguna, han advertido durante años del incremento del tráfico marítimo en el corredor de cetáceos que rodea las islas. La velocidad de los ferrys, que se ha duplicado en las últimas décadas, y el aumento del número de embarcaciones comerciales y turísticas, que supera ya el 100% en comparación con los años noventa, han convertido las aguas de Canarias en un entorno cada vez más peligroso para estos gigantes del océano.
El tráfico marítimo y su impacto sobre la fauna marina en Canarias
Las necropsias de los animales, que serán realizadas por el Instituto Universitario de Sanidad Animal tras el traslado de los cuerpos a las instalaciones de Arico, permitirán confirmar las causas exactas de la muerte. Sin embargo, los antecedentes apuntan a una tendencia inquietante: seis de cada diez cachalotes que aparecen muertos en Canarias presentan heridas compatibles con colisiones con embarcaciones de alta velocidad. Esta estadística, extraída de estudios científicos realizados en los últimos años, evidencia una problemática estructural.
Los cachalotes en Canarias forman parte de una población residente altamente vulnerable. Se estima que la abundancia de estos cetáceos se ha reducido a la mitad en las últimas décadas. La pérdida de ejemplares reproductores, como la hembra adulta encontrada recientemente, y juveniles, como el segundo individuo, pone en peligro la recuperación natural de esta especie emblemática. El impacto ecológico es grave y afecta directamente a la biodiversidad marina del archipiélago, declarado Zona de Especial Conservación por la riqueza de especies que lo habitan.

La comunidad científica insiste en la necesidad de aplicar medidas urgentes. Entre ellas, la más inmediata es la reducción de la velocidad de los ferrys que operan entre islas. Otra solución propuesta es la implementación de sistemas de detección acústica de cetáceos en las rutas marítimas más transitadas, lo que permitiría desviar o ralentizar los barcos en presencia de animales. A pesar de que estas tecnologías existen y han sido implantadas con éxito en otros puntos del planeta, su aplicación en Canarias sigue siendo limitada.
Natacha Aguilar, reconocida investigadora en este campo, ha subrayado en múltiples ocasiones que el tráfico marítimo es el principal factor de mortalidad no natural para los cachalotes en la región. En palabras de la científica, la sociedad canaria debe comprender que su biodiversidad marina está en riesgo y que proteger a especies como el cachalote no es solo un deber ambiental, sino también una responsabilidad ética y turística. Canarias se promociona internacionalmente como uno de los mejores lugares del mundo para el avistamiento de cetáceos, y esa reputación está en juego si no se toman medidas firmes.
Ecologistas y colectivos marinos ya han solicitado reuniones con responsables del Gobierno de Canarias y con las principales compañías navieras que operan en el archipiélago. Se exige un compromiso real con la sostenibilidad del medio marino. La muerte de estos dos nuevos ejemplares se suma a una larga lista que podría evitarse si se modificaran las condiciones actuales del transporte marítimo interinsular.
La presión social y científica sobre este problema va en aumento. Las próximas semanas serán clave para determinar si las instituciones responderán con hechos o seguirán permitiendo que uno de los mayores tesoros naturales de Canarias continúe en retroceso. La vida marina no puede esperar.