Durante siglos para los arqueólogos, el relato de que la Gran Pirámide de Giza fue erigida por decenas de miles de esclavos ha sido repetido en libros, películas y documentales. Sin embargo, un nuevo hallazgo arqueológico, encabezado por el prestigioso egiptólogo Zahi Hawass, ha permitido a los arqueólogos rebatir este mito con pruebas contundentes.
El equipo empleó tecnología de imágenes avanzadas para explorar las cámaras superiores de la pirámide, situadas sobre la Cámara del Rey, un espacio que nunca había sido estudiado de forma sistemática publicado en un informe. Allí aparecieron inscripciones y marcas que no solo identificaban a los grupos de trabajo, sino que además detallaban sus jerarquías internas.
Los arqueólogos encontraron títulos como “supervisor del lado de la pirámide” o “artesano”, junto con los nombres de cuadrillas como “Los Amigos de Keops”. Según Hawass, estas evidencias demuestran que los constructores no eran esclavos anónimos, sino trabajadores especializados que fueron enterrados con honores en las proximidades del monumento.
“Si hubieran sido esclavos, jamás habrían recibido tumbas preparadas para la eternidad bajo la sombra de las pirámides”, explicó en declaraciones recientes.
Arqueólogos aclaran la organización laboral en Giza
Las investigaciones en las pirámides revelan que la fuerza laboral estaba formada por alrededor de 10.000 trabajadores, muchos de ellos cualificados, que rotaban en turnos estacionales. Los arqueólogos han documentado que los obreros trabajaban durante nueve días seguidos antes de recibir un día libre.
Los hallazgos contradicen el relato difundido desde la Antigüedad por historiadores como Heródoto y reforzado por la cultura popular. Ahora, gracias al trabajo de los arqueólogos, se sabe que los constructores recibían comida abundante, alojamiento cercano al lugar de la obra y un sistema organizado de rotación. De hecho, las excavaciones en sus tumbas han sacado a la luz cerámica, objetos personales y estatuillas que los representaban transportando bloques de piedra, lo que confirma su papel fundamental en un proyecto de alcance nacional.
Arqueólogos descubren la “ciudad obrera”
Otro hallazgo clave fue la identificación de una “ciudad obrera” situada al este de la pirámide. Según los arqueólogos, este asentamiento incluía panaderías, barracones y espacios de trabajo diseñados para abastecer a miles de personas. Entre los restos aparecieron huesos de vacas y cabras, lo que demuestra que la dieta de los constructores incluía proteína animal, un lujo reservado a quienes ocupaban una posición valorada en la sociedad.
Para los especialistas en publicaciones de arqueología, estas evidencias son otra prueba de que los constructores de la Gran Pirámide eran ciudadanos que desempeñaban un trabajo remunerado, con condiciones mucho más dignas de lo que las viejas narrativas sobre esclavos habían sostenido.
La investigación también ha permitido a los arqueólogos reconstruir parte de las técnicas empleadas para transportar los enormes bloques de piedra caliza desde las canteras cercanas. Mediante escaneos e imágenes, se identificaron rampas hechas de escombros y barro, utilizadas para facilitar el arrastre de los bloques sobre trineos de madera.
Este sistema permitía desplazar piedras de varias toneladas y colocarlas con precisión milimétrica, lo que explica la sorprendente alineación y solidez de la Gran Pirámide, incluso después de 4.500 años. Los equipos de trabajo estaban claramente diferenciados: unos se encargaban de cortar y dar forma a las piedras, mientras que otros asumían las tareas de transporte y colocación.
Los arqueólogos destacan que esta organización y el uso de rampas confirman que la construcción de la pirámide fue fruto de una planificación sofisticada y no de métodos primitivos improvisados.
Este hallazgo supone un punto de inflexión en la forma en que se cuenta la historia del Antiguo Egipto. Durante demasiado tiempo, la imagen de los esclavos sometidos a condiciones inhumanas dominó la narrativa. Sin embargo, los arqueólogos insisten en que los constructores eran, en realidad, parte de un proyecto nacional que requería habilidades, disciplina y reconocimiento social.
Las pruebas arqueológicas desde las inscripciones hasta las tumbas, pasando por la ciudad obrera y las rampas de construcción aportan un relato mucho más cercano a la realidad histórica. El mito de los esclavos, convenientemente repetido por el cine de Hollywood, ha quedado desmentido gracias al trabajo de campo.
Para Hawass y los arqueólogos de su equipo, este descubrimiento no solo reescribe la historia de la Gran Pirámide de Giza, sino que también devuelve dignidad a quienes la levantaron. Fueron obreros cualificados, organizados en cuadrillas, que participaron en una obra colosal con el respaldo del Estado faraónico. Y su memoria, lejos de ser borrada, quedó grabada en piedra para la eternidad.