La Diocalandra frumenti ha llegado a Canarias, conocida como picudo de las cuatro manchas, representa una de las amenazas más críticas para el equilibrio ambiental y económico de Canarias, afectando gravemente a uno de los elementos más icónicos del archipiélago: las palmeras. Este insecto, originario del sudeste tropical asiático, fue detectado por primera vez en Gran Canaria en 1998 y, desde entonces, su expansión ha puesto en jaque a las especies vegetales más emblemáticas de las islas.
El avance de esta plaga ha sido implacable, afectando a todas las islas del archipiélago con la excepción de El Hierro. Su llegada a Canarias está vinculada al comercio global de palmeras, que ha permitido la introducción de ejemplares infectados desde regiones previamente afectadas. La especie más perjudicada es la Phoenix canariensis, símbolo vegetal de Canarias y parte fundamental de su paisaje natural y cultural.
La amenaza que supone la Diocalandra frumenti para el ecosistema de Canarias es multifacética. Este insecto ataca a diversas especies de palmeras, como P. canariensis, P. dactylifera, Cocos nucifera y Washingtonia spp., provocando el marchitamiento prematuro de las hojas. En casos severos, puede llegar a causar la muerte de las palmeras, particularmente de la endémica Phoenix canariensis, cuya pérdida tendría implicaciones devastadoras para los hábitats naturales y la biodiversidad de Canarias.
Un peligro para Canarias que hay que vigilar muy de cerca
En Lanzarote, una de las islas más afectadas, se han censado aproximadamente 75.000 palmeras, de las cuales más de 2.000 han sido tratadas mediante técnicas de endoterapia y pulverización. Estas medidas han sido coordinadas por la Consejería de Transición Ecológica y Energía del Gobierno de Canarias en colaboración con el Cabildo de Lanzarote.
Los municipios de Teguise, San Bartolomé, Tías y Yaiza concentran el 42% de los ejemplares afectados, evidenciando la magnitud del problema en esta isla. Los trabajos comenzaron en Haría, un área con menor incidencia, y se han extendido gradualmente al resto del territorio insular.
El impacto de esta plaga en Canarias trasciende lo ambiental, ya que afecta también el ámbito económico. Las palmeras son esenciales para la producción de productos tradicionales como el guarapo y la miel de palma, además de ser un recurso ornamental clave y un símbolo cultural en la artesanía canaria.
Las larvas del picudo perforan el tejido interno de las palmeras, generando galerías en el raquis de las hojas y provocando exudaciones gomosas. Este daño estructural debilita a los ejemplares, que pueden sucumbir tras una década de infestación. Además, estas larvas actúan como vectores de enfermedades fúngicas, propagando hongos como Thielaviopsis spp. y Fusarium oxysporum, lo que agrava aún más la situación.
Gran Canaria, en particular, enfrenta un desafío adicional, ya que sus palmerales naturales son hábitats de interés comunitario protegidos por la legislación europea. La pérdida de estos ecosistemas altera la estructura de la vegetación y aumenta el riesgo de incendios al generar una mayor cantidad de material seco. Este deterioro afecta también a las especies animales y vegetales que dependen de los palmerales, amenazando la integridad de los ecosistemas de Canarias.
La lucha contra esta plaga en Canarias requiere un enfoque integral y sostenido. Las medidas de control fitosanitario, como la endoterapia y la pulverización, han mostrado eficacia, pero la prevención sigue siendo clave. Evitar la importación de palmeras infectadas y garantizar controles estrictos en los viveros son pasos fundamentales para contener la expansión de la Diocalandra frumenti. Además, es esencial sensibilizar a la población sobre la importancia de preservar las palmeras como parte del patrimonio natural y cultural de Canarias.
El Gobierno de Canarias, en colaboración con los cabildos insulares, ha intensificado los esfuerzos para combatir esta amenaza, pero el desafío persiste. La erradicación completa de la plaga es un objetivo complejo, ya que la capacidad de adaptación del insecto y la densidad de las poblaciones de palmeras dificultan el control absoluto. Sin embargo, las autoridades de Canarias siguen trabajando en estrategias de manejo que minimicen el impacto y garanticen la protección de los palmerales.
La Diocalandra frumenti no solo es un enemigo visible en el paisaje de Canarias, sino también un recordatorio de la fragilidad de los ecosistemas frente a las invasiones biológicas. La respuesta de Canarias a esta amenaza determinará no solo el futuro de sus palmerales, sino también la capacidad del archipiélago para preservar su identidad ecológica y cultural frente a los desafíos ambientales del siglo XXI. La lucha continúa en cada rincón de Canarias, donde la preservación de las palmeras es mucho más que una cuestión ambiental: es una cuestión de legado.