En las altitudes gélidas de las montañas de Noruega, un equipo de arqueólogos ha hecho un notable hallazgo que desvela secretos del pasado. La reliquia es una flecha antigua que, a pesar de su edad, conserva intactas su punta de cuarcita y sus plumas. Estos elementos, generalmente perecederos, aportan un espléndido vistazo al pasado remoto y a las habilidades de los cazadores de la época.
El responsable del proyecto «Secretos del Hielo» en las montañas Jotunheimen, ubicadas en la región central de Oppland en Noruega, es el arqueólogo Lars Pilø. Según él, este arma podría haber sido empleada por cazadores de renos hace unos 3.000 años. A lo largo de los años, el equipo ha identificado persianas de caza donde los antiguos cazadores se camuflaban mientras acechaban a sus presas. Sin embargo, este reciente descubrimiento de la flecha no se encontró cerca de una de estas estructuras. En lugar de ello, fue hallada en el borde superior del hielo, sugiriendo que los cazadores podrían haberse refugiado simplemente detrás de la cresta de la montaña, a la espera del momento adecuado para lanzar su flecha.
La cuna de la ciencia
El 13 de septiembre fue el día en que el arqueólogo glacial especialista en ciencia Espen Finstad hizo este significativo descubrimiento. Las alteraciones climáticas actuales, impulsadas por actividades humanas, han provocado un retroceso del hielo y la nieve en la región montañosa de Jotunheimen. Como resultado, artefactos que datan de siglos e incluso milenios atrás están siendo desenterrados del hielo. Sin embargo, una vez expuestos, estos vestigios del pasado corren el riesgo de deteriorarse a causa de las inclemencias del tiempo. Por eso, el papel de los arqueólogos es fundamental para rescatarlos mientras aún conservan parte de su integridad original.
Al examinar la flecha, el equipo pudo determinar que su asta estaba fabricada con abedul. Lo que más sorprendió fue que la flecha aún conservaba tres plumas que, con el tiempo, generalmente se descomponen. Estas plumas eran utilizadas para mejorar la precisión del disparo, asegurando que la flecha siguiera un trayecto aerodinámico hasta su objetivo. Adicionalmente, la punta de cuarcita, aunque en gran parte oculta por una capa de brea, seguía unida al eje. Pilø mencionó que «la brea, probablemente derivada del carbón de abedul, se empleaba para adherir la punta al eje y mejorar la penetración de la flecha». Si bien las flechas con puntas intactas de la Edad del Hierro no son raras en esta región, hallar una de 3.000 años de antigüedad en tan buen estado es excepcional. Sin duda alguna, la zona ártica y antártica es un lugar donde encontrar la historia de nuestro pasado para la ciencia.
Lamentablemente, no toda la flecha se conservó en perfecto estado. A pesar de la admirable preservación de su punta y plumas, el eje de la flecha, que originalmente medía alrededor de 90 centímetros, se encontró roto en tres partes. Según especulaciones de Pilø, esto probablemente se debió a la presión acumulada de la nieve a lo largo de los años.