El auge del turismo en Canarias itinerante ha encontrado en las caravanas una de sus formas más populares y económicas de recorrer el archipiélago. Sin embargo, una nueva normativa ha sembrado la confusión entre miles de usuarios, que ahora se sienten en tierra de nadie. Lo que hasta hace poco era una práctica regulada con cierta tolerancia, se encuentra ahora bajo el foco de las autoridades tras la entrada en vigor de una norma que redefine los espacios permitidos, las condiciones de pernocta y los límites de permanencia en Canarias.
El reciente marco legal, aprobado por el Gobierno de Canarias, no prohíbe expresamente el uso de autocaravanas o campers, pero impone restricciones que, de facto, complican seriamente su uso habitual en zonas no habilitadas. El cambio normativo ha generado reacciones encontradas: mientras algunas instituciones locales celebran lo que consideran un avance en la ordenación del territorio y la protección medioambiental, asociaciones de caravanistas denuncian que se criminaliza un estilo de vida que ha crecido significativamente desde la pandemia.
Las nuevas limitaciones afectan principalmente a la pernoctación libre, que deja de ser legal en la mayoría de los espacios públicos no autorizados, incluyendo playas, aparcamientos naturales y caminos rurales. También se establece una duración máxima de estancia y se refuerzan los controles en áreas protegidas, con sanciones que pueden alcanzar los 1.500 euros en caso de infracción grave.
La nueva normativa crea incertidumbre sobre el futuro de las caravanas en Canarias
El colectivo de caravanistas no ha tardado en reaccionar. Plataformas ciudadanas y asociaciones como ACAT Canarias denuncian que la normativa ha sido redactada sin consenso y sin considerar las particularidades geográficas del archipiélago. “Nos sentimos perseguidos y tratados como infractores por dormir en nuestra propia casa rodante”, explica Carlos Medina, portavoz de uno de los grupos afectados. “No nos oponemos a una regulación, pero esta norma está hecha para expulsarnos”.
El turismo en caravana o camper ha crecido un 40% en las islas desde 2020, convirtiéndose en una opción elegida tanto por residentes como por visitantes que buscan libertad, contacto con la naturaleza y ahorro económico. Las islas orientales, como Fuerteventura y Lanzarote, han sido especialmente populares entre este tipo de viajeros, gracias a sus paisajes abiertos y accesibilidad. Sin embargo, la falta de infraestructura específica —como áreas de estacionamiento con servicios básicos— ha hecho que muchas personas pernocten en lugares no habilitados, lo que ha generado conflictos con vecinos, hosteleros y autoridades locales.
Desde el Cabildo de Gran Canaria se insiste en que la nueva normativa no busca prohibir, sino “ordenar una actividad que había crecido sin control”. También se ha anunciado la creación de nuevas zonas habilitadas para caravanas, aunque por ahora son proyectos sin fecha concreta ni presupuesto asignado. En islas como Tenerife o La Palma, en cambio, algunos ayuntamientos ya están aplicando sanciones y retirando vehículos estacionados fuera de zonas permitidas.
El sector turístico tradicional observa con interés esta evolución en Canarias. Algunos empresarios hoteleros ven en el turismo itinerante una competencia desleal, mientras otros lo consideran una oportunidad para diversificar la oferta, siempre que exista regulación y equilibrio. Incluso hay iniciativas privadas que han comenzado a desarrollar “campings boutique” o áreas de estacionamiento equipadas para atraer a este público en auge.
Los usuarios de caravanas en Canarias piden una mesa de diálogo que incluya a asociaciones, cabildos y técnicos, y que permita adaptar la normativa a la realidad insular sin criminalizar a quienes eligen este tipo de turismo. Mientras tanto, muchos caravanistas aseguran que seguirán utilizando sus vehículos “con responsabilidad y sentido común”, aunque reconocen que la incertidumbre jurídica y el temor a sanciones podrían hacer que muchos opten por dejar de recorrer las islas por carretera.
La situación actual en Canarias refleja un choque entre la espontaneidad de un turismo emergente y la rigidez de una normativa que, según sus críticos, no ha sabido adaptarse. Lo que está en juego no es solo una forma de viajar, sino también el modelo de convivencia en unos territorios que intentan equilibrar sostenibilidad, libertad y orden. El futuro de las caravanas en Canarias pende ahora de un diálogo que aún no ha comenzado.