Nicomedes Carballo Fariña: El último pastor de Izaña

Con 80 años, mantiene en Chivisaya, a más de mil metros de altitud, un rebaño de cien cabras con los que comparte la vida los 365 días del año
Nicomedes Carballo junto a su inseparable perro Moreno / FRAN PALLERO
Nicomedes Carballo junto a su inseparable perro Moreno / FRAN PALLERO

Es el último eslabón de aquellos pastores que hicieron en Izaña y Las Cañadas del Teide su centro de trabajo. La reforestación de pinos ordenada por el Estado en 1956 trasladó sus rebaños a cotas inferiores y hoy Nicomedes Carballo Fariña, con 80 años, mantiene un centenar de cabras en los altos de Chivisaya, donde Candelaria se separa de Arafo.

Nicomedes nació hace 80 años en La Orotava, y tras ayudar a su extensa familia en Izaña, se trasladó a temprana edad a los altos del otro valle, el de Güímar, en donde sigue cuidando su rebaño junto a su perro Moreno, un pastor garafiano “que vale más que todas las cabras”, remarca orgulloso de su mejor amigo y empleado.

Nicomedes es hijo de Juan de Izaña, uno de los últimos pastores de Las Cañadas del Teide, de donde han desaparecido el pastoreo y con él buena parte de las siete cañadas o senderos que recorrían pastores de todo Tenerife con sus cabras. “Hoy esos caminos apenas son transitados, y se encuentran en muy mal estado”, recuerda nuestro protagonista, a quien visitamos en su granja de Chivisaya, justo en el kilómetro 10 de la carretera que va de Arafo hasta el El Portillo, donde hace unas semanas “la nieve alcanzó hasta el metro de altura”, algo por otra parte no le molestó porque “aunque tengo casa en Arafo, toda mi vida la hago aquí, llevo un mes sin bajar al pueblo”, nos dice, aunque “durante tres días no puede sacar las cabras del corral”.

No recuerda haber tenido una enfermedades, “apenas he ido al médico”, y agradece “a la marquesa”, como llama a su mujer que le siga dejando beber unos cuantos de vasos de vino al día, “porque me he bebido un río”, afirma con su media sonrisa socarrona.

Su oficio ha sido principalmente el de cabrero, como lo fue el de su padre Juan de Izaña y casi todos sus otros nueve hermanos (algunos de ellos nacidos en Izaña), aunque también compartió el pastoreo con el trabajo en galerías de agua. Su dilatada vida ha estado ligada siempre a las alturas, ya sea sacando agua de El Hierro, La Palma o Tenerife o pastoreando por los montes y barrancos de Tenerife, un trabajo que compaginó hasta los 65 años.

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Hace 17 años arrendó una pequeña casa y un corral en Chivisaya, a la sombra del pico Cho Marcial, donde mantiene el rebaño de cabras de raza sureña- para “entretenerme” porque la leche, la carne y queso que le dan “solo es para autoabastecimiento y para algún encargo”, haciendo una media de dos o tres quesos al día, que nunca falta en su mesa junto al vino blanco de Güímar.

“Aquí -afirma- lo tengo todo, no hay crisis, ni jaleo, solo trabajo”, mientras reconoce cierto desconsuelo por el hecho que sus hijos (tres), nietos (cinco) y bisnietos (tres) no hayan seguido la tradición que heredó de sus padres: “Hoy los niños nacen con los zapatos puestos y añade que “a mis nietos no le gusta ni la carne ni la leche de cabra, solo yogures y galletitas; algo que yo no he probado en mi vida”, comenta mientras recuerda que una de sus hijas, hoy en Asturias, era “muy amañada” ordeñando y uno de sus nietos, Edgar Carballo, es un campeón de montain-bike, “acaba de ganar una carrera en Portugal”.

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Nicomedes Carballo se levanta cada día sobre las tres de la madrugada para ordeñar y cuando sale el sol recorre con sus animales alrededor de una media de 6 kilómetros en el paraje de Siete Lomas, “aunque ya solo lo hago hacia abajo, no cuando van a la cumbre”, dice mientras se toca la cadera recordando que “la tengo desgastada de mis años en las galerías de agua”. Por la tarde, antes de caer el sol, vuelve a soltar a sus cabras y vuelta a la rutina diaria, de un personaje que se considera “una cabra más en en el corral” porque es a lo que se ha dedicado toda su vida y porque no quiere acabar en los bares ni delante de un televisor.

Para él, el trabajo y el campo, es la fuente de salud y esta convencido de vivir 70 años más. “Yo estoy así de bien por lo que camino. Si estuviera sentado todo el día en mi casa no serviría para nada. Estar en casa viendo la televisión no es vivir”, sin preocuparle la soledad, porque “cuando la marquesa -su esposa, Eva- quiere, se viene a pasar unos días aquí”.

Nicomedes Carballo ha sigo distinguido por los ayuntamientos de Arafo y Candelaria y el año pasado obtuvo el premio Tenerife Rural.”A mí dejense de premio, que me den de comer y beber y me dejen vivir otros 70 años y después me retiro”, comenta mientras Moreno reagrupa al rebaño con todo el Valle a sus pies.

 

 

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