política

Unión del Pueblo Canario, un faro que alumbró proyectos como el de CC

El periodista Enrique Bethencourt rescata en un libro la memoria de un fenómeno político que nació a la sombra de la UCD, feneció al calor del triunfo abrasador del PSOE y otros surgieron de sus cenizas

El periodista Enrique Bethencourt analiza la trayectoria de Unión del Pueblo Canario (1979-1984). / DA
Ahora que la Constitución cumple cuarenta años, no está de más descargar de la memoria histórica uno de los fenómenos que caracterizaron a la política canaria de aquellos comienzos de la renacida democracia española. En una oportuna coincidencia, el periodista Enrique Bethencourt contextualiza el surgimiento, la evolución y la decadencia de la hoy mítica UPC (1979-1984). Salvando las distancias temporales e ideológicas, el autor de La Unión del Pueblo Canario. Luces y sombras del nacionalismo autodeterminista canario de los 70/80, de Ediciones Tamaimos, postula que Coalición Canaria no hubiera echado a andar sin el impulso de ese movimiento aglutinador de la izquierda nacionalista. 

Aunque el perfil de la Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI) -el embrión que desde las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC) engendró CC- era marcadamente conservador, “la UPC señaló el camino”. Bethencourt fundamenta su argumentación en que ese proceso no se dio en otros lugares: “En casi todos los sitios, cuando la UCD [Unión de Centro Democrático] se disolvió, sus restos se fueron mayoritariamente a Alianza Popular [de Manuel Fraga]”.  Una parte ya se había integrado en el PSOE y el propio Adolfo Suárez creó el Centro Democrático y Social (CDS) en la agonía de su criatura. “En Canarias montaron un proyecto diferenciado”, recuerda Enrique Bethencourt en una conversación con DIARIO DE AVISOS. “La experiencia de la UPC los animó. Algo similar ocurrió en el espectro de la izquierda, con Iniciativa Canaria [Ican  afloró en 1991 como resultado de la convergencia de ACN, ICU y UNI, y en 1993 se unió a las AIC, AM, PNC y CCN para componer Coalición Canaria] o, más recientemente, Nueva Canarias [una corriente desligada de CC]”.  

La semilla germinó un árbol cuyas ramas ha ido desgajando la fuerza del viento de los acontecimientos: “Son épocas distintas. Además, la UPC no aceptaba el modelo autonómico, rechaza las dos vías de acceso, la del artículo 143 y la del 151 [rápida]. El nacionalismo canario actual [CC y NC] sí respeta el modelo autonómico y ha apoyado la reforma del Estatuto. Se encendió un faro que alumbraría proyectos posteriores de obediencia exclusivamente canaria”. La UPC murió de éxito. Las razones del deceso son una amalgama de circunstancias: “Problemas internos, discrepancias entre las formaciones que la integraban; la sociedad fue cambiando y la política se iba normalizando. Las propuestas más radicales eran menos atractivas para el electorado. Y el abrumador triunfo del PSOE redujo el campo de acción. También, porque le tocó ejercer responsabilidades que probablemente estaban por encima de sus posibilidades. Dirigir un Ayuntamiento de una ciudad tan caótica como Las Palmas de Gran Canaria, con escasos medios (pocos recursos económicos y muchísimas necesidades) no ayudó. Esa etapa pequeñita le supuso un enorme coste”. 

La UPC tuvo “una implantación urbana, muy centrada en las ciudades más pobladas del Archipiélago y prácticamente exclusiva de Tenerife y Gran Canaria”. En un momento en el que la UCD arrasaba (alrededor del 60%, un 30% más que la media nacional, y por encima del 70% en determinados municipios), logró en 1979 un diputado por Las Palmas (Fernando Sagaseta), el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, seis concejales en Santa Cruz de Tenerife y cuatro en La Laguna. Había unos liderazgos indiscutibles: “Por supuesto, Fernando Sagaseta. En Tenerife, en la primera etapa, Paco Tovar, a nivel de expresión popular, mitinero y con capacidad de arrastre. En el plano institucional, tras sus pasos, Melchor Núñez y Oswaldo Brito”. 

La perspectiva del presente actualiza su relevancia.  
Cubierta del libro La Unión del Pueblo Canario. Luces y sombras del nacionalismo autodeterminista canario de los 70/80. / DA

Del fútbol a la UPC: desmarques del nacionalismo y la izquierda. Después de que en 2016 publicara El fútbol canario. Identidad, Valerón y otros desmarques, Tamaimos acaba de editar el segundo libro del periodista, licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación Enrique Bethencourt. Esta vez reflexiona sobre lo que significó la Unión del Pueblo Canario, “una esperanza que recogía los anhelos de mucha gente”. Dedica capítulos personalizados a Fernando Sagaseta, Paco Tovar, Manuel Bermejo (alcalde de Las Palmas de Gran Canaria de 1979 a 1980) y a Chari Armas (una feminista pionera en la Administración pública). Entre las 292 páginas enmarca el retrato de los “otros nacionalismos”, como Asamblea Majorera. 

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