entrevista

Julio Hernández: “Cuando escribía sobre el sueño americano de los canarios me aparecía siempre Pepe Monagas”

Su figura en el mundo cultural de las Islas, que había sido muy activa durante los años 80 y 90, hasta perderle el rastro, casi de modo definitivo, en las últimas dos décadas
Julio Hernández. DA
Julio Hernández. DA
Julio Hernández. DA

La muerte del historiador canario Julio Hernández, a los 69 años, el pasado día 13, resucitó, paradójicamente, su figura en el mundo cultural de las Islas, que había sido muy activa durante los años 80 y 90, hasta perderle el rastro, casi de modo definitivo, en las últimas dos décadas. Fue la noticia de su adiós, por un revés de la salud, la que ha permitido recobrar el relevante papel de este innovador profesor de Historia de América en la Universidad de La Laguna, autor de una obra de investigación sobre la emigración canaria en el siglo XIX que le valió el premio Viera y Clavijo en 1977, junto a una copiosa colección de monografías sobre los más diversos asuntos relacionados con Canarias y América. Pero en mitad del silencio de su última etapa de exilio voluntario, había seguido escribiendo y deja una importante obra inédita, entre la que resalta su revisión del personaje central del humor isleño, Pepe Monagas, que había creado el periodista Pancho Guerra a mediados del pasado siglo. Esta entrevista inédita en papel fue concedida por Julio Hernández García durante el proceso de elaboración de este trabajo que culminó antes de morir.

-Pancho Guerra dice, por boca de Pepe Monagas, que el que trabaja es que no sirve “pa otra cosa”…
“A mí me han dicho”, añade Monagas, “que el trabajo embrutece al individuo”. Luego agregaba una última frase: “Que trabajen los pobres”. Y yo me meto en el personaje, e introduzco la cuestión: ¿Qué pobres? Él dice : “los pobres de espíritu”. Esa filosofia la llevó hasta el final; está en la Biblia y la defiende Pancho Guerra: trabajar es un castigo.”

-¿Se le puede considerar el fundador del humor canario?
“Siempre hay antecedentes. Pero un personaje de estas características, como decía Claudio de la Torre, no existía ni en la Península, es una creación literaria donde Francisco Guerra Navarro (Pancho Guerra) se pone a la altura de los grandes escritores con sus cuentos, luego con sus memorias y, fundamentalmente, con su vocabulario de la época, a pesar de que murió muy joven, con 52 años. Quiero decirte una cosa: Monagas era la sonrisa canaria, pero Pancho Guerra jamás sonrió. Ni en las caricaturas que le hizo Cho Juáa.”

-¿Qué me dice de Soledad Santana, la mujer de Pepe Monagas? ?
“Era un torbellino de colores, pequeña, trabajadora, turronera. Pepe Monagas vivía noches ardientes, una vida agradable, sentado en el bar Polo, sin tiempo para trabajar, sino para divertirse. La conoció un buen día y, nada más verla, se enamoró de ella. La conoció en un baile. Antes se decía: “¿Bailas esta pieza?” Pero en la época de Pepe Monagas se decía algo muy bonito: él llevaba un pañuelo en la mano y se dirigía a la chica, Soledad en este caso: “¿Es gustante?”, es decir, si quería bailar. Soledad le dijo que no porque ya sabía el belillo que tenía delante. Según me explicó Gilberto Alemán, el pañuelo era para no manchar de sudor a la compañera de baile. Y lo pude comprobar en las obras completas de Pancho Guerra. Soledad era muy celosa, y a Pepe Monagas le bailaba el ojo.”

-¿Era mujeriego, como se decía antes?
“Efectivamente, le bailaba el ojo, y se enamoró por segunda vez de una muchacha, una madura como decía él, con buen tongo y, sin faltar, de Valsequillo. Se llamaba Rosarillo, y él le decía: “Son altas tus piernas”. Le hablaba al tronco del oído. Esta era una de las tácticas que utilizaba Pepe Monagas en la calle, que era el piropeo rápido, porque la chica se iba a trabajar al almacén, o bien en la guagua, cuando tenía más tiempo. Y salía sonriéndose, colocándose las enaguas, y decía para ella: “A este hombre siempre lo querré porque me hace reír.”

-Usted ha escrito que Soledad, herida por el ligue de Pepe Monagas, le pregunta “¿qué es lo que tiene ella que no tenga yo?
“Sí, en un momento de optimismo, ella va a la tienda donde Pepe estaba todo el día alrededor de las enaguas de Rosarillo, un guayabo, como decíamos en Gran Canaria, de 20 o 21 años, y lo coge hablando con ella. Él siempre esperaba a que subiera la escalera a buscarle el ron. Entonces, Soledad le hace esa pregunta: “Pepe, qué tiene ella que no tenga yo?” Ya Soledad era mayor, y Monagas le contesta, medio por lo bajo, porque le tenía miedo a su mujer: “Tú, Sole, tienes lo mismo, pero hace más tiempo que lo tienes”. Carmen Laforet, que fue el primer premio Nadal (con la novela Nada), dice en el prólogo de la obra que es el libro más importante escrito sobre las islas Canarias y que el personaje de Pepe Monagas está vivo.”

-Hubo una época en que el actor Pepe Castellano popularizó a este personaje.
“Le perjudicó que en los cassettes se ponía Pepe Monagas. Quizás fue su gran error, porque en el guion, por ejemplo, del famoso Viaje a Venezuela, golpes como lo de las manchas de moscas o cagarrutas, que todo el mundo conoce y cree que son de Pancho Guerra, pues el autor es Castellano… Pero yo creo que Monagas impresiono tanto a Pepe Castellano que murió feliz sintiéndose identificado con él.”

-¿Es verdad que terminó sus días por una indigestión tras una hartada?
“Eso se comenta entre la gente mayor de Tenerife que conoce bastante a Pepe Castellano, pero yo no lo he ratificado. La figura clásica de Pepe Castellano nos lo muestra sentado en una caja de vaya-vaya. El vaya-vaya era la bebida más popular para nosotros, los niños de Gran Canaria. Tomábamos en los cines un vaya-vaya y un mata-hambres, que le decíamos; valía 1,25 y era la auténtica bebida popular. La radio lo anunciaba con un eslogan que se hizo popular: “Vaya donde vaya, tome un vaya-vaya”. Era un eslogan publicitario muy de la época. Todavía cuando un camarero veterano en el Parque Santa Catalina te pregunta “¿qué va a tomar?”, si le dices “tráigame un vaya-vaya”, le sale una sonrisa espontánea, porque le recuerda a su juventud.

-¿Por qué pasó de moda Pepe Monagas? Muchos canarios no saben quién fue y se van a enterar por usted ?
“Como dicen los políticos, me alegro de que me hagas esta pregunta. En efecto, hoy hablas tú de Pepe Monagas y de Pancho Guerra y se les confunde. Las personas mayores sí lo recuerdan de manera automática con un gran agrado. Lo descubrí en 1976, en una reedición que hizo el Plan Cultural del Cabildo de Gran Canaria, que dirigía don Agustín Millares Carlo, aquel sabio que en paz descanse.

-Usted es profesor titular de Historia de América de la Universidad de la Laguna, imparte la asignatura Historia de las relaciones Canarias-América, y es autor de una obra fundamental, una tesis doctoral que obtuvo el premio Viera y Clavijo sobre la emigración canaria en el siglo XIX. Hago este inciso porque en los cuentos famosos de Pepe Monagas hay un gran aliento americanista. Y luego está, como citó antes, el célebre relato de creación propia de Pepe Castellano en su continua invocación a Monagas: El viaje a Venezuela ?
“Una pandilla de amigos se embarca para allá. Fueron sesenta y el último que llegó al barco era Juan el largo: el hombre, cuando el viaje se puso feo por un temporal, le insistía a Gregorito: “Saca el napa, Gregorito”. Esa frase se convirtió en un latiguillo de la época. En el barco iban: maestro Gregorio, el tuerto, que era zapatero, Manuel Garepa, Pancho Rapadura, Juan Roli, Tomás el Chato y, por supuesto, ese hombre que estaba ansioso por llegar ¡Qué humor aquel! Humor canario auténtico. ¡Y qué humor el de hoy!, El de Manolo Vieira, Juan Luis Calero, Jaime Marrero, o Cho Pacheco el nuestro de Tenerife, todos ellos son herederos de Pepe Monagas. Calero recitaba subido a una mesa monólogos de Pepe Monagas; por tanto, hay una saga muy interesante dentro del humor canario y que no va a desaparecer.”

-Pepe Monagas emigró a Cuba. ¿Cómo le fue?
“Como todos los canarios de su generación (décadas de los 20, 30, 40), tenía metida la Habana en la cabeza.”

-La tenía plantada en la cabeza, como se decía entonces?
“La tenía plantada en la cabeza. Cuba era la madre de todos los sueños canarios. Precisamente, en la portada de mi libro, junto al subtítulo largo No hay más verdad que Pepe Monagas, reivindicación del humor en la historia de Canarias, él aparece escribiéndole a su cuñado en la isla de Cuba, sentado en el despacho de los pobres, que es la cocina…Todavía existen muchos despachos de los pobres, muchas cocinas, aunque ya también se escribe en los bares. Hay una anécdota muy interesante con relación a esa filosofía de no trabajar o trabajar lo mínimo de Pepe Monagas, y es que se enteró por un paisano que venía de Cuba, que su cuñado Pablo Santana o Pablo Cabrera, lo llama de las dos maneras, había muerto envenenado de la leche que él preparaba a los habaneros de entonces, es decir, le echaba agua y esas cosas. Pero, en realidad, estuvo muy malo por tomar la leche que él mismo hacía y, al cabo de los “años miles”, como dice Pepe Castellano, una carta de pocas letras llega a la casa de Soledad Santana, en la que le escribe su hermano Pablo. Estaba vivo y le decía que venía al puerto de Las Palmas y, como todo el mundo cuando suele hacer un viaje, le escribe a un amigo o a un familiar para que lo vaya a buscar. Entonces, dijo Pepe Monagas: “Ya cayó qué hacer. Ya me extrañaba, Soledad, que tu hermano muriese sin dar la lata”. Como le hacía caso a Soledad, él estuvo todos los días yendo al muelle a esperar a Pablo Carrera o Pablo Santana, aunque luego le cayó mal, porque vino, como él dice, fachento, echándoselas, hablando de Cuba…”

-¿Como un indiano … ?
“Como un indiano: “No hay casas como las de Cuba”, “no hay Malecón como el de Cuba”, “La Habana no tiene comparación”… Y eso a Pepito Monagas le cayó muy mal.”

-¿Para quién escribe Pancho Guerra, para un público selecto o masivo?
“A quien lee los cuentos, por muy joven que sea, le atrapa, porque el ritmo, la prosa de Pancho Guerra es realmente extraordinaria.

-¿Es cierto que amenazaba cada dos por tres a su Soledad con irse para Cuba cuando se cabreaba?
“¡Ah!, sí, siempre, siempre que se enfadaba con Soledad, a la cual, por cierto, sacaba muy poco. Una vez la sacó al teatro, como decían los machistas…”

-¿Monagas lo era?
“Sí, claro, muy machista. Como digo, la sacó una vez al teatro a ver a un tal Estaño, un cantante de ópera que cantaba bien, como Alfredo Kraus que en paz descanse, y que tenía un gancho extraordinario para las mujeres. Algunas de las damas de la burguesía de Vegueta se desmayaban; incluso, Pepe sacó ese día a Soledad de la emoción por ese personaje y le dijo al oído lo siguiente para que nadie lo oyera, a media voz: “Soledad, yo te perdonaría si me hubieses sido infiel con ese hombre”.

-Pepe Monagas estuvo en Tenerife. A semejanza del Quijote, solía tener desavenencias con los adversarios más inesperados, y así fue también en La Laguna, ¿es cierto?
“Estuvo dos veces en Tenerife, y al cuarto de hora se hizo amigo de los universitarios, sobre todo, de los que no estudiaban y sólo lo hacían en la víspera de los exámenes con las chuletas preparadas por sus novias. Entonces, la calle de la Carrera fue testigo de las cuitas de Pepe Monagas. Le gastaban bromas. Una vez lo vistieron de monje franciscano; fue muy gracioso.”

-¿Es verdad que le pegaron una vez por discutir sobre el Teide?
“Eso fue en Santa Cruz. Había un personaje, creo que de Arona, que había venido a una corrida de toros, y defendía que el pico del Teide era el más alto de España, y Pepe Monagas decía que no, porque era un nacionalista, un impulsor del nacionalismo. Hoy sería nacionalista, y lo digo con todas las consecuencias; hablaba siempre de la gente de pa fuera. Y Monagas decía: “No, el pico del Teide es el más alto de las islas Canarias, que eso que están ustedes diciendo es de pa fuera”.

-Esta investigación histórica que ha llevado a cabo sobre Pancho Guerra y Pepe Monagas es toda una rareza; en contadas ocasiones, el historiador elige el humor como objeto de estudio.
“Estaba trabajando en un sueño, como le gusta decir mucho a Juan Cruz, estaba trabajando en el sueño americano, y a mí me aparecía permanentemente el mismo sueño: Pepe Monagas. Entonces, escribí El sueño americano, con un subtítulo de Pérez Minik: El canario, cuando sueña, sueña en América Latina. Luego me salió un segundo tomo: Indianos, godos e isleños brutos, y más tarde me metí en: Un indiano canario, mitos e historias. Pero siempre, en casi todas las páginas, aparecía Monagas. Y ése es el origen de que un libro se convierta en trilogía y al final en tetralogía, donde decimos que no hay más verdad que Pepe Monagas y, por supuesto, queremos reivindicar ese humor, aunque a veces Pepe Monagas decía: “Al canario le hace falta un poco de mala leche que yo tengo de Tabaiba”. Y ahora han demostrado unos psiquiatras italianos, en la Universidad de Florencia, que tener mala uva es sano, que ser bueno es malo para la salud, y que, de vez en cuando, uno tiene que enfadarse como desahogo, con lo cual Pepe Monagas se adelantó a su tiempo, como se adelantó a su tiempo cuando dijo que don Juan Tenorio no era un hombre como nosotros.”

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