santa Úrsula

Olegaria Cabrera: “Si no fuera por la piscina, ya estaría enterrada hace tiempo”

Olegaria Cabrera Expósito tiene 88 años, nada todos los días y hace aquagym, su secreto para mantenerse bien de cuerpo y mente y por eso le preocupa la situación del complejo
Doña Olegaria derrocha energía y vitalidad todas las mañanas en la piscina municipal, donde acude a nadar para estar "como una puncha" a sus 88 años. Mario González
Doña Olegaria derrocha energía y vitalidad todas las mañanas en la piscina municipal, donde acude a nadar para estar "como una puncha" a sus 88 años. Mario González
Doña Olegaria derrocha energía y vitalidad todas las mañanas en la piscina municipal, donde acude a nadar para estar “como una puncha” a sus 88 años. Mario González

El día que no se escuche a Doña Olegaria cantando en el vestuario es porque algo irá mal. También, cuando no llegue con los labios pintados, ya que si de algo puede presumir, además de derrochar positivismo y alegría, es de ser muy coqueta.

Olegaria Cabrera Expósito tiene 88 años y es el alma mater de las mañanas de la piscina municipal de Santa Úrsula, donde acude religiosamente todos los días. Y no solo entre su grupo de compañeras, sino en el complejo en general, donde saluda a todos los usuarios y trabajadores, sin distinción de edad ni sexo. “Adiós amigo”, le grita a un hombre mientras charla con este periódico.

Aunque no sepa sus nombres, ella siempre da los buenos días, pregunta cómo están y hasta les canta la estrofa de una canción. “Si no nos reímos y la pasamos bien, ¿qué nos queda?”, sostiene.

Esta mujer, que confiesa que quiere llegar a los cien años, nació en el barrio de Benijos, en los altos de La Orotava, pero cuando se casó su marido “la trajo” a Santa Úrsula, donde reside desde hace 64 años.

Su esposo trabajaba unos terrenos hasta que entró en la refinería, en Santa Cruz, así que no le quedó otra opción que hacer las labores que él acometía y compatibilizarlas con las del hogar y el cuidado a sus cuatro hijos, tres mujeres y un varón, a quienes trajo al mundo solo con la ayuda de “una de esas mujeres amañadas, que se comprometió a meter la mano donde no le pertenecía, porque en esa época no había parteras con título. Y bien guapitos que me salieron”, subraya.

“Yo hacía trabajos de hombre. Me echaba la máquina al hombro y me ponía a sulfatar las papas y las piñas de plátano porque no me quedaba más remedio”, cuenta.

Aprendió a nadar de mayor, cuando rozaba los 74 años y desde entonces no ha parado. Conoció el mar con 20 años, “porque allí arriba en Benijos, se veía de lejos, y con esa edad, en esos tiempos, se vivía como si fuésemos ahora unos niños, todos alejados, no teníamos luz” y ella “no sabía ni leer ni escribir”.

Sus comienzos fueron en la piscina del hogar Santa Rita, en el Puerto de la Cruz, en 2005. Allí estuvo seis años y medio y nadie la motivó a hacerlo. Empezó “de novelera”, porque el Ayuntamiento puso transporte y la llevaba. Pero solo iba dos veces a la semana dado que en el coche solo cabían ocho personas y había que turnarse para que todas pudieran disfrutar. Pero como no se resignaba a quedarse en su casa el resto de días, cogía la guagua hasta la ciudad turística y después otra urbana para trasladarse hasta Santa Rita. La misma rutina la repetía para regresar a su casa.

Aunque en la piscina hacía pie, cogió miedo porque veía “ese charco tan grande” que pensaba que no iba a poder. Sin embargo, explica que “se iba agarrando por los lados, se ayudaba con un churro” y así, poco a poco, consiguió empezar a nadar.

En junio de 2011, cuando abrió el Complejo Deportivo de Santa Úrsula no dudó en cambiarse. Estaba más cerca de su domicilio e iba mucha gente que ella conocía. El recinto dispone de dos espacios acuáticos, uno para uso deportivo, con una profundidad de 1,80 metros y 8 calles, y otro más pequeño, destinado también a rehabilitación, con una profundidad de 1,40 metros.

Al llegar empezó a nadar en este último, pero “como es muy atrevida y no tiene miedo”, le preguntó a uno de los monitores si podía pasarse a la mayor y nunca más salió. “Nadaba y nadaba y no hacía el aquagym “, relata.

Doña Olegaria, como la conocen todos en el complejo, presume de nadar 500 metros. “Para edad que tengo es mucho pero yo me siento bien”, bromea.

No falla ni un solo día, es parte de su vida, y por eso se niega a creer que “nadie haga nada para evitar que se cierre, como dicen por ahí”.

Se refiere a que la situación de la piscina es incierta tras la decisión de la empresa concesionaria Eulen de dejar prestar el servicio el 31 de mayo por no tener los beneficios esperados. Pero hasta el momento y pese a que el tiempo apremia, no ha presentado su renuncia de forma oficial y por lo tanto, el Ayuntamiento no puede actuar ni sacar a licitación un nuevo pliego de condiciones.

Es lo único que por momentos consigue opacarle la sonrisa. “¿Que si me preocupa? Claro que me preocupa y mucho, pienso todo el día, porque lo que me tiene a mí así de bien es la piscina. Si no fuera por ésto, yo estaría enterrada hace tiempo. Y no vengo más porque no vivo más cerca porque sino, repetía por la tarde”, asegura.

La incertidumbre de Olegaria también la tienen todos los usuarios de la instalación y sus compañeras, un grupo de la tercera edad con el que acude cada mañana, se divierte y hace bromas continuamente, tanto dentro como fuera del agua.

En la guagua que a diario las lleva hasta el complejo y las regresa a su casa siempre advierte: “Somos todas mujeres así que lo que hablamos aquí, aquí se queda”. Además de reírse mucho “dicen locuras y Manolo, el chófer, se parte de risa”. Y cuando se hace silencio, sus amigas dicen que ella es la primera que lo rompe: “Qué van a comer hoy?”, le consulta al resto.

Es la más bromista, la que siempre está buscándole las cosquillas a sus compañeras. También a los monitores, “todos chicos buenísimos”, y nombra a Jose ‘el palmero’, porque le gusta hacer chistes como a ella, y a quien siempre le pide un “numerito” de lotería cuando se va para su isla por Navidades.

“Y así voy pasando la vida que me queda, porque yo pienso llegar a los cien años, así que me van a tener que hacer otra entrevista”, advierte de manera pícara.

Nunca ha tenido nada. El médico solo la ve dos veces al año para recetarle unas pastillas para la tensión. “Un día le dije que si todos sus pacientes eran como yo, se iba a quedar en el paro”. Aún así, siempre que la ve le formula la misma pregunta “¿Qué tiene Olegaria?”. Y su respuesta también es la misma desde hace años: “Yo nada, estoy como una puncha”, contesta ella.

Un servicio gratuito desde que se inauguró la instalación

El transporte que lleva a Olegaria y a sus compañeras todos los días a la piscina municipal es un servicio gratuito que el Ayuntamiento presta de lunes a viernes desde que se inauguró la instalación y que está cubierto al 100%. Un minibus de 8 plazas y otro de 14 realizan tres viajes diarios que benefician a 30 personas. La mayoría de usuarios son mujeres mayores y con movilidad reducida. Se presta por las mañanas, en las horas de clase con más demanda, como el aquagym, ya que por la tarde no ha habido peticiones

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