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Las nuevas caras del paro

El desempleo aumentó en agosto en 511 personas en Canarias, donde ya hay 87.211que no reciben ningún tipo de prestación económica. En el conjunto de España, el incremento fue de 54.371 parados
Oficina empleo Madrid

Los nubarrones de la economía no solo hay que ir a buscarlos a las cumbres del G7. Basta con bajar a la oficina del paro que hay al lado de casa, donde no se suele hablar de la guerra comercial entre China y EEUU, el enfriamiento económico de Alemania, la crisis argentina o las consecuencias del brexit. Allí, la gente se acerca a la puerta a apurar un cigarrillo o se sienta pacientemente con la carpeta de plástico descansando en el regazo esperando que les llamen. Y en el mes de agosto, en Canarias, han sido 511 personas más, según el Ministerio de Trabajo. 54.371 personas en toda España, el mayor aumento en ese mes desde 2010.

Son gente como Nina, de 43 años, de El Rosario, que estudió FP para ser gobernanta de piso en un hotel y que mantiene la sonrisa a pesar de que estuvo tan poco tiempo en su último trabajo, seis meses en un Burger King, por el que no va a tener prestación. Según datos del Ministerio de Trabajo del mes de julio, hay 87.211 parados en Canarias que no cobran ningún tipo de prestación ni subsidio.
Dice Nina que se casó pronto, que se dedicó a sus hijos, que trabajó durante años limpiado casas sin que nadie cotizara por ella, que se separó y empezó a buscar trabajos normales, de esos que un día permiten cobrar pensión. Y que la cosa está cruda: “Con cuarentaipico ya nos consideran viejos”, afirma. “No te dan oportunidades y siempre te piden experiencia”. A pesar de eso, ella se levanta todos los días, peleona, a seguir buscando trabajo . En la calle o por Internet. “Aunque si no tienes un conocido, no entras, funciona por manga”.

También patea la calle Ángel, de 22 años, que tiene dos hijos pequeños y que regresó al paro hace poco más de un mes después de de tres trabajando a media jornada. Su compañera tampoco trabaja y solo tienen una ayuda familiar de 243 euros al mes que no les da para nada. Así que sale todos los días con su carpeta llena de currículos para repartirlos. Aunque siempre que deja uno en un negocio, se cerciora de que están interesados: “15 céntimos en fotocopias por cada lugar que visito son muchos céntimos como para que las tiren a la basura”, afirma.

Lo suyo ha sido la hostelería: bares, tascas, guachinches. “¿Me gusta? Pues no es que me guste, pero es de lo que más hay, de lo que te suelen llamar. Otras cosas son más complicadas”. Quizá por eso se arrepiente de haber dejado de estudiar: “Mucho, muchísimo”, dice con un asomo de melancolía. “Aunque conozco a gente con grados que ha cotizado menos que yo”. Pero la hostelería es dura como las piedras. “Estoy cansado de hacer 13 o 14 horas por 600 euros”.

Igual de difícil se le hizo la vida a Luci, que va a cumplir 61, y durante los últimos años ha hecho un máster en precariedad. Después de 25 años trabajando en una gestoría y en una tapicería haciendo labores de administrativa, se fue a la calle por el cierre de su empresa y tuvo que empezar a trabajar de limpiadora con contratos breves por sustitución. “Fue muy duro, pero tenía que hacerlo”. Consiguió que le hicieran un contrato más estable, pero tras una discusión sobre los días que le correspondían de vacaciones, la despidieron. No quiere decir el nombre de la empresa. “Solo hablarlo me pone mala”, dice. “Fueron unos sinvergüenzas. Como dije que no firmaba, uno de la empresa me bloqueó la puerta y me dijo que no salía de allí”.

-“¿Y por qué no dice quiénes fueron, qué problema hay?
-Somos bobos, tenemos miedo a hablar”.

“La precariedad produce lo que Richard Sennet denominó ‘la corrosión del carácter”, afirma José Saturnino Martínez, profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna. “Se produce una pérdida de sentido respecto al trabajo, hay un mayor porcentaje de población proclive a la depresión y un horizonte de falta de estabilidad personal”. Según Martínez, en sociedades como la canaria, los fuertes lazos sociales y familiares actúan como amortiguadores. Pero no basta. Así que políticas públicas como la implantación de una renta de ciudadanía, como ha prometido el nuevo Gobierno de la izquierda canaria, pueden ser fundamentales. “El estudio que se hizo en Finlandia sobre la renta de ciudadanía demostró que disminuía el estrés y la ansiedad entre las personas con malos vínculos laborales”.
“En el desempleo, los primeros dos meses te los puedes tomar como unas vacaciones”, comenta la psicóloga sanitaria Laura Castellano. “Pero con el tiempo, si no te sientes útil y no tienes nada que hacer, puede comenzar un proceso ansioso o depresivo”. Según Martínez, aunque la vulnerabilidad es mayor en los sectores más desfavorecidos, estos procesos de inestabilidad psicológica también se producen en entornos acomodados.

Para evitar el desánimo, Sandra, de 44 años, se va a poner a estudiar un grado superior. Durante 23 años fue administrativa de una multinacional que ahora ha decidido recentralizar sus servicios. Aunque está muy activa, es perfectamente consciente de las sombras que hay en el horizonte. : “Me pillas al principio, pero igual dentro de dos años te digo que esto es un asco”.

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