“¿Lengua o lenguaje de signos. Qué creen ustedes?” Lengua, responden los alumnos de Quinto A. Lidia asiente y explica que es así porque la lengua de signos está reconocida como una lengua más mientras que el lenguaje es un sistema que las personas pueden utilizar para comunicarse.
La docente sigue adelante con su clase. “¿Persona sorda o sordomuda? “Sorda, afirma la mayoría. Y aclara que las personas sordas no tienen por qué ser mudas, ya que estas últimas tienen las cuerdas vocales dañadas y por eso no pueden hablar, mientras que los sordos no han aprendido a hacerlo pero no tienen ningún problema físico que se los impida. “Ustedes son los encargados de cambiar el mundo y van a corregir a las personas que lo digan mal”, subraya Lidia Domínguez Hernández, la primera maestra sorda signante de Canarias y España que ha obtenido plaza en las oposiciones y se ha incorporado al Colegio de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Ernesto Castro Fariña, en Tacoronte, donde permanecerá, al menos, durante cinco años.
La joven maestra lleva al grupo a un campo en el que sabe que atraerá su atención, sobre todo a los varones: el fútbol. Al hacerles razonar si una persona sorda puede o no ser futbolista, todos dijeron que sí pero sin terminar de entender cómo se desenvuelve en el campo. Lidia les contó que dos semanas atrás había tenido lugar un partido de fútbol entre los clubes deportivos de sordos de Tenerife y su homólogo de Las Palmas. La única diferencia con cualquier otra liga era un pañuelo, cuando el árbitro lo levantaba, todos miraban hacia él. “Las personas sordas oímos con los ojos”, dijo.
Fueron decenas de muros los que ella derribó para llegar a ser funcionaria y sin ayuda, primero en el instituto y luego en la universidad, donde tuvo que conseguir intérpretes de lengua de signos. Después de superar estos obstáculos, su objetivo se centró en buscar una academia que la preparara en igualdad de condiciones, es decir, que no le supusiera más dinero que al resto de personas, y finalmente presentarse a las oposiciones. Lo hizo a la primera.
La lengua de signos se imparte en el CEIP Ernesto Castro Fariña como parte de la asignatura de Lengua y la enriquece, adaptando los contenidos a cada uno de los niveles, con lo cual, los más pequeños llegarán al finalizar los estudios de primaria con uno muy alto y hablarán una tercera lengua que se sumará al inglés y el francés.
Este proyecto, único en España, se imparte por primera vez este curso escolar aunque no estaba contemplado inicialmente en el programa. Gracias a la incorporación de Lidia, permite hacer frente a una realidad -hay seis alumnos sordos- y al mismo tiempo, dar una respuesta educativa con un nuevo recurso que ofrece el centro, que es preferente en discapacidad auditiva y que ya tiene un aula con tecnología avanzada para los alumnos con implantes cocleares o audífonos.
Igual que en el fútbol, cuando un entrenador hace el equipo en función de los jugadores que tiene, el equipo educativo del CEIP Ernesto Castro Fariña diseñó un proyecto que gira en torno a la lengua de signos que es único en España y que tiene al frente a la ‘Leo Messi’ de la educación, una joven de 35 años vecina de El Sauzal.
Lidia no nació sorda. Cuando tenía 7 años se enfermó de bronquitis y varicela. Tomó unos antibióticos muy fuertes recetados por el médico con una dosis mayor a la que le correspondía por su edad. Un día despertó y empezó a oír menos. Con esa edad, y sin conocer a ningún niño sordo, pensó que el mundo era así, y que ella era la única persona que sufría pérdida de audición.
Concienciación
En el colegio la pasó “muy duro” porque los niños no estaban concienciados de su discapacidad. “Eran seis horas de clase perdidas en las que no entendía nada”, pero que compensaba leyendo cuando llegaba a su casa.
Al entrar al instituto de Los Naranjeros, en Segundo de la ESO, había más personas como ella que se comunicaban a través de la lengua de signos y la quiso aprender “para poder entender todo lo que el profesor iba diciendo. Ahí se me abrieron todas las puertas”, relata.
Era buena estudiante y tenía la ventaja de que le gustaba leer mucho y siempre iba adelantada a sus compañeros, porque hacía las cosas solas en su casa.
Al llegar a la Universidad de La Laguna, los estudios le costaron un poco más porque los intérpretes no estaban a tiempo completo. Por suerte, tuvo la ayuda de sus compañeros, que tomaban apuntes con hojas de calcar que ella les daba y luego los pasaba a limpio. “El trabajo es el doble para una persona sorda, pero es lo que tienes que hacer si quieres salir adelante”, recalca.
Sin embargo, terminó la carrera a tiempo. Después fue a varios colegios a enseñar lengua de signos. Allí pudo llegar a niños y niñas sordos que, como ella, “pensaban que eran los únicos así”.
En este sentido, la joven maestra sabe que es un ejemplo para muchos estudiantes y al mismo tiempo, es consciente de la gran responsabilidad que tiene. Una niña en un colegio de Icod de los Vinos quería ser peluquera y luego de conocerla, optó por ir a la universidad y estudiar Magisterio, como ella.
En su caso, siempre quiso ser maestra, porque “quería compensar a los niños de ahora, para que no les pase lo mismo que a mí”, confiesa.
Lidia Domínguez contó su historia y los obstáculos a los que tuvo que hacer frente para poder alcanzar su sueño delante de algunos de sus alumnos, del director del colegio, José Juan Cruz Alayón, y de la presidenta de Funcasor, Isabel Teresa Gómez. Este es una de las tres entidades que trabaja en el ámbito de esta discapacidad junto con Fasican (Federación de personas Sordas de Canarias) y Asorte (Asociación de Personas Sordas de Tenerife), todas con diferentes maneras de ver las cosas pero con un objetivo en común: facilitarle la vida a las personas con sordera.
Esta última también se dirigió a los pequeños haciendo hincapié en que en el mundo de la sordera hay muchas personas que han nacido sin problemas y se quedaron sin oír “por mil causas y eso les puede fastidiar la vida”. No obstante, también se puede ser como Lidia “y coger el toro por los cuernos”.
Isabel les avisó que en estos momentos hay muchos problemas para encontrar intérpretes de lengua de signos, un campo que ellos tendrán ganado gracias al proyecto que desarrolla el colegio. “Tienen el privilegio de ser los únicos de España. No desperdicien esta oportunidad teniendo a Lidia”, les aconsejó.
La discapacidad invisible
Una persona ciega lleva a su pedro guía, una que no puede caminar, va en silla de ruedas o con muletas, mientras la que tiene discapacidad intelectual se le nota en su actuación y también en sus facciones. Sin embargo, una persona sorda, aunque tenga implantes, no se les ven y por lo tanto, es una discapacidad invisible, y al serlo, “no existe”, asegura la presidenta de la Fundación Canaria para las Personas Sordas y Familia (Funcasor) Isabel Teresa Gómez. Una idea general que suele tener la población en general y eso hace que sea muy complicado hacerle entender a los demás lo que significa estar privado de uno de los sentidos.