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Día de Todos los Santos: el día para recordar a los que ya no están

Los camposantos de la Isla se llenan cada 1 de noviembre de personas y familias que rinden homenaje a sus seres queridos
Las familias engalanan los nichos con arreglos florales. / FRAN PALLERO

Cada 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, los cementerios de toda la Isla se llenan de las flores de las miles de personas que se acercan a los camposantos para recordar y rendir homenaje a sus seres queridos, engalanando y cuidando sus nichos en esta fecha tan significativa para las familias. Uno de los más importantes y grandes es el de Santa Lastenia, en Santa Cruz de Tenerife, cuyas calles, galerías y patios volvieron un año más a llenarse de familias, aunque la percepción generalizada este año era que había menos gente.
Y es que el buen tiempo anima a aprovechar estos tres días de puente y, además, temiendo las tradicionales colas que se forman para aparcar y adquirir las flores, cada vez son más lo que deciden visitar los nichos familiares los días previos al 1 de noviembre.

Aún así, son muchos los que aún mantienen la tradición en este Día de Todos los Santos. “La tradición se mantiene, pero siempre depende de si el 1 cae entre semana o en fin de semana, porque con el puente la gente se suele ir y a lo mejor enrama antes”, explica Nazaret Pérez desde el puesto de flores Drago Flor.

“Cuando llega la guagua es cuando suele haber más gente. Incluso hay gente que viene, compra las flores, enrama y luego cuando vuelve se lleva flores para su casa también. Lo que más se vende es lo tradicional, el crisantemo, y mucha gente tiende también a las rosas -continúa-. Cada vez hacen más encargos, vienen y dicen las flores que quieren y se llevan el arreglo ya hecho, que pueden ir desde los 5 hasta los 40-50 euros, pero también hay mucha gente que prefiere venir, ver las flores que les gusta y les encanta hacer los arreglos”.

Paseando por el camposanto se podía ver ayer a decenas de estas personas con sus flores, adecentando los nichos y preparando in situ los arreglos florales para sus familiares.

“Vengo por mis abuelos y mi padre y en representación también de mi madre, porque ella no quiere venir porque para ella venir es recordar otra vez todo lo que pasó”, relata Rosa Padrón. “Es un momento para recordar a los familiares y a todas las personas queridas. Es bonito, pero también me parece contradictorio que parezca que solo se les recuerda en estos días, lo ideal sería que a lo largo del año la gente viniera a recordar a sus familiares. Yo vengo de vez en cuando. Por ejemplo, con mi padre, vengo aquí y hablo con él. Pero el 1 de noviembre no falta, por el hecho de: ¿mi padre va a ser el único que no tenga flores bonitas? Da pena que estén las flores secas…”, continua explicando Rosa, a la vez que termina de elaborar el arreglo de este año, con flores azules y blancas.

Hay muchos que se animan también a venir en familia, como Loli Barroso y Ramón Eduardo Rivero, uno de los pocos jóvenes que se ve en la zona, porque la realidad es que se trata de una tradición que no está arraigando tanto entre la juventud.

“Tenemos tradición de venir, ahí tenemos a seis personas, a mi tío, a mi abuela, mi abuelo, mi padre, mi madre y mi bisabuela, y arriba (en otro nicho) tengo a mi suegro y a mi sobrina recién nacida, que murió. Venimos todos los años, en Reyes, Navidad, el día de la Madre, los cumpleaños…, siempre que podemos. Ponemos rosas, lluvia… y como están los restos de un niño que murió en 1974, pues ponemos colores suaves. Se siente tristeza cuando vienes, porque ahí está mi abuelo que fue mi abuelo, pero también mi padre, mi amigo y mi todo. Y mi madre. Se recuerda todo”, explica Loli.

Jóvenes

“Yo también vengo porque las personas existieron y hay que recordarlas. Siento tristeza cuando vengo, echo de menos sobre todo a mis abuelos, que fallecieron él en 2010 y ella en 2011. La gente joven debería venir, se ve poca, tendrían que venir a poner flores a sus seres queridos”, añade Ramón.

Este año la percepción general era que había menos gente en el cementerio. / FRAN PALLERO

Pero son realmente las personas mayores las que más mantienen viva esta tradición de visitar a sus seres queridos en el camposanto. “Esto es una tradición de muchísimos años, porque mi padre murió muy joven, con 48 años, entonces claro, te coge en esa edad en que eres muy niña y lo sufres mucho y vienes y ya te quedas con esa tradición, pero te das cuenta de que hoy en día la gente joven como que no participa mucho de esto…”, indica por su parte Gloria Gorrillo.

“Pero nosotros venimos, y a mi marido le gusta venir a ver a su abuela, ya hemos ido a visitar a mis padres. Mi marido sabe que a su madre le gustaban las rosas blancas, pues entonces procuramos que la rosa sea blanca, a mi madre, nos ponemos de acuerdo los hermanos pero no tenemos una flor determinada, aunque no nos gustan las flores que se usan en los difuntos, los crisantemos, usamos claveles, alguna rosa”, explica.

“Siempre da un poco de tristeza este día, tratamos de pasarlo lo mejor posible, pero tenemos una edad y nos vamos mentalizando y sabemos que nacemos y que hay un final. Es un día para recordar a los que no están, con respeto”, añade Gloria.

Ese es el pensamiento más extendido entre quienes acuden en tal fecha a los cementerios: un día familiar en el que recordar a los seres queridos que se fueron.

Las personas mayores son sobre todo las que mantienen la tradición de enramar los nichos. / FRAN PALLERO

“Es un día para estar en familia, porque para eso es el Día de Todos los Santos, que es para estar en familia”, afirma en este sentido Celestino Barbuzano, que se encuentra en Santa Lastenia acompañado de su mujer Mónica María del Carmen. “Mi madre lleva ya 49 años muerta, y aquí también está mi padre, un hermano, dos tías y un primo. Venimos todos los años y visitamos tres nichos aquí y cuando enramamos pues es a todos”, apunta ella.

“Yo soy de Valle de Guerra, venimos a ver a mi suegra, a mi cuñado, un primo de mujer… Yo vengo a acompañar a mi mujer. Hoy venimos un poco tarde, hay que venir más temprano, porque luego las colas en la carretera y para comprar flores… aunque hoy la verdad es que pensé que habría más gente”, añade Celestino. “Para mí significa mucho estar aquí porque yo apreciaba un montón a mi suegra, mi mujer me decía que la quería más que a la hija -rememora-. La verdad es que la quería un montón”.

“Mi madre era mi madre pero también mi amiga”, añade su mujer.

Y es que cada 1 de noviembre es un día en el que, junto a los nichos y las flores, afloran también los recuerdos de los que ya no están.

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