
Llevan poco más de dos semanas viviendo en Candelaria, concretamente en la residencia municipal Aurelio Portugués, en Igueste, y ya han hecho sus amigos de juego en el polideportivo del barrio, a donde acuden casi todas las tardes, acompañados por dos trabajadoras de Cruz Roja y por una ristra de balones. Son, como cualquier niño, una esponja y ya se les oye alguna palabra en español.
Hablamos de una decena de niños inmigrantes que dejaron atrás un viaje del que sus madres no quieren hablar. Cruzaron varios países africanos hasta embarcar en Mauritania o Senegal hasta cualquier lugar de Canarias, aunque algunas de ellas, para despistar -no suelen dar datos reales por miedo a la extradicción- dicen que han venido nada menos que de Comoros (al norte de Madagascar). Niños que van desde un año hasta los 14 y que residen en Igueste junto a sus madres. Pequeños que sonríen cada vez que salen a la calle, como lo hicieron el domingo en La Noche de los Sueños, la singular cabalgata de Reyes en el entorno de la plaza de la Patrona, o cuando recibieron el día después algunos regalos, algunos de ellos nuevos balones para compartir con sus nuevos amigos en el obsoleto polideportivo de Igueste, donde también comparten bicicletas o patinetes. No hay distinción, todos son niños y disfrutan como tales, mientras sus madres les esperan en la residencia, muchas de ellas pegadas al móvil hablando no se sabe bien con quién o con quienes, pero seguro que dándole la buena nueva de que el Dorado para ellas no está tan lejos. Ni madres ni hijos están retenidos en Igueste, dicen desde la Cruz Roja, aunque hay una vigilancia que cumplir según el protocolo de la Delegación del Gobierno.

En la residencia, los migrantes africanos disponen, además, de profesores de español, con traductores de francés y árabe, y hace unos días se habilitaron unos ordenadores en la planta -1, compatible con el comedor para 24 comensales y una cocina con lavadora e secadora. Aunque algunas de las madres ha querido hacer de comer, por lo pronto es un catering el que está encargando de dispensar las tres comidas diarias.
En total, son 31 personas, casi el máximo que permite la residencia municipal, son las que hacen vida diaria en el inmueble cedido por el Ayuntamiento a la Delegación del Gobierno tras la petición de esta a los consistorios de toda Canarias para que cedieran instalaciones para albergar a los inmigrantes, hasta que se reabran algunos CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) cerrados en Fuerteventura o Gran Canaria.
Según relata el subdelegado del Gobierno, Javier Plata, solo Candelaria y Santa Cruz de Tenerife ha respondido afirmativamente a la carta enviada por la Delegación del Gobierno hace tres semanas en solicitud de instalaciones para albergar ocasionalmente a los inmigrantes llegados en las últimas fechas a Canarias a través del mar. Desde la Cruz Roja Provincial, que es quien gestiona estos centros con personal laboral y voluntarios -unas ocho personas en el caso de Igueste- se apunta que es muy probable que a esta iniciativa se sume también Garachico y Arona, si como se presume prosigue el aumento de migrantes llegados en pateras, que en 2019 duplicó el número (2.668) con respecto a 2018, aunque muy lejos aún de la gran avalancha de 2006, cuando llegaron a las Islas unas 30.000 personas.