
Sin carretas y caballos, pero con coches, barcos y aviones. A semejanza de la película La Conquista del Oeste, miles de personas han ido poblando el Suroeste de Tenerife casi desde el mismo año (1962) del estreno de aquel legendario film de cuatro conspicuos directores (John Ford, Henry Hathaway, George Marshall y Richard Thorpe). Y también hubo pioneros como Rafael Puig y su hijo Santiago, con los que comenzó la conquista del Sur en 1965 y se materializó un año después al crear Playa de las Ámericas.
A partir de ese momento, el inicial turismo sanitario de Los Cristianos dio paso al turismo de masas; y con el tiempo, las tomateras y plataneras se fueron su-pliendo por hoteles y campos de golf; y los riscos, por playas artificiales. Y mientras, nacía la autopista del Sur, que enlazaba la capital con Los Cristianos. Y se acercaba el tráfico marítimo de las islas menores. Y trabajadores de la agricultura y la pesca dejaron el sacho y las nasas para convertirse en albañiles y camareros.
Por el camino, las medianías de Guía de Isora, Arona y Adeje se iban despoblando, mientras crecía la costa y los núcleos urbanos al borde de la nueva vía, que reducía en más de dos horas el trayecto Santa Cruz-Los Cristianos para dar cobijo a la mano de obra venida de la Isla, de fuera de la misma y a emigrantes retornados. La autopista fue, sin duda, el gran impulso que necesitaba el Sur para salir del ostracismo.
La vivienda, imposible
En el último medio siglo, el Sur no ha parado de crecer. Y no ha dejado de seguir siendo el Dorado para miles de trabajadores que encuentran en los hoteles, en la construcción o en el sector servicios su alimento diario. Muchos dejaron sus familias en el Norte o en La Gomera para trasladarse hasta Granadilla, Arona, Adeje o Guía de Isora, aunque también los hay quienes proceden de otros pueblos del Sur o del área metropolitana. Y la tendencia prosigue hoy, aunque en menor escala porque lograr vivienda en el Sur se ha convertido en una tarea complicada. Tan- to, que son muchos los ciudadanos que reniegan de un trabajo por ello; o prefieren trasladarse en coche o en guagua, pese a la pérdida de tiempo y nervios en interminables colas.
La falta de formación de la población nativa, sobre todo en idiomas, ha permitido, a su vez, la llegada masiva de mano de otra extranjera, tanto europea como sudamericana, mientras que ciudadanos asiáticos (chinos e indios) copan buena parte del comercio, junto a las cadenas multinacionales. Y así, en medio siglo, el Sur ha pasado de ser el gran desconocido de Tenerife a convertirse en el motor económico de la Isla.
A día de hoy, no es extraño que el Sur sea la comarca más próspera y, por ende, aquella que más ha aumentado la población. Solo en los veinte años del presente siglo, los doce municipios del Sur que van desde Candelaria hasta Santiago de Teide han pasado de tener 145.000 habitantes a 300.000. O lo que es lo mismo, la población se ha duplicado. Y contando solo aquellos que están empadronados. No se contabilizan, por tanto, aquellos turistas-residentes que pasan la mitad del año en sus apartamentos de Los Cristianos, Costa Adeje, Playa Paraíso, Los Gigantes o El Médano; ni aquellos que hacen su vida en los municipios del Sur pero duermen en el área capitalina o en Norte.
Basta solo con ponerse en la TF-1 a las siete o las ocho de la mañana para ver el río de vehículos que se trasladan al Sur y los escasos que, por ejemplo, traspasan a esa hora los túneles de Güímar en sentido contrario. Esa imagen es el reflejo fiel del movimiento laboral y poblacional que ha experimentado la comarca sureña. Y dentro de ese crecimiento poblacional cabe destacar el protagonizado en los últimos veinte años por Adeje y Arona, los principales receptores turísticos de la Isla. Así, ciñéndonos a las cifras oficiales a 1 de enero de 2019, Adeje dispone de 47.869 habitantes, por los escasos 14.007 del año 2000. Y el avance de Arona ha sido similar: desde el Ayuntamiento afirman que la población se acerca a los 100.000 habitantes, aunque oficialmente se cifre en 81.216.
Otros dos municipios turísticos, Guía de Isora y Santiago del Teide, han crecido más moderadamente, mientras que Granadilla y San Miguel de Abona casi triplican su población, básicamente por convertirse en dormitorios de los trabajadores turísticos. Y San Isidro, con más de 20.000 residentes, es el principal ejemplo, además de tener en su suelo grandes infraestructuras como nicho de empleos.
Eso sí, ninguno de los doce municipios sureños ha perdido habitantes este siglo, aunque en 2018 lo hizo Arafo, todo lo contrario que Candelaria, que crece al ritmo de principios de siglo [se urbanizó Punta Larga] acercándose a los 30.000 habitantes, mientras Güímar ya logró el reto de alcanzar los 20.000 vecinos.
Y dentro del análisis poblacional no hay que olvidar que el Sur cuenta con la mayor colonia extranjera de Tenerife. Y ahí destaca, por este orden, la presencia de italianos, que solo en Arona y Adeje significan el 10% de la población; seguidos de ingleses, alemanes y rusos. Mientras, los venezolanos, colombianos y cubanos son mayoría en Granadilla, destacando en todo el Sur la presencia de ciudadanos chinos y marroquíes.