Hermigua, una localidad gomera con algo menos de 2.000 habitantes, se estrenó en España con el primer caso de coronavirus. Fue un turista alemán el que, tras asistir a un curso de formación en la empresa de piezas de automóviles Webasto, en Baviera, contrajo la enfermedad de una empleada de la compañía que había viajado desde Shanghái, que ya ha hecho pronunciarse a la Organización Mundial de la Salud recomendando iniciar los preparativos para afrontar una “potencial pandemia”. Otros cuatro compañeros de vacaciones pasaron a estar en aislamiento con carácter preventivo.
Afortunadamente, los protocolos aplicados por la Consejería de Sanidad y seguidos por el personal del Hospital Virgen de Guadalupe permitieron evitar nuevos contagios del denominado Covid-19. Es más, ya recibió el alta y regresó a su país.
Y cuando parecía que podíamos empezar a bajar la guardia, mirando desde lejos el temido virus que ya afecta a otros países con bastante severidad, surgió el segundo caso. De nuevo, en un territorio insular, Palma de Mallorca, ingresaba un ciudadano británico tras regresar de un viaje de esquí a los Alpes franceses, tras contactar con un grupo con cinco positivos.
Tal como establece la normativa, se procedió a su aislamiento y el de las personas que habían tenido estrecha relación con él, a fin de eludir una posible propagación. Poco tiempo más tarde, al dar negativo en los repetidos análisis que se le efectuaron, fue dado de alta, y, como declaró en una carta remitida al Hospital, no tenía sino palabras de agradecimiento por el tratamiento y lanzó un mensaje de tranquilidad, cada vez más necesarios, visto el alarmismo y la histeria que impera en países como Italia, donde la población está desconcertada por el incremento de contagios y muertes. La administración Conte dice que “está todo bajo control”, aunque paralelamente, las autoridades de la Isla Mauricio prohibían el desembarco de 70 turistas de Véneto y Lombardía a bordo de un avión; Austria bloqueaba durante horas un tren procedente de Venecia, y, en la ciudad de los canales, se cancelaba el Carnaval. Sin duda, están ante una situación de psicosis total y sus habitantes, en estado de nerviosismo permanente.
Mientras, Tenerife se sitúa, desde ayer, en el mapa de una enfermedad que aún es objeto de debate entre los epidemiólogos.
