Yo me enamoré (de una forma prudente) de Maribel Nazco durante una estancia de ambos en Nueva York, allá por los principios de los setenta. Ella viajó con su marido. Incluso miré su pasaporte, para comprobar su edad y, sobre todo, para copiar su dirección y escribirle una carta de amor, que nunca le llegaría: no la eché al buzón. Maribel (Los Llanos de Aridane, La Palma,1938) es una de esas mujeres que combina la belleza de su producción artística con su propia belleza y lo hace a la perfección, sin proponérselo. Fíjense que seguimos siendo amigos, aunque nos veamos poco o nada. Fundadora del Grupo Nuestro Arte, que impulsaron Pedro González, Enrique Lite, Antonio Vizcaya (desde su puesto de burócrata) y otros, e integraron, con ella, a Vicky Penfold, Pepe Abad, José Luis Fajardo, Carlos Chevilly, Eva Fernández, María Belén Morales, Yamil Omar, Paco Martínez y más gente, ha sido catedrática de nuestra Facultad de Bellas Artes y se formó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y en la propia Universidad de La Laguna. De niña, al tiempo que corría por la casa familiar de Argual en los años difíciles de la posguerra civil, hoy ve cómo esa casa se derrumba poco a poco “porque yo no voy casi nunca y mis hijos tampoco están muy interesados en ella”. Junto a esa finca lucen, primorosas, las propiedades de los Sotomayor, cuyos predios se asoman a la Caldera de Taburiente. Estamos en los Limoneros. Maribel ha sido propuesta para el Premio Canarias de las Bellas Artes. Ya es hora de que se lo concedan. Su trayectoria me parece asombrosa. Ocupa el tomo 57 de la prestigiosa Biblioteca de Artistas Canarios.
-En ese libro está todo, Maribel, a lo mejor esta entrevista nos sobra.
“No, no está todo y tú lo sabes. Desde luego, estoy muy satisfecha del trabajo de Isidro Hernández, pero siempre se quedan cosas atrás de la vida personal y artística de una”.
-Como cuando el viejo Westerdahl te sentaba en sus rodillas.
“Sí, sí, lo recuerdo. Y también a su esposa, Maud, diciéndome: “Maribel, levántate de ahí, que me lo calientas”. Maud era una mujer dura, pero buenísima con sus amigos. Yo la estimaba mucho”.
-Aquella foto de Jorge Perdomo que aparece en el libro es imponente. Pareces una diosa.
“¿Tú crees? Será cosa del pasado. Mira la edad que tengo ya. ¡Pero si yo era pequeñita!”.
-Levantabas pasiones.
“Eso es que me ves con buenos ojos”.
-En el arte tienes algunos récords. Y algunos premios. Sobre todo, a la hora de tratar metales, cuando abandonaste la pintura.
“No, no la abandoné. Pero sí es verdad que fui la primera que trató el aluminio en Canarias. Y ahora estoy con los grabados. Fíjate que me ha dado por ahí. Pero todo en el arte es apasionante, trabajes en la modalidad que trabajes. Estoy haciendo aguafuertes a la punta seca y me han salido. Seguramente no tan bien como Goya y Rembrandt, claro”.
-¿Vendes mucho? Y perdona la pregunta.
“No, ahora poca gente compra arte. Mira, yo recuerdo que una vez le pedí 300.000 pesetas a la Caja de Ahorros, un préstamo personal, para comprar materiales. El jefe, que era don Juan Cas, le preguntó al director de la sucursal. ¿Y para qué quiere Maribel 300.000 pesetas, será ludópata? ¡Pero si tiene un marido aparejador! Parece que los artistas estamos siempre bajo sospecha”.
-Tu isla natal, que es La Palma, te ha reconocido.
“Le pusieron mi nombre a una calle de los Llanos, calle que no he visto, y el Cabildo de la Isla me nombró Hija Predilecta de La Palma. Por cierto, tengo una anécdota con el presidente. Me llama un señor para proponérmelo y yo le digo que no, que a mí La Palma no me ha dado nada, ni yo a La Palma, y que no aceptaba, que no tenía demasiado interés. Pero resulta que quien me telefoneó era el presidente del Cabildo y yo no lo sabía. Enseguida lo contacté para aceptar la distinción honorífica y decirle que estaba muy agradecida. El acto de entrega fue muy bonito, muy emotivo”.
-¿Cómo se te ocurrió adoptar los metales como materia prima?
“Fue Eduardo Westerdahl quien me animó a hacerlo. Me había fijado en el viejo Balneario, donde había un montón de chatarra, y así empecé con las oxidaciones, haciendo experimentos pero también estudiando mucho. Hasta el punto que don Benito Rodríguez Ríos, catedrático de Química y rector de La Laguna, me dijo en cierta ocasión: “Maribel, ten cuidado porque puedes tener quemaduras internas que tú no ves”. Me asusté un poco pero seguí”.
-¿Eres consciente de que toda esa gente culta de tu entorno se enamoró de ti?
“No, no seas exagerado. Pero sí recuerdo que Eduardo Westerdahl, que siempre estaba rodeado de mujeres estupendas, dijo una vez a quien quiso escucharlo: “Sí, todas estas son muy guapas, pero Maribel tiene electricidad”. Es una anécdota que no he olvidado”.
-Pedro González inspiró el nacimiento del Grupo Nuestro Arte. ¿Lo consideras el gran maestro?
“Pedro es uno de los más grandes, pero tenía demasiados pedritos alrededor. Y malos pedros. Pero, desde luego, su pintura es enorme”.
-¿Qué te pasó en Madrid, cuando saliste de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando? ¿Te cambió el carácter o sólo el color de tu pintura?
“En Madrid me cambiaron el azul de mi tierra por el ocre. Y me mataron el violeta de mis montañas. En fin, recuerdo que Cioranescu me dijo en la calle del Castillo de Santa Cruz: “Maribel, usted hace en sus cuadros lo que nosotros necesitamos hacer en la cama”.
-¿Y qué le respondiste?
“Bueno, pues si usted lo dice. Era un salido; y lo digo con cariño”.
-Cioranescu te negó un texto para un catálogo, o algo así.
“Bueno, me dijo que no me lo escribía porque no sabía si yo iba a llegar. Pero, yo creo que arrepentido, otro día me tocó por detrás, en la calle, y me dijo: “La he seguido a usted. Usted siga nadando, como el salmón, que seguro que llega”.
-Tú frecuentabas aquellos ambientes cultos. Todo el mundo cita como el gran pope de la cultura de su tiempo a Pérez Minik, al que yo conocí poco.
“Domingo era un tío estupendo. Una vez estaban él y Westerdahl, supongo que tomando algo, y llegué yo. Miró a Eduardo y le dijo: “Hoy la niña viene bien vestidita, vamos a dar un paseo los tres”.
(Maribel sufrió un accidente de tráfico. La atropelló una furgoneta. Se quedó literalmente debajo de ella. Le supuso una ruptura de muñeca y casi estuvo a punto de perder la movilidad en una de sus muñecas. También tiene problemas de visión en un ojo a causa de un glaucoma mal tratado. Pero sigue adelante. Diseñó joyas y realizó una colección importante de esculturas pequeñas, que se vendieron muy bien).
“Cuando el accidente me convertí en una muñeca rota, pero, mira, aquí estoy, trabajando ahora en grabados. Sigo haciendo las tareas de la casa –vive sola, sus dos hijos ya son independientes— y sigo yendo al estudio, en el mismo edificio. Esta es mi vida, no tengo otra”.
-Aquella gente mayor te apreciaba mucho. Y valoraba mucho lo que hacías.
“Yo creo que sí. Mira, hasta el punto que me quedé sin un cuadro de César Manrique, que él me quiso cambiar por otro mío, porque Westerdahl se empeñó en que no se lo cambiara. César se enamoró de uno de mis cuadros, creo que de líquenes, y me lo quiso cambiar. Pero Eduardo se las ingenió para variar la conversación, conducirla por otros derroteros y que César se olvidara de la propuesta. Como así fue”.
(Maribel Nazco figura en uno de los libros del prestigioso crítico, médico y psiquiatra italiano Gillo Dorfles, aquel que calificó el posmodernismo como un movimiento reaccionario. De por sí, la referencia de Maribel, no dentro de este concepto tan discutible, sino en un famoso libro del crítico, significa un reconocimiento a su valía como artista).
-Maribel, te voy a contar algo.
“Dime”.
-Yo estaba tan obsesionado contigo, cuando era un joven aprendiz de periodista que trabajaba en La Tarde, que en la crónica sobre una de tus exposiciones te califiqué de “genial pintora”.
“¿De genial?”.
-Sí, de genial, pero Alfonso García-Ramos, que era mi subdirector entonces, tachó el calificativo y me dijo. “Espérate un poco, que no te ciegue el amor”.
-¿Qué te gusta más, el experimento o la pintura vamos a llamarla pura?
“El experimento, sin ningún género de dudas”.
-¿Por qué?
“Mira, hay hombres que manejan toneladas de desechos que son aprovechables. Nuestros mares están llenos de elementos que pueden servir para el arte. Estoy rescatando cosas del fondo del mar. Somos islas de plástico, hay que sacar todo eso y convertirlo en arte. Es una obligación no sólo de los artistas sino de todo el mundo”.
-¿Te ves como la nueva Premio Canarias de las Bellas Artes?
“Sólo sé que me han propuesto y que agradezco mucho esa propuesta. Hay muchos artistas que se lo merecen”.
-Pues yo creo que ya va siendo hora. ¿Y qué queda de aquella chica a la que Cioranescu le dijo una vez: “Parece ustez una monjita” (Cioranescu ceceaba)?
“No lo sé, eran cosas de don Alejandro, que era muy ocurrente y también muy picarón, como ya te dije. Yo le contesté eso, que era un pícaro”.
(En ocasiones, sus obras se parecen a fémures y tibias que se unen, a pulmones de metal, a corazas de elementos ignorados y de viejos guerreros que acaso nunca existieron. La pintura tradicional está casi abandonada, pero ahí queda. Quedan sus contenedores, sus bodegones
–Hay uno sobre arpillera que me fascina-, incluso su breve etapa de retratos. Y queda esa foto de Jorge Perdomo, amigo que fue de Maribel Nazco y compañero mío en Televisión Española, la mejor que le han hecho jamás, y que figura en el tomo de la Colección de Artistas Canarios. Lo siento, no debo hacer más confidencias. Maribel se ha comido un pescadito y su hija Isabel la recoge en Los Limoneros, ya al caer la tarde).