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Jesús Oramas, director del hotel de Adeje: “Ibas por los pasillos, los clientes te abrazaban y llorábamos juntos”

Jesús Oramas, el director del hotel reabierto tras 14 días en cuarentena por coronavirus, alaba a empleados, sanitarios y turistas: “Hemos sido una gran familia de 900 miembros”
Jesús Oramas, director del H10 Costa Adeje, ayer, junto a Clara Gironés, coordinadora del dispositivo sanitario (izquierda), y Marcela Posca, directora provincial del Servicio de Urgencias Canario. J. C. M.
Jesús Oramas, director del H10 Costa Adeje, ayer, junto a Clara Gironés, coordinadora del dispositivo sanitario (izquierda), y Marcela Posca, directora provincial del Servicio de Urgencias Canario. J. C. M.

“Hemos sido una gran familia de 900 miembros”, fueron las primeras palabras que salieron ayer de la boca de Jesús Oramas, el director del hotel H10 Costa Adeje Palace, en sus primeras declaraciones nada más finalizar los 14 días de aislamiento del establecimiento tras detectarse hasta seis casos positivos de coronavirus. Con la emoción y el cansancio reflejados en su rostro, el responsable del complejo vacacional salió diez minutos a la puerta principal para despedir y aplaudir la labor del equipo sanitario que a mediodía desmontaba las carpas. Allí atendió a un grupo de periodistas que montaba guardia.

“Hemos intentado darle una pincelada de calor, de hogar, ante una clientela de lo más diversa que incluía personas mayores, niños y embarazadas. Nuestra misión era que lo pasaran de la mejor manera posible y que se sintieran como en casa, a gusto, seguros”, indicó Oramas, que anunció que el complejo hotelero seguirá abierto y recibiendo a los clientes “con los brazos abiertos”.

De hecho, confirmó que hoy mismo se esperan nuevas entradas. “Muchos de los que ya están han prolongado su estancia y algunos se quedarán hasta seis meses más”, dijo. Respecto a las medidas sanitarias adoptadas para garantizar la seguridad de los próximos clientes, el director confirmó que en los últimos tres días se ha procedido a la “desinfección” del hotel y que este se encuentra “absolutamente limpio”.

Preguntado sobre algunas de las anécdotas vividas en el edificio a lo largo de las últimas dos semanas, Oramas dijo que “cada día surgían 20.000 historias, y cada minuto aparecía algo nuevo, desde tener que encontrar una pastilla del corazón para un cliente, hasta buscar pañales para niños. Intentamos solucionarles su vida dentro del hotel, todo ha sido muy emocionante”.

De la experiencia se queda con la capacidad de respuesta ante la prueba de fuego que ha supuesto afrontar una crisis sanitaria sin precedentes en el mundo, pero, sobre todo, con la profesionalidad de los trabajadores del complejo hotelero y del personal sanitario, así como las muestras de cariño de los huéspedes. “Ibas por los pasillos y los clientes te abrazaban, nos animaban y llorábamos juntos. ¡Venga, que esto no es nada, ya queda menos!”, nos decían.

Uno de los gestos que no olvidará son los mensajes motivadores que expresaban los niños a través de frases y dibujos plasmados en cartulinas. “Cada día nos sorprendían con carteles de ánimo que pegaban por diferentes zonas del hotel. Otro día hicieron una cajita de cartón pidiendo mensajes de apoyo para el equipo de trabajadores y sanitarios, pero al final no fueron mensajes lo que cayó dentro de la caja, sino dinero. Se recaudaron más de 2.000 euros en dos días, que se donarán a una ONG, según decisión de mis compañeros”.

Entre los peores momentos que vivió en el plano personal, el director subraya la comunicación desde Inglaterra del fallecimiento del esposo de una huésped. “Fue un momento muy duro. Estaba aquí con sus dos hijos. Estuvimos en todo momento con ella y les puedo decir que ya ha reservado para el próximo año porque, como nos dijo, somos “my family” (mi familia).

Ya sin presencia policial ni perímetros que custodiar, bajo la espectacular pérgola que preside la entrada del hotel que estos días ha dado la vuelta al mundo, se respiraba ayer felicidad y flotaba en el ambiente la sensación de un trabajo bien hecho.

Mientras el Servicio de Urgencias Canario desmontaba carpas, mesas, sillas y pizarras, un grupo de enfermeros se abrazaba y se despedía entre risas y alguna que otra lágrima en un pórtico que tenía más vida que nunca y por el que salían los últimos turistas arrastrando sus maletas camino de la guagua. En la puerta los despedía personalmente el jefe de Recepción, estrechándoles la mano, un gesto que ya de por sí reflejaba el fin de las restricciones sanitarias. Todos sonreían y repetían la misma frase: “Thank you, sir” (gracias, señor).

Los últimos en salir no escatimaban elogios hacia el personal. “No han podido comportarse mejor”, comentaba uno de los clientes más rezagados, mientras su esposa explicaba que “no quedaba otra que aceptar la situación. Disgustarte o entrar en pánico no iba a cambiar las cosas, así que decidimos disfrutar de las instalaciones y hacer nuevas amistades”.

El mejor regalo

La coordinadora general del dispositivo sanitario y directora médica de la Gerencia de Atención Primaria de Tenerife, Clara Gironés Bredy, manifestó a este periódico que “el mejor de los regalos que nos llevamos es la sonrisa de la gente y su mirada de confianza hacia nosotros. Ha sido impresionante”. Admitió que uno de los momentos críticos fue la coordinación de las salidas. “Cada Gobierno quería repatriar de una manera diferente y cuadrar con cada cónsul desde el Ministerio de Sanidad hacia abajo no fue fácil”. Gironés, que se confiesa “optimista por encima de todo”, tampoco olvidará la frase “regresaremos a Tenerife” pronunciada por la mayoría de clientes en su despedida.

Por su parte, Marcela Posca Maina, directora del Servicio de Urgencias Canario en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, reconoció que “inicialmente teníamos un poco de miedo a que el confinamiento produjera un cierto rechazo contra quienes coordinábamos las acciones, pero fue todo lo contrario. Pronto entendieron la situación y la relación ha sido muy fluida entre todos. Anoche (por el lunes) fue muy emocionante para nosotros verlos salir aplaudiéndonos”.

Entre los casos que requirieron una atención especial relata el de una turista letona embarazada que viajó sola a Tenerife y que “estaba muy nerviosa porque en plena cuarentena se le vencía el plazo gestacional en el que podía volar para regresar a su país. Por suerte, su embajada pudo tramitar su repatriación para que saliera antes”.

Ramón Pinto, director de Enfermería de Atención Primaria, reflejaba en su rostro los sentimientos de “orgullo y felicidad, las dos palabras que resumen nuestro estado anímico”. De sus ojos se escapó alguna lágrima al despedirse del personal del hotel. “Lo han pasado muy mal, y tanto ellos como nosotros lo hemos dado todo, los equipos han respondido de forma maravillosa”, remarcó, y mostró palabras de reconocimiento a la labor “primordial” de los psicólogos y traductores.

Nada más atendernos, Ramón Pinto se giró hacia la media docena de enfermeros y enfermeras que permanecían en la rampa de entrada del hotel: “Rompan filas”, les ordenó. “Nos vemos en la chuletada”, le respondieron desde el coro de uniformes verdes. Cinco minutos después sonaba un día más el Himno de la alegría desde el campanario de la iglesia de San Sebastián. Una pieza, ayer sí, de lo más oportuna.

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