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Esos abuelos que sufrieron y que nos han dado tanto

Los mayores que nacieron en la Guerra Civil o en la hambruna de los 40, que emigraron en los 50 o que lucharon por las libertades en los 70 son el rostro silencioso de las trágicas consecuencias de la pandemia
La solidaridad, en tiempo de crisis, es la mejor imagen de estos días / FRAN PALLERO

Ayer nos levantamos de nuevo con una noticia que nos heló la sangre, más por la cercanía, que por ser una novedad. 24 ancianos tuvieron que ser trasladados de una residencia privada de mayores de Tacoronte hasta el HUC al confirmarse que habían dado positivo por coronavirus.

Las centros de mayores, como antes los de La Cuesta, Tegueste, Fasnia o Puerto de la Cruz, o como todas esos que hemos ido conociendo en España, desde que el día 14 se decretara el estado de alarma, han estado en el punto de mira, por una ecuación sencilla: los mayores son las personas de mayor riesgo ante un virus y en las residencias el contacto entre ellos -y entre los cuidadores- es permanente. El resultado final aún, tristemente, está por llegar, a la espera del contagio cero, pero de las casi 15.000 personas que han fallecido en España, más del 85% sobrepasan los 70 años.

Mayores que nacieron, muchos de ellos, cuando España se desangraba en la Guerra Civil; que pasaron la hambruna y represión de los años 40; que emigraron a Europa o América en los años 50 y en los 60; que lucharon por las libertades en los albores de los 70; que soportaron estoicamente crisis económicas, y mayores que cuando cumplieron su etapa laboral destinaron su pensión a mantener a hijos y nietos a raíz de la última gran crisis conocida, la quiebra financiera de 2008.

 

Las gaviotas son los únicos turistas esta Semana Santa en el sur / SERGIO MÉNDEZ

Esos abuelos y abuelas a los que hoy debemos tener presentes, a los que debemos cuidar para salir junto a ellos de esta crisis sanitaria y económica, manteniendo en la memoria y en un pedestal de heroicidad -como hacemos hoy con los sanitarios- a esos abuelos y abuelas que se nos han ido en silencio, sin el último beso o el último abrazo. A esos que nos cuidaron a los hijos para poder ir al trabajo, a esos que nos llenaban cada fin de semana el tapper para no tener que cocinar durante la semana. A esos abuelos y abuelas que tanto sufrieron para darnos lo que ellos igual no pudieron conseguir. A esos a los que debemos hacerles un homenaje diario y no esperar a un sepelio furtivo y en soledad.

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