Si a Gonzalo, Víctor y Fino alguien los hubiese visto un año atrás, pensaría que estaban probando su traje para los próximos Carnavales. Pero el jueves por la noche, ataviados con monos blancos, máscaras especiales de protección, doble par de guantes y botas negras en el silencio de la noche, estaban haciendo su trabajo como parte de la plantilla de Sufi Tarajal, la empresa encargada de la limpieza viaria en el Puerto de la Cruz.
Los trabajadores no tienen respiro desde hace dos meses: primero fueron las Carnestolendas, luego el fuego y la tierra y ahora, le plantan cara al Covid-19. “No sé qué más les falta, cuando tengan vacaciones no lo van a poder creer”, bromeaba la concejal de Bienestar Comunitario, Flora Perera, quien se acercó a supervisar los trabajos que empezaron en la zona de La Paz y terminaron en El Tope.
Al no haber actividad turística, la concesionaria ha tenido que reorganizar toda su actividad, desde los horarios hasta los diferentes turnos y rutas para poder llevar a cabo la higienización con viricida (biocida empleado para tratar virus) un producto más fuerte y con mayor permanencia, razón por la cual se aplica de noche, incidiendo en los puntos donde se concentra la población, como centros de salud, farmacias, residencias de ancianos y supermercados.
Igual que otros municipios, para evitar crear otro foco de insalubridad, se limpiaron todos los contenedores y a medida que se iba haciendo, se dejaban abiertos.
La vestimenta y la protección que utilizan depende del grado de exposición al coronavirus. El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social del Gobierno de España estableció una serie de procedimientos de actuación para los servicios de prevención de riesgos laborales frente a la exposición del coronavirus. En función a éstos, el personal está protegido con EPI o con la vestimenta habitual si la actividad se limita a la recogida de residuos sólidos urbanos.
“La empresa ha tomado las medidas que ha tenido que tomar dándonos material de protección”, comenta Fino, quien lleva más de una década en la empresa. Igual que Víctor, su compañero de faena, espera que todo pase pronto. “Nos da un poco de pena lo vacía que está la ciudad estos días y la verdad es que el trabajo está escaseando un poco. Se nota mucho que no hay turistas”, coindicen.
La crisis sanitaria es el tema diario de todas las noches mientras van en el camión. “A ver cuando salimos de ésta, porque no sé si alguna vez el mundo vivió así, quizás con la peste negra o la gripe española”, dice Fino. Su mujer está afectada por un ERTE porque trabaja en un hotel y sus hijos no salen desde hace más de un mes.
El miedo no les impide trabajar todas las noches. “Siempre tienes un respeto pero tantos años aquí, es como que estamos acostumbrados. Y aunque nos creemos inmunes, la realidad es que nadie lo está”, apuntan.
Gonzalo es uno de los responsables de echar el viricida con una hidrolimpiadora, una máquina que habitualmente se utiliza para desinfectar las aceras y quitar chicles pero en el último mes se aprovecha para esta acción puntual. Lleva más de dos décadas haciéndole frente a los focos de infección en el Puerto de la Cruz y se ofreció de forma voluntaria porque quiere “sentirse útil con la sociedad. Me gusta la marcha”, bromea.
Su señora también trabaja en el sector y no piensan en los riesgos que tiene su trabajo. “Intentamos hacerlo lo mejor posible pero somos humanos y podemos equivocarnos”, admite.