los lÍderes mundiales al desnudo

El coronavirus le gana la batalla al optimismo británico

El creciente número de infectados y víctimas forzaron un cambio de estrategia y el anuncio del confinamiento de la población el pasado 23 de marzo, contando con 6.654 casos positivos y 335 fallecidos
El primer ministro británico, Boris Johnson, amenaza con un brexit “sin peros ni condiciones”. EP
El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson
El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson. Europa Press

Boris Johnson (56 años) es primer ministro de Reino Unido desde que asumió el cargo en julio de 2019. El líder del Partido Conservador fue una de las figuras decisivas en el movimiento a favor de la salida de la Unión Europea, aunque su carrera profesional comenzó como periodista trabajando para publicaciones tan populares como The Times o The Daily Telegraph.

Estrategia Covid-19

Inicialmente, la prioridad del ejecutivo británico se centró en la continuidad de la actividad económica y la apuesta por favorecer la inmunidad de la población a través de un “contagio controlado”. Sin embargo, el creciente número de infectados y víctimas forzaron un cambio de estrategia y el anuncio del confinamiento de la población el pasado 23 de marzo, contando con 6.654 casos positivos y 335 fallecidos. Pero el verdadero golpe de realidad vendría con el contagio del primer ministro, y parte de su gabinete, así como su ingreso en cuidados intensivos. La situación llegó a ser tan grave que se dispuso un plan de contingencia en caso de producirse el fallecimiento del mandatario. En estos momentos, el ranking mundial de la pandemia sitúa al Reino Unido en el tercer puesto por número de casos y el segundo por muertes, aunque ya se trabaja en el diseño de la hoja de ruta para el comienzo de la desescalada.

Modelo de comunicación

La puesta en escena del líder británico ha tenido un objetivo claro: comunicar la fuerza del Reino Unido y la capacidad de afrontamiento de esta crisis. Es muy patriota, con frecuencia hace alusión al “esfuerzo nacional”, asegurando que “el Reino Unido emergerá más fuerte que nunca”. Repite, como si fuera un mantra, palabras sobre la grandeza de la nación, la excelencia del sistema sanitario y la fortaleza para superar este desafío. En sus comunicados insiste en que se han tomado “las medidas correctas en el momento correcto”, y en las ruedas de prensa no se separa de sus dos principales asesores, que le sirven de apoyo y de escudo protector cuando las preguntas de los medios se salen del guion que tiene establecido.

El enfoque optimista de Johnson prometía vencer al virus sin mayores dificultades, provocando numerosas críticas. Pero su mensaje se ha ido endureciendo a medida que también lo hacía el avance de la imparable pandemia, pasando de un tono jovial y casi bromista, hasta el tono de advertencia más severa. Incluso durante su convalecencia publicaba vídeos autograbados desde su despacho, con la clara intencionalidad de transmitir confianza, mostrando que seguía al mando y que la enfermedad no podría con él.

Ya recuperado, su regreso ha venido acompañado de continuos homenajes y agradecimientos al personal médico. Su nuevo eslogan es muy conveniente: si no fuera por su extraordinario sistema nacional de salud pública no estaría vivo.

Comportamiento no verbal

La conducta no verbal de Boris Johnson da para mucho. Desde su apariencia desaliñada, desgarbado caminar y habitual postura ligeramente encorvada, hasta sus peculiares gestos, pícaros ademanes y estilo particular de comunicación.

Suele ser muy enérgico en sus intervenciones, adornando su discurso verbal con gestos intensos como golpes en el aire con los puños, o apuntalando con el dedo índice aquello que quiere enfatizar. Su lenguaje es combativo y provocador cuando, por ejemplo, se refiere al coronavirus como el “asesino invisible”, o cuando habla de “golpear al virus”. Y le acompaña un imponente tono de voz grave y fuerte que inspira estar en continua posición de lucha, incluso en los momentos en los que trata de mostrarse empático con sus palabras. Algo que no consigue transmitir, ya que en su expresión facial y su voz no se observan indicadores emocionales de esa empatía. Se podría decir que su estilo de comunicación roza lo teatral, interpretando el rol del líder fuerte e invulnerable.

Sus redes sociales están repletas de publicaciones con citas literales de sus discursos, en los que, además, se adjunta su firma y fotografía. Una estrategia con la clara finalidad de transmitir la memorabilidad de sus palabras, hacer que el mensaje cale de forma más intensa, y reforzar su imagen.

Pero todo eso no basta para ganar en credibilidad y confianza, ya que no es lo mismo comunicar que transmitir. Para transmitir liderazgo hace falta algo más que palabras, es necesario que estas también estén alineadas con las acciones y los verdaderos sentimientos.

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