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Guardianes de la memoria canaria

La asociación adejera Imoque, fundada en 2013, se ha convertido en un referente en la defensa de las señas de identidad isleñas. “Nos interesa todo lo que se refiere a nuestros antepasados”, subrayan

La canariedad corre por sus venas y el empeño, casi obsesivo, de custodiar el legado construido y modelado por generaciones durante siglos fue la palanca que llevó a varias familias adejeras y de otros municipios del sur de Tenerife, a fundar en abril de 2013 la Asociación Cultural Imoque, un colectivo que debe su nombre a un vocablo aborigen con el que se bautizó uno de los roques del Barranco del Infierno, en el macizo de Adeje, al que Luis Diego Cuscoy, antropólogo, escritor y uno de los referentes en la investigación arqueológica de las Islas definió en su obra Entre pastores y Ángeles como un monumento que “se recorta luminoso cual dorada torre de catedral gótica, con sus pétreas agujas, como un templo ojival en medio de las formas duras y atormentadas del paisaje”.

“Empezamos siendo un grupo folclórico, pero quisimos hacer más cosas relacionadas con el rescate de tradiciones; todos veníamos de la música popular, pero nos planteamos ampliar las miras y llevarlo más allá de tocar, cantar y bailar folclore. Por eso fundamos el grupo, bajo la presidencia de Ramón González González (fallecido el año pasado) como asociación cultural; nos interesa todo lo que se refiere a nuestros antepasados”, explicó a este periódico Natalia López, secretaria de una entidad que integra a 40 socios y a un amplio número de colaboradores que desempeñan, entre otras funciones, las de ayudantes de escenografía o figurantes en sus representaciones. Ese afán por divulgar los valores de la cultura popular ha llevado a la asociación a crear diversas escuelas a lo largo de su trayectoria en las que se enseña baile folclórico y cuerda.

Pero Imoque es mucho más que un grupo de folclore. Además del canto, el baile y la música, la asociación trabaja por mantener y rescatar oficios y estampas de antaño, recreando pasajes de otros tiempos a través de representaciones basadas en un riguroso trabajo documental, que van desde las costumbres guanches a elementos históricos de la vida cotidiana en la comarca como la trilla, los lavados en el barranco, los caminos que recorrían sus vecinos, las labores domésticas, el descanso y los vestuarios de las diferentes épocas. Un trozo de memoria, en definitiva, en forma de estampas salvadas de la extinción.

El plato fuerte de cada año es el Festival Imoque, cita marcada en el calendario de las tradiciones de la Isla en la que los vecinos y visitantes se reencuentran con sus raíces en la plaza de San Sebastián, en La Caleta. En este punto, cada mes de junio, se representan los oficios de antes, se exhibe el ganado, se muestran las razas autóctonas, se presentan los trabajos artesanos y se organizan talleres y degustaciones de productos típicos del Archipiélago. Además, se invita a participar algún solista, parranda o agrupación folclórica de otra isla.

Pero el coronavirus ha impedido la celebración de la séptima edición, prevista para ayer. La asociación ha encajado el golpe con “tristeza”, pero no pierde la esperanza de poder retomar el festival en otra fecha si se mantiene la evolución favorable de la pandemia. “Si al final no es posible, habrá que esperar al próximo año”, afirman.

Las Jornadas Etnográficas de Taucho, un encuentro con 11 ediciones a sus espaldas, que profundiza en la recuperación de las tradiciones típicas de las Islas, también cuenta con la activa participación de la Asociación Cultural Imoque, en colaboración con los vecinos del popular núcleo adejero y el Ayuntamiento.

En las representaciones de la asociación participan desde niños de tres años a veteranos de más de 65, que cuentan los días para retomar su actividad. “Todo el mundo se implica y después de tanto tiempo parados por el estado de alarma queremos empezar cuanto antes los ensayos. Eso es lo más urgente ahora mismo, sobre todo para el cuerpo de baile y la parranda, que son los que acusan más el parón”, indicó Natalia, de familia de agricultores, que destacó la calidad humana de sus componentes. “Somos una gran familia que procede desde Vilaflor a Santiago del Teide; aquí hay matrimonios, hijos, hermanos… Nos unen las ganas de luchar por lo nuestro”.

La labor del colectivo adejero fue reconocida en 2018 con el Premio de la Asociación de la Comarca Chasna-Isora, entidad que conforman los nueve municipios del Sur, a propuesta del Ayuntamiento presidido por José Miguel Rodríguez Fraga. “Ese galardón fue un espaldarazo a nuestro trabajo y es justo reconocer que el Ayuntamiento de Adeje nos ofrece todo su apoyo, a nosotros y a todo lo que tenga que ver con la cultura y el rescate etnográfico, lo cual es una maravilla, porque cuando hablamos de historia e identidad todo el apoyo es poco”, subrayó la secretaria de la asociación.

Así, “granito a granito”, como ella misma dice, se forman montañas como la de Imoque, ese gigante convertido en emblema natural que domina el paisaje adejero con la mirada apuntando al cielo y los pies clavados en el infierno.

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