los realejos

Reinversión por partida triple en plena cuarentena

Tres jóvenes del municipio crean la marca PulsaCan para fabricar y distribuir un pulsador de pie con gel hidroalcohólico
Carlos Fernández y Aarón Orta son dos de los tres jóvenes realejeros que iniciaron su aventura comercial en plena crisis y crearon la empresa PulsaCan. Fran Pallero
Carlos Fernández y Aarón Orta son dos de los tres jóvenes realejeros que iniciaron su aventura comercial en plena crisis y crearon la empresa PulsaCan. Fran Pallero
Carlos Fernández y Aarón Orta son dos de los tres jóvenes realejeros que iniciaron su aventura comercial en plena crisis y crearon la empresa PulsaCan. Fran Pallero

“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”. La frase fue pronunciada hace dos siglos atrás por el naturalista inglés Charles Darwin pero bien puede adaptarse a los tiempos actuales, donde la crisis provocada por la pandemia de Covid-19 ha obligado, para bien y para mal, a cambiar los planes de muchas personas.

Reinventarse es quizás, la palabra más popular de esta cuarentena. Se ha convertido en un concepto de moda, en un cliché de los más optimistas que insisten en buscar las posibilidades positivas que ofrece esta coyuntura para encontrar nuevas oportunidades.

En el caso de tres jóvenes realejeros Aarón Orta Reyes (34), Carlos Fernández (33), y un amigo que es cerrajero (38) cuya identidad prefieren mantener en el anonimato “porque lo tienen abrumado” y con quien llegaron a un acuerdo.

Fue este último quien diseñó un pulsador de pie con gel hidroalcohólico que un día Aarón descubrió en una página de Facebook y decidió llamarlo porque quería uno.

Le contó que había decidido fabricarlo por dos motivos. En primer lugar, porque no entendía que cada vez que iba al supermercado debía “tocar” el dispensador de gel y consideró que por higiene tenía que inventar una fórmula para evitarlo. Y por otro, para ganarse la vida de alguna manera en el Estado de Alarma.

Aarón, que regenta una multienda en la calle Doctor González que a su vez es receptor de lotería, le comentó que lo quería para su negocio dado que también le parecía antiestético poner una mesa con un gel y guantes. Además, el inmueble es muy largo y no podía estar pendiente del bote “que cualquiera podía llevárselo”.

Un día después la conversación entre ambos lo tenía en su tienda y a la media hora de instalarlo, un cliente le suplicó que se lo vendiera para su empresa y no tuvo más opción que hacerlo.
Dado el éxito inicial, se arriesgo y le encargó al cerrajero once unidades más para ofrecerlas como el resto de productos, seis de ellas fueron adquiridas en La Palma a través de un señor que lo vio en el perfil de Facebook de Multitienda Doble Fila.

Le duraron exactamente un día y medio. Al ver que la demanda era constante y no podía estar pendiente de la venta de los pulsadores llamó a su amigo, Adrián, y le ofreció contratar a su hermano Carlos que estaba en el paro, para que se dedicara de forma exclusiva a la venta de los pulsadores.

Fundaron una empresa para hacer todo de manera legal y crearon la marca PulsaCan. Acto seguido, encargaron otros 50 pulsadores de gel que se vendieron en tres días. Volvieron a pedir más cantidad, en este caso, el doble, cien, que se vendieron también de forma inmediata.

Llevan cuatro semanas con esta aventura comercial y han llegado a los 400, tienen distribuidores en todas las islas y están viendo posibilidades de extender su negocio a la Península, pero todavía no tienen la logística suficiente.

Prefieren no hablar de precio pero dicen que el producto es “accesible” a cualquier negocio e incluso se hacen descuentos si el cliente quiere más de uno.

Cada uno a su manera

En el caso de estos tres jóvenes realejeros, la pandemia les ha servido para reinvertarse. El cerrajero, fabricando las máquinas; Aarón incorporándolas en su negocio como un producto novedoso y además, muy útil de aquí en adelante debido a las nuevas y permanentes normas de higiene que ha implantado el coronavirus; y Carlos, que es graduado social, dedicándose a un nuevo trabajo. Llevaba en el paro desde que volvió de Inglaterra, en agosto del año pasado.

A diferencia de la mayoría de españoles, para quienes la crisis ha tenido nefastas consecuencias, a ellos no les ha venido mal, es más, no han parado de trabajar. En el caso de Aarón, lleva más de 80 días sin descansar porque le ha dado unos días de vacaciones a su única empleada.

Su negocio, al ser considerado de primera necesidad porque vende alimentos y bebidas, nunca ha cerrado sus puertas. Aunque Loterías y Apuestas del Estado se abrió en la fase 1, la venta de boletos “está floja. Con los ERTE, la gente tiene cuidado de gastar y la gente joven no juega.”, apunta.

Carlos no sabe ni las horas que trabaja al día. A las seis de la mañana empieza a contestar correos y mensajes de teléfono y hay días que termina a las nueve de la noche. “Estoy cansado pero contento, ya que prefiero estar así que parado”, confiesa.

Una máquina simple, de hierro galvanizado y de un metro de alto

Es una máquina muy simple, de hierro galvanizado y unos cuatro kilos peso, lo suficiente para poder moverla. Tiene un metro de alto y es muy visible. Es de color negro y amarillo y según ellos, “más económica que los pulsadores automáticos”.

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