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Ricardo y Diana: ella le salvó la vida con un riñón y esperan un hijo

Este matrimonio de arqueólogos y ahroa profesores de Historia en Secundaria vive una experiencia inusitada: él le debe la vida a su mujer, que resultó compatible y le cedió el órgano que necesitaba, y ahora esperan su primer hijo
Ricardo Dorta Pérez y Diana Gómez de la Rúa, un matrimonio de arqueólogos y profesores de Historia que vive una experiencia inusitada. | Fran Pallero

Cada primer miércoles de junio se celebra el Día Nacional del Donante para agradecer la solidaridad de esas personas y familias que salvan vidas con este gesto altruista. Cuando pensamos en trasplantes lo primero que se nos viene a la cabeza son los realizados a partir de un fallecido; sin embargo, también son habituales las donaciones entre vivos. Así, por ejemplo, la pareja formada por Ricardo Dorta Pérez (47 años) y Diana Gómez de la Rúa (38). Ella donó uno de sus riñones para que él pudiera recuperar la salud en octubre de 2018. Desde entonces, sus vidas cambiaron radicalmente, tanto que dentro de un mes esperan su primer hijo.
Ricardo padece una poliquistosis renal, un trastorno hereditario que forma quistes en los riñones y estos dejan de funcionar. A los 24 años la patología comenzó a desarrollarse y tuvo los primeros quistes, así fue como poco a poco empeoró su salud.

“Durante más de 20 años hasta el trasplante he estado acudiendo a mi nefrólogo, en principio una vez al año, pero cuando el riñón empezó a fallar y me fui acercando al final, las visitas fueron más frecuentes, pasé al hospital y ya con mayor gravedad comencé en prediálisis” , comenzó contando ayer Ricardo durante una entrevista con DIARIO DE AVISOS. “En este proceso preparatorio estás un tiempo hasta que te toca y te hacen la fístula para iniciar la diálisis, pero en mi caso no fue posible hacerla, ya que a unas semanas de su inicio mis riñones dejaron de funcionar sin darme cuenta; tenía la sangre envenenada y tuve que entrar casi por urgencias en diálisis”.

En ese punto de no retorno de la enfermedad ya solo había dos opciones: continuar con la diálisis o afrontar un trasplante de riñón que llegaría o bien gracias a un fallecido o a una pesona viva. Preguntado por cómo ocurrió que la mejor donante compatible resultara ser su propia mujer, Diana, no dudó en afirmar: “En mi caso, tuve suerte. Sabíamos que iba a suceder y lo pudimos pensar y planificar. La idea original era la de hacerme el trasplante antes de la diálisis, pero no fue posible por el fallo renal. Los especialistas también creyeron que era mejor que estuviera unos meses en el tratamiento de diálisis para estabilizarme y después trasplantarme. Estudiamos la posibilidad de un trasplante entre vivos y al hacernos las pruebas tenía tres posibles candidatos: mi hermana, un amigo y mi mujer. Tras descartar a mi hermana por cuestiones médicas, mi mujer lo tuvo claro y además tenía una compatibilidad sorprendente”, señaló Dorta.

Diana Gómez, que escuchaba atentamente y en algunas ocasiones asentía, tomó la palabra para señalar rotundamente que “ha merecido completamente la pena y no me arrepiento absolutamente para nada”. “Tenemos mucha vida por delante y valoramos los pros y los contras, si era mejor una donación entre vivos o una procedente de un fallecido. La donación entre vivos funciona mucho mejor a largo plazo, porque hay que realizar más pruebas, muy exhaustivas, y no hay tanta prisa porque el órgano no tiene un límite de tiempo cuando vas a realizar el trasplante. Con ese margen y los análisis sabes que va a funcionar desde el momento en el que te trasplantan, ya que hay menos riesgos de rechazo”.

Encontrar un donante entre la propia familia es lo habitual en estos casos, pero que el receptor y el donante sean un matrimonio es difícil, pero no imposible como ha sido su caso. “Nos sorprendió bastante cuando nos dijeron que éramos compatibles, mi cara era de asombro, no me lo podía creer. A veces bromeo con él y le digo: ¡Qué suerte has tenido! Ni adrede le sale tan bien”, afirmó, por su parte, Diana.
“Sí, la verdad es que he tenido mucha suerte y le debo la vida literalmente, por lo que estoy muy agradecido”, le corresponde Ricardo. “Ser donante y más estando vivo es una decisión muy personal. Si hubiera dicho que no, también lo hubiera entendido, ya que es muy complicado ponerte en esa situación y dar uno de tus riñones a alguien. Fue un acto bastante generoso y altruista”. Admitió.

Ricardo Dorta y diana Gómez son una pareja feliz, ella le donó un riñón para que él pudiera recuperar la salud y una vida normal; dentro de un mes serán padres, lo que les colma de alegría. Fran Pallero

Una decisión meditada

Diana había pensado muchísimo esta decisión. “Llevamos muchos años de pareja, así que desde el principio de la relación sabía que tenía esta enfermedad, y entonces ya es distinto, no fue inesperado. Durante todo este tiempo he estado considerando la idea de que quería donar mi riñón en caso de que la enfermedad le obligara a tener que trasplantarse. Además, si las pruebas daban que no era compatible con él, tampoco pasaba nada porque mi idea era igualmente la de donar, ya que existe la posibilidad de órganos cruzados, y lo recibiría otra persona, esperando con ilusión que llegara otro para Ricardo”. “Además- continuó relatando- hablando con los médicos me dieron bastante confianza de que no era una operación de riesgo, que se podía vivir sin problemas con un solo riñón, que es viable y se puede sacar adelante, como así ha sido”, destacó.

Cuestionados marido y mujer por cómo han cambiado sus vidas después del trasplante de riñón, ambos se reafirmaron en que ha sido para mejor. “Bastante, la verdad, (se adelanta Diana). Desde el inicio de la relación sabía que era una persona bastante enferma, tenía problemas de salud como la poliquistosis en los riñones y también una espondilitis anquilosante, por lo que su calidad de vida estaba mermada. La relación que teníamos no era de pareja joven, sino la de unos ancianos, con muchas visitas a los hospitales; llegas a asumir que tienes una relación diferente”. “Sin embargo, ahora después de la operación, ha recuperado su vida normal, estamos dando clases, me quedé embarazada, nos están pasando muchas cosas que antes no me las podía ni imaginar y que ahora son posibles”, señala emocionada.

Una mejora inmediata

Por su parte, Ricardo indica que “me operaron en octubre de 2018, y fue fantástico, porque ya casi despues de salir de la intervención comencé a orinar, y no tuve problemas. Para mí fue una gran alegría, y hasta ahora sigo sin tenerlos. Todo ha funcionado muy bien. Mi vida ha mejorado sustancialmente. Puedo hacer una vida casi normal con un solo riñón, teniendo en cuenta que debo seguir un tratamiento diario para la inmunosupresión, y debo acudir cada mes y medio al hospital a controlarme”.

Diana subraya que “en los primeros diez meses me noté cansada y me costaba hacer las cosas, pero una vez pasado ese tiempo, no he notado absolutamente nada. Solo tengo que cuidarme un poco más, sabiendo que debo llevar un control anual al tener un solo riñón, por lo que tengo que estar algo más vigilante, pero por lo demás, mi salud no ha mermado. Sigo haciendo las mismas actividades que antes como el deporte, y solo recuerdo que estoy operada por la cicatriz”.

Ricardo Dorta y Diana Gómez pasean por el parque García Sanabria. | Fran Pallero

Al ser preguntada por su ilusión ante la idea de ser madre, Gómez afirma que “los médicos sabían que quería quedarme embarazada y me hicieron pruebas más exhaustivas. Yo comprendía que no me dejarían donar si el nivel de filtrado del riñón que me quedaba no fuera suficiente para aguantar un embarazo. He llevado la gestación muy bien hasta ahora”, aseguró Gómez.

Como la poliquistosis es hereditaria, siempre ha estado en la mente de la pareja que sus futuros hijos pudieran padecerla. “Lo he pensado continuamente y ha sido una cuestión que nos ha frenado; sin embargo, ahora nos lo hemos planteado y decidimos tenerlos”, afirmó Ricardo, que recordó a su padre, que también padecía la misma enfermedad. “Falleció en 1986 y todo el sistema era mucho más rudimentario que en la actualidad. Tuvo que viajar la Península por trabajo y le hicieron allí la diálisis, se le complicó todo con una pericarditis y al final falleció de un infarto. Llevaba un año en diálisis. Al comenzar el tratamiento me acordé de cómo él llegaba a casa fatal tras las sesiones, con calambres y con esa sensación de mal cuerpo cuando te salen mal. En mi caso, no tuve muchas malas, pero si bastantes calambres”, reconoció. Hay que recordar que la diálisis elimina las sustancias tóxicas de la sangre y se realiza tres veces a la semana con una duración habitual de entre cuatro y seis horas de proceso.

Dos arqueólogos que se conocieron en un yacimiento y aman la historia

Ricardo Dorta y Diana Gómez se conocieron durante los trabajos de excavación en un yacimiento del periodo neandertal en Alicante. Los dos eran arqueólogos, ella becada por la Universidad de Valladolid y él por la de La Laguna. Así surgió el flechazo y comenzó una larga relación. Ahora los dos son profesores de Historia en Secundaria. Ricardo imparte docencia en el IES Teobaldo Power de Santa Cruz de Tenerife y, pese a ser docente de riesgo, deberá dar clases de refuerzo a sus alumnos de cuarto de la ESO y segundo de Bachillerato. Por su parte, Diana inició el curso en el IES de San Isidro, en Granadilla, pero en enero se cogió la baja por maternidad. “Durante lo peor de la crisis no salimos de casa y fue mi hermana la que nos hacía la compra y nos la traía. Ahora ya hemos comenzado a salir, pero lo hacemos muy poco, y evitamos acudir a sitios concurridos, utilizamos mascarilla y cuidamos la distancia de seguridad”, afirmaron.

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