conversaciones en los limoneros

Doctor Manuel Baro Darias: “En Canarias se practica una excelente medicina”

Es especialista en cirugía ortopédica y traumatología. Se doctoró con una tesis sobre la liberación prolongada de los antibióticos en los tratamientos del hueso; es máster en Traumatología del Deporte y fundador y uno de los cinco socios del Centro de Rehabilitación Integral de Tenerife, con sede en Santa Cruz

El doctor Manuel Baro Darias (Santa Cruz, 1954) es especialista en cirugía ortopédica y traumatología. Se doctoró con una tesis sobre la liberación prolongada de los antibióticos en los tratamientos del hueso; es máster en Traumatología del Deporte y fundador y uno de los cinco socios del Centro de Rehabilitación Integral de Tenerife, con sede en Santa Cruz. Durante 25 años trabajó en la red Hospitén, donde fue jefe de servicio, y también formó parte del equipo de traumatología del Hospital Universitario de La Candelaria. Igualmente ha realizado su tarea profesional en la red de clínicas Vida. Hemos charlado un rato en Los Limoneros, no sólo de medicina, sino de todo, aunque yo no lo refleje aquí. Es un hombre cordial, dotado de un gran sentido del humor y no hay más que echar un vistazo a la Internet para saber que sus pacientes no sólo lo adoran, sino que lo recomiendan. Me da que el doctor Baro trabaja desde la humildad y la generosidad. Ha reducido un poco su actividad: “Tengo varices, ya no resisto bien las intervenciones prolongadas”, me dice. Amenaza lluvia, mientras Moisés descuelga con un pincho los limones de los árboles en el aparcamiento de Los Limoneros. Estamos bajo la carpa de fuera, al aire libre. Y para empezar hacemos un poco de historia. Baro está casado con una hija del doctor Perera, ya fallecido; su esposa es farmacéutica y tienen dos hijos, chico y chica.

-De los viejos traumatólogos isleños, ¿a quién citarías?
“A muchos de ellos. En Canarias se hace una gran traumatología, en todas sus especialidades. Y una excelente medicina”.

-Es verdad, la especialización ha sido tremenda. Parece como si cada médico lo supiera todo, por ejemplo, de un solo hueso. Y ya ves, por el argot, que te habla un profano.
“Bueno, casi, efectivamente; esta especialidad de los huesos se ha diversificado mucho. Uno sabe mucho de manos, otro de columna, otro de rodilla, etcétera”.

-¿Y cuál de ellas consideras la más delicada?
“Hay varias, todas tienen su complicación, pero para mí los tumores en huesos, sobre todo en niños, son muy complicados de tratar. Y no sólo para los profesionales, sino por lo que significa su gravedad para los pacientes”.

-Antes te pedí nombres de los históricos profesionales de las Islas. De los traumatólogos que abrieron el camino.
“Temo olvidarme de algunos, pero voy a darte nombres, como ejemplos a recordar. El doctor Miguel López fue quizá el pionero, puede que el primer especialista reconocido como tal. Realizó una labor importante, con los métodos de entonces. Los doctores Montequi y Planelles, por citar a otros dos grandes. El doctor Ángel Merino, que fue primero médico militar. En La Palma, el doctor Adelto Hernández Sosa, que fue un gran traumatólogo, un gran deportista y que ejerció en varios campos de la medicina. El pueblo de Los Llanos le despidió, cuando murió, con una gran manifestación de duelo. Y, mucho más recientemente, el profesor Harry Friend, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna, que ha sido maestro de tantos médicos, ya te digo que en una época más reciente”.

(El doctor Baro tuvo que obtener muchas matrículas de honor para pagarse los estudios, a fuerza de becas. Su padre se embarcó en los petroleros, en una época muy difícil, para mantener a su familia. Es un santacrucero muy agradable, que realizó la carrera en la facultad lagunera, obtuvo la plaza deseada en la criba del MIR y quiso ser médico desde los 12 años. Apenas un sorbo de vino: “Tengo que conducir y he visto mucho en esta profesión; no me puedo permitir ni un solo descuido”. Y añade: “Bueno, eso de ser médico lo tuve claro siempre. Desde chico me colaba en la clínica La Colina, hoy Quirón, gracias a una persona que conocía, para estar cerca de las intervenciones. Y cuando estudiaba quinto de carrera ya me dejaban que entrara en los quirófanos y presenciara algunas operaciones”.

-Es una profesión agotadora.
“Te confieso que he trabajado mucho. A veces, estando de guardia, iba al restaurante a comer algo y no me daba cuenta si lo que comía era carne o pescado. No sólo porque se comiera bien o mal en los bares de los hospitales, sino porque tenías la mente en otra parte”.

-Háblame de tus viajes a Cuba, a intervenir a enfermos de manera gratuita.
“No sólo fui yo, sino otros compañeros también. Yo creo que teníamos la obligación de ayudar. Llevamos a Cuba, porque nos lo cedieron, hasta la ropa nueva del antiguo Insalud que estaba almacenada, cuando el sistema de salud público cambió de nombre. Y medicinas. Y aparatos de diagnóstico que allí no habían visto nunca. Regalamos al hospital de Santa Clara una torre de artroscopias”.

-¿Les dejaban realizar actividades académicas en Cuba?
“Cada uno de los médicos asistentes impartíamos charlas a los médicos y a los alumnos de la Universidad de Santa Clara. Me impresionó todo aquello y organizamos para ellos un congreso internacional que tuvo mucho eco en la isla. No veas las gestiones que tuvimos que hacer con los responsables políticos del régimen para que nos autorizaran todo aquel montaje, incluidas las intervenciones. Al final se dieron cuenta de que sólo perseguíamos ayudar a la población. Este era nuestro único interés”.

-¿Y llegaba todo el material? Porque me han dicho que la aduana sisaba parte de las ayudas.
“Bueno, alguna cosa se perdía por el camino, alguna caja de pañales, poca cosa, pero aun así valía la pena el esfuerzo. Operamos a centenares de pacientes. Nos decían: “Sólo tenemos una lista de diez o doce” y empezaba a aparecer gente y más gente. No nos negábamos jamás. Cuando se nos acababa el material utilizábamos el que ellos tenían. A veces faltaba hasta el betadine. Aquello fue una odisea. Vi centenares de rodillas destrozadas de pacientes que habían hecho la guerra la Angola, por ejemplo. Esa guerra se llevó por delante muchas rodillas, no sé muy bien por qué”.

-Creo que premiaron en México un interesante trabajo tuyo.
“Bueno, sí. Un médico mexicano vino aquí a aprender las técnicas de la artroscopia conmigo. Presentamos el trabajo resultante en un congreso celebrado en aquel país y conseguimos el primer premio científico por ese estudio. La recompensa era una cantidad de dinero y un viaje gratuito al siguiente congreso, que se celebraba en Tijuana, una ciudad muy atractiva. Conocí varias ciudades de México, un país por el que siento mucho afecto. Le cedí a mi colega el dinero del premio, porque lo necesitaba más que yo, y yo asistí, como invitado, a la siguiente reunión científica, como te he dicho en la ciudad de Tijuana”.

-Cuéntame lo que es el CRI, el Centro de Rehabilitación Integral de Tenerife, del que eres fundador y socio.
“Bueno, se trata de ejercer un nuevo concepto de rehabilitación. La moderna fisioterapia, la eficacia asistencial, ha de estar rodeada de otras técnicas, como el bienestar, el llamado wellness. La sensación de enfermedad queda mermada por los nuevos tratamientos avanzados, por la propia amabilidad con el paciente, por su atención personalizada y por el confort que se le ofrece. Tenemos especialistas muy reconocidos, médicos y fisioterapeutas, y estamos muy contentos con los resultados”.

-Parece arriesgado apostar por un centro de este tipo en plena pandemia.
“Nació un poco antes de la llegada del coronavirus. Naturalmente que la pandemia ha influido en su actividad, pero a pesar de eso estamos contentos”.

-Antes me hablabas de los tumores óseos. Pero, ¿no son más difíciles de curar los politraumatismos, sobre todo los derivados de los accidentes de circulación?
“Yo siempre les digo a los colegas de urgencias: “Lo primero que hay que hacer es darle vida al paciente, estabilizarlo”. De los traumatismos nos encargamos nosotros, porque hoy arreglaremos una parte del cuerpo, mañana otra y ya lo iremos solucionando. Naturalmente que intervienen también otros especialistas. Lo más difícil es lo inmediato: que quien tiene la desgracia de sufrir esos traumatismos no se te vaya de las manos, que se agarre a la vida, que podamos mantenerlo vivo, a pesar de la gravedad de las lesiones que presente”.

-¿Puedo preguntarte cuántas intervenciones has realizado?
“Sí, puedes preguntarlo, pero yo no te lo sabría responder. Son muchas, yo diría que muchísimas. Ah, y también he pasado por el quirófano como paciente”.
(Me cuenta una anécdota. Sufrió una operación delicada de espalda; una pinza se partió, probablemente por defecto de fabricación, y una esquirla fue a parar a la médula. Sus colegas lograron encontrar y capturar el pequeño cuerpo extraño, después de horas de luchar contra el tiempo y sobre todo contra lo delicada que es la zona. Al final todo salió bien”.

-¿Se practica una buena medicina en Canarias?, insisto.
“Excelente, creo que ya te lo dije. Y en mi especialidad, te diría que más que excelente. Antes te hablé de tumores óseos y tenemos aquí uno de los cinco mejores cirujanos del mundo en esta especialidad, el doctor Gaetano”.

(Tiene un recuerdo entrañable para el doctor “Quico” Delgado, un médico traumatólogo que ayudaba a todo el mundo, un médico vocacional al que yo conocí en Sevilla en mis tiempos de estudiante de medicina. Yo frustré mi carrera por culpa del periodismo, pero Quico, que murió joven, la ejerció brillantemente. “Me ayudó mucho”, me dice el doctor Baro. Y también aprovecho –en esta ocasión no Baro, sino yo- para citar a otro médico, esta vez urólogo, amigo del doctor Delgado y mío, que ejerció toda su vida en La Palma, Juan Antonio Díaz Martín, también licenciado por Sevilla, que ya está jubilado de la sanidad pública, supongo. Hace mucho tiempo que no lo veo. Son recuerdos que van saliendo).

-¿Por qué dejaste Hospiten?
“Pues porque ya iba cumpliendo años y no me apetecía seguir haciendo intervenciones de horas y horas, luchando con las varices de mis piernas. Por eso montamos el CRI, que es puntero en la rehabilitación integral y que nos está dando muchas satisfacciones y unos resultados muy buenos en sus especialidades”.

-¿Ninguno de tus hijos se decantó por la medicina?
“No, eligieron otras profesiones”.

-¿Recibes muchos reconocimientos de los pacientes?
“Algunos, sí, y lo agradezco mucho”.

(En realidad, muchos. Hay que acudir a Internet, como ya he dicho, para certificar el afecto de los pacientes por el doctor Baro. La conversación llega a su fin. Hemos hablado con un ser lleno de humanidad, que ha trabajado como un jabato en los lugares en los que ha ejercido. Ya he dicho que desde la humildad y la sencillez. Y siempre al servicio de los demás. Ya dije que amenaza lluvia. Cae la tarde sobre Guamasa. He conocido a un médico lleno de amor por su profesión. Mariano Ramos, el propietario, me entrega un libro que me ha dejado en el restaurante Fernando López Arvelo, un libro de memorias. Un empresario tinerfeño ejemplar, al que me gustaría también entrevistar, pero se resiste de momento. Muchas gracias por la dedicatoria, Fernando).

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