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De los bocazas del derbi al ‘buenrollismo’ absoluto

Declaraciones polémicas han marcado, a lo largo de la historia de los clásicos entre CD Tenerife y UD Las Palmas, a varios presidentes, técnicos y futbolistas, pero hoy en día los clubes cuidan muchísimo que no se diga una palabra más alta que otra

¿Qué fue del 20-0 de Javier Pérez, del “quiero hundir al Tenerife” de Rubén Castro o del pasillo de Concepción? Pues un simple recuerdo. Los derbis canarios ya no son lo que eran, ni siquiera en cuanto a los excesos verbales que acompañaban a los duelos que disputan CD Tenerife y UD Las Palmas. Ahora reina el buen rollo entre las dos entidades representativas del fútbol canario. Pero hubo una época en la que no fue así.

El 20-0 de Pérez

Una de las mayores rajadas previas a un derbi la dijo Javier Pérez. Sucedió en el año 1995. El Tenerife jugaba en Primera y Las Palmas en Segunda B. El caprichoso bombo copero emparejó a los dos equipos canarios. En la semana previa al segundo partido, y con lleno garantizado en el Heliodoro por el regreso del equipo amarillo, Javier Pérez dijo aquello de “quiero ganar 20-0 a Las Palmas”. Pues no hubo goleada.

El partido llegó a la tanda de penaltis con 0-0 y una gran noche de Manolo López, hoy director general de Deportes del Gobierno de Canarias, provocó la eliminación de los blanquiazules. Aquella noche del 12 de diciembre de 1995 acabó con pañolada, abucheos y bronca para los jugadores blanquiazules y, en especial, para su presidente Javier Pérez.

Los festejos de Valdano

Si seguimos echando la vista atrás también encontramos una salida de tono de un entrenador dirigida a la UD en el año 1997. Y no un entrenador cualquiera. Jorge Valdano estaba sin equipo ese año. La UD, en Segunda División, asaltó de nuevo el Heliodoro en otra eliminatoria de la Copa del Rey. 3-2 ganó en el Insular el equipo amarillo, que semanas después resistió en Santa Cruz con un heroico empate (2-2).

Valdano, después del partido, dijo que “los festejos de Las Palmas son de equipo pequeño”, en unas declaraciones a DIARIO DE AVISOS. El asunto no se quedó ahí, ya que incluso llegó a asegurar que “la Unión Deportiva se siente inferior”, porque “el Tenerife le ha robado un lugar en la historia”.

Cuando Socorro quiso matar a los blanquiazules

Históricas e incluso violentas fueron las declaraciones que hizo Socorro en el derbi que se jugó el 5 de mayo de 2002 en el Estadio Insular. Con ambos equipos en Primera División, aquel fue uno de los partidos más memorables de la historia del fútbol canario. En la penúltima jornada de la temporada, ambos equipos se jugaban la permanencia en la categoría. Las Palmas se aseguraba continuar con una victoria, mientras que el Tenerife debía ganar y esperar una carambola de resultados ajenos para llegar a la última semana de competición con opciones.

Con este escenario, al encuentro no le faltaban alicientes, pero a Juan Carlos Socorro se le ocurrió echarle más salsa. “Saldremos a muerte, a matarlos, porque ya hemos fallado en dos finales y ahora solo vale el triunfo”, dijo el extremo venezolano, quien se fue calentando a medida que iba hablando. “Para que ellos nos ganen en nuestro campo”, añadió, “tendrían que salir los 11 jugadores de la UD lesionados, ya que nosotros lo vamos a dar todo para conseguir estos tres puntos”.

Pese a la arenga, Socorro se tuvo que tragar sus palabras en una de las tardes más tristes para la afición amarilla. El CD Tenerife ganó (0-1) con un gol de Marioni en el minuto 33 y Las Palmas certificó su descenso de categoría en la jornada siguiente. Los dos equipos bajaron cogidos de la mano.

Y luego Rubén Castro los quiso hundir

No había pasado tanto tiempo de aquello cuando volvió a aparecer en Las Palmas otro bocazas. Fue Rubén Castro en la temporada 2003-2004. El Tenerife volvía a estar en una situación peligrosa, pero esta vez el peligro era mayor, pues se jugaba caer en el pozo de la división de bronce. La UD estaba a cinco puntos y tampoco estaba para tirar cohetes.

A Rubén Castro no se le ocurrió otra cosa que prender el derbi con una frase ya mítica: “Quiero hundir al Tenerife”, repitió el de la Isleta. A Martín Marrero, entrenador por ese entonces del CD Tenerife, le faltó tiempo para empapelar el vestuario de sus jugadores con aquellas declaraciones.

Los blanquiazules saltaron al césped del Heliodoro con los ojos inyectados en sangre y a los tres minutos de juego, Sebas Corona le regaló al punta una dolorosa caricia que provocó el estallido del volcán. Después de eso, poco se supo del atacante durante un derbi que dominó de principio a fin al conjunto blanquiazul, que se impuso 2-0 .

El pasillo de Concepción

El 23 de julio de 2010, los tórridos calores veraniegos le debieron pasar una mala jugada a Miguel Concepción, quien ese día debió acordarse de que en la última jornada del curso jugaba su equipo con la UD e hizo un vaticinio del que luego se arrepentiría: “Me gustaría llegar al último partido con el ascenso ya conseguido para que Las Palmas nos hiciera el pasillo”. 11 meses después, la UD recibió en Siete Palmas a un CD Tenerife que había ya consumado un catastrófico descenso a Segunda B tras firmar un año para olvidar: antepenúltimo en la clasificación después de tener como inquilinos del banquillo a Gonzalo Arconada, Juan Carlos Mandiá, Antonio Tapia y David Amaral.

El juego de Lobera

“Si aquí hiciéramos el fútbol que practica el Tenerife, la gente nos silbaría”. Las palabras del exentrenador de la UD Las Palmas, Sergio Lobera, resonarán mucho tiempo en los oídos del aficionado al fútbol en Canarias, pero, en particular, quizá, en los del propio míster amarillo, que pecó de imprudente en diciembre de 2013. Sus palabras levantaron una polvareda enorme en Tenerife, donde horas después se celebró a lo grande la victoria más contundente del equipo blanquiazul sobre la UD: un 3-0 rotundo con un Ayoze García en plan galáctico.

Pues bien, después de todos estos excesos verbales que han marcado la historia de los derbis, ¿qué nos queda? La nada absoluta. O mejor dicho, el buenrollismo. Las palabras se las lleva el viento y hoy las dos entidades se respetan y cuidan muchísimo que no se diga una palabra más alta que otra.

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