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La muerte de Nabody, de 2 años, apela a la conciencia de Europa

“No hay palabras para tanto dolor”, afirma Pedro Sánchez. “Es desgarrador que haya muerto”, señala Pablo Casado. Conmoción en las Islas y en toda España por el fallecimiento de la pequeña maliense en Canarias
Paula y Miguel, enfermeros de Cruz Roja Española, reaniman el pasado martes a Nabody en el muelle de Arguineguín. /Ángel Medina (EFE)

“No hay palabras para describir tanto dolor. Gracias, de corazón, a quienes han luchado hasta el final por salvar su vida. Es un aldabonazo en la conciencia de todos nosotros. Nabody tenía 24 meses“. Con estas palabras, que sin duda resumen el sentir común, despedía ayer en su perfil de Twitter el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, a Nabody, la niña inmigrante de dos años de edad que llegó el pasado martes a Canarias en estado crítico tras sufrir una parada cardiorrespiratoria de la que tuvo que ser reanimada en pleno muelle de Arguineguín por sanitarios de Cruz Roja Española.

Nabody llegó en una de esas barquillas de la muerte con su madre y otras personas en tal mal estado que hay otro varón que continúa en la Unidad de Cuidados Intensivos del Complejo Hospitalario Universitario Insular Materno Infantil de la capital grancanaria.

La pequeña Nabody, originaria de Mali, fue reanimada en primera instancia, pero finalmente no ha podido superar los daños que sufría su organismo y ha acabado muriendo menos de una semana después en la unidad de medicina intensiva de dicho hospital grancanario.

Otro niño, algo mayor, que llegó en la misma patera, felizmente ha logrado salir de la UCI y su vida no corre peligro, pero ya son 19 las vidas que, solo en lo que va de año, se ha cobrado la llamada Ruta Canaria de las pateras, cuya reactivación tuvo lugar en agosto de 2019, coincidiendo con lo que se llamó el Blindaje del Estrecho.

De la intensidad de la tragedia da cuenta el hecho que los hospitales de la Isla redonda acogen actualmente a 19 inmigrantes procedentes de dos pateras arribadas la semana pasada (una de ellas, la de Nabody) que están en planta, 11 menores y ocho adultos, además de al hombre ya citado que sigue en cuidados intensivos.

Fueron, como se ha dicho, dos miembros de la Cruz Roja Española quienes lograron que el corazón de Nabody en el muelle en cuestión. Se trata de Paula, quien dejó hace meses su trabajo en un hospital de Madrid para enrolarse en el equipo de la Cruz Roja en Gran Canaria; y Miguel, también enfermero pero que dedica las horas que le deja libres su empleo en el 1-1-2 a ayudar a Cruz Roja, como informó Efe en su día.

Entre ambos obraron el milagro de prolongar la vida de la pequeña a pesar de la severa hipotermia que presentaba, pero el cuerpecito de la niña ayer no dio para más. “Cuando la vi, lo primero que me pregunté fue ‘¿por qué?, ¿cómo puede ser tan injusta la vida?”, recordó Miguel en declaraciones a El País. “La tumbamos en el suelo, nos pusimos los guantes que llevábamos en los bolsillos, le cortamos la ropa y empezamos a reanimarla”, detalló Paula. Fueron dos o tres minutos eternos hasta que la pequeña volvió a respirar.

La patera en la que viajaba Nabody fue rescatada por Salvamento Marítimo en la noche del pasado martes junto a 29 mujeres, una de ellas su madre y otra embarazada, además de 14 hombres y nueve niños. Esta suerte de pateras guardería, con la presencia de mujeres y bebés, son características de la actual crisis humanitaria de la migración en Canarias que tuvo mucho menor incidencia en la llamada crisis de los cayucos, acaecida en la segunda mitad de la década pasada.

Los motivos por los que ahora se arriesgan estas madres a poner en peligro no solo su vida sino también la de sus hijos son diversos, pero los especialistas apuntan dos fundamentales.

Por una parte destaca el avance de la miseria y la violencia en países de origen como es, sin ir más lejos, Mali, probablemente el estado más afectado por el aumento del terrorismo yihadista, que controla buena parte de su territorio pese al despliegue de tropas francesas que, con el apoyo de militares españoles, contienen en lo posible a estas bandas armadas.

Por otra, el concepto de reagrupación familiar ya no retiene a las mujeres en las aldeas africanas como antaño ante la obviedad de que, sencillamente, no se cumplen esas leyes en los países europeos a los que aspiran llegar en busca de un futuro.

Pese a los mensajes xenófobos que corren por las redes sociales, hay que tener en cuenta que muchas de estas mujeres no vienen con sus bebés en el afán de obtener ventajas a la hora de tocar tierra europea. Es más, no pocos de estos pequeños son el fruto de violaciones que sufren a manos de los traficantes de personas durante su larga travesía hasta pisar tierra europea.

En cuanto a posibles ventajas, hasta en Canarias se han repetido medidas más propias de la Presidencia estadounidense de Donald Trump, al ser separadas de sus pequeños por parte de la Fiscalía con la excusa de la correcta identificación, un exceso al que finalmente se le ha puesto remedio en las Islas.

Ahora, la conmoción por la muerte de Nabody, que tristemente solo se distingue de fallecimientos similares por las imágenes tomadas por el fotógrafo de Efe Ángel Medina en las tareas de reanimación del muelle de Arguineguín, agitan las conciencias, como reconoce Pedro Sánchez.

Veremos hasta qué punto ello ayuda a impulsar la solidaridad entre los distintos territorios europeos a la hora de hacer frente a esta crisis humanitaria, como hace unos días reclamaron de forma conjunta los gobiernos de España Grecia, Italia, Malta y Chipre, frente a la política carcelaria actual.

El pequeño Aylan, de tres años, fallecido en una playa turca en 2015. / Nilüfer Demir

El inevitable recuerdo de Aylan Kurdi

Aylan Kurdi nació en Siria el 4 de mayo de 2012 y murió en una playa de Turquía el 2 de septiembre de 2015. De origen kurdo, a los tres años de edad apareció ahogado en una playa de Turquía y las fotos en que aparece su cadáver en la costa turca y en la que se ve a un agente de la policía turca transportándolo dieron la vuelta al mundo poniendo de manifiesto la gran problemática de la crisis humanitaria siria. Junto al pequeño fallecieron también su hermano de cinco años Galip y su madre, Rehan. Solo se salvó su padre.

 

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