Cada vez que la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) saca un informe, más de un responsable político se inquieta. Desde 1979, llevan defendiendo los derechos de las personas refugiadas, apátridas y migrantes con necesidad de protección internacional o en riesgo de exclusión social. Esta semana, vino a las Islas su directora general, Estrella Galán, para presentar ‘Migración en Canarias, la emergencia previsible’, un análisis detallado sobre las deficiencias políticas y estructurales que ha evidenciado el repunte migratorio que han vivido las Islas desde finales de 2019. Y se encontró con la agitación que han provocado los recientes altercados violentos en el campamento de Las Raíces, en La Laguna.
-Decía durante la presentación del informe de CEAR que los altercados violentos de Las Raíces son “la punta del iceberg” de lo que puede ser una ‘isla-cárcel’. ¿Y cuál es el iceberg completo?
“Yo creo que el iceberg lo hemos visto en campos como el de Moria, en Grecia. Más allá de los accidentes que puedan producirse, como aquel incendio enorme que hubo [en septiembre de 2020], la situación que se vive allí ha llevado al deterioro físico y psicológico de los seres humanos hasta niveles inesperados, con problemas de alcoholismo, intentos de suicidio y agresiones, contra ellos mismos y contra los demás. Eso también genera una visión más negativa del colectivo a nivel exterior y deteriora mucho más la convivencia y la coexistencia en estos territorios con las personas migrantes. Para mí, el riesgo más grande que tenemos es la ruptura definitiva de la cohesión social”.
-Sin embargo, el delegado del Gobierno de España en Canarias sostiene que quedan en el archipiélago unos 4.700 adultos en recursos del Estado, de los 29.000 migrantes que han llegado en el último año. Más que ‘isla-cárcel’, ¿no es esto una ‘isla-embudo’? Porque la realidad es que hay gente que ha salido, entre derivaciones, algunas deportaciones y personas a las que se ha dejado marchar…
“Creo que estos son territorios en los que se aplican políticas para dar una imagen y emitir un mensaje que va en dos direcciones. Primero, a Europa, diciendo que España es férrea. Y segundo, a África, diciendo ‘no vengáis porque de aquí no se sale’. Se producen traslados por goteo cuando se detectan perfiles vulnerables, pero tampoco hay certezas de que se vayan a producir. El mensaje que siguen dando hacia fuera es el de que aquí no se traslada a nadie, que el traslado a la península está vetado. Hay toda una estrategia”.
-¿Pero esa estrategia es en connivencia con Europa o es un acto de simulación de España?
“La instrucción que España ha recibido de Europa es la de que los migrantes no pueden pisar suelo continental europeo. Pero España tiene sus propios cuestionamientos. Primero, dentro del propio Gobierno. Y luego, por las peticiones de la sociedad civil y de los propios gobiernos afectados en las islas. Sinceramente, el Gobierno español está en un frágil equilibrio. Y yo creo que aquí, lo que se necesita es valentía política. Hay que romper con determinadas peticiones que Europa está haciendo. Si tú no quieres que traslade a la Península, entonces me tienes que dar alternativas, como la reubicación en otros países de la U.E. En CEAR consideramos que no hace falta, que, con estos números, España puede perfectamente asumir la situación. Pero vamos a aceptar que Francia o Bélgica están tensas por los posibles cruces de frontera… Bien, pues entonces deme una solución, porque no puedo tener a 7.000 personas en mis islas. Sin embargo, que nosotros sepamos, España no ha hecho una petición en ese sentido. Al menos oficialmente”.
-¿No cree que la falta de información está generando un espacio de arbitrariedad muy grande? En plan: hoy traslado, mañana no. Hoy permito que los migrantes viajen, pero la semana que viene se quedan en tierra…
“Por supuesto. Todo este juego de contradicciones lleva a situaciones de opacidad. Pero tiene que ver con esa falta de valentía para tener una posición firme con Europa. España tiene que dar solución a ese embudo del que usted hablaba. Si no, le va a estallar. Pero tampoco lo puede hacer público. Y entonces busca alternativas que llevan a esa arbitrariedad”.
-En el informe de CEAR, recuerdan que no dejar transitar a las personas que no son expulsadas va contra la propia directiva de retorno, que es de obligado cumplimiento en toda la U.E. ¿Eso por qué no se lleva a los tribunales europeos?
“Para denunciar algo en las instituciones europeas, hay que agotar las vías internas del país. Primero, presentar un caso individual con nombre y apellido, alguien que esté dispuesto a denunciar su situación. Por ejemplo, que haya intentado viajar con su pasaporte y no le hayan dejado. Nosotros, en las denuncias que hemos presentado por las devoluciones en caliente de Ceuta y Melilla, que luego han llegado al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, hemos presentado casos concretos de personas que estuvieron dispuestas. Pero la mayoría no se quiere meter en ese tinglado porque tienen miedo y piensan que puede ser perjudicial para ellos. En todo caso, lo que alega el Ministerio del Interior cuando le hemos planteado esta cuestión es que la movilidad tiene ahora más problemas por temas de COVID y se necesita un salvoconducto para viajar. Y en el caso de una persona migrante, a no ser que tenga una plaza asignada en un recurso, ¿qué salvoconducto puede alegar? Es verdad que a muchos españoles no se lo piden en los aeropuertos. Pero como tenga cara de marroquí o de subsahariano, se lo van a pedir sí o sí”.
-Una de las deficiencias que han señalado en el informe tienen que ver con la asistencia jurídica, aunque también reconocen que ha habido mejoras…
“Si a un abogado de oficio le meten a diez personas a la vez, me dirá usted qué clase de confidencialidad puede haber. Y si no hay los traductores e intérpretes necesarios… Ahí, los colegios de abogados tienen que insistir en que se den las condiciones mínimas para que se produzcan las asistencias letradas”.
-¿Tiene eso que ver con que haya habido tan pocas peticiones de asilo durante este repunte migratorio?
“Me parece que eso está cambiando. Pero en nuestra percepción, muchas personas no pedían asilo porque pensaban que eso implicaba quedarse aquí, en las Islas. Y luego, si los trasladaban a la península, lo solicitaban allá. Es el caso de los malienses. Sin embargo, ahora, en torno al 50% de la población senegalesa o marroquí está pidiendo asilo porque han visto que, solicitándolo, pueden ser trasladados a la península. Creo que, a veces, no responde tanto al acceso a la información de asistencia jurídica, que también, sino a las propias dinámicas que se van produciendo en los diferentes perfiles”.
-¿Por qué España solo reconoce un 5% de las solicitudes de asilo, frente a la media de la U.E, que es del 30%?
“El Ministerio del Interior alega que los perfiles que llegan a España no son los mismos que llegan al resto de Europa. Quienes más piden asilo en España no son africanos que vienen en patera, sino personas procedentes de América Latina, fundamentalmente de Venezuela, Colombia, Honduras y Salvador, con gente que pudiera tener perfil de no solicitante de asilo. Nosotros le respondemos al Ministerio que estamos recibiendo muchos más perfiles de América Latina que de otros países cuyos ciudadanos son candidatos a ser solicitantes de asilo, como sirios, palestinos, gambianos o de cameruneses, porque a estos se les exige visado de tránsito, al contrario que a venezolanos, colombianos, hondureños o salvadoreños. De todas maneras, aunque una parte de esos altos porcentajes de denegación respondiera a que hay mucha gente con perfil de no solicitante, nosotros pensamos que cabe de sobra en España una revisión para una mirada más generosa del asilo. España hace un ten con ten: como tengo muchos inmigrantes, soy más restrictivo con el asilo”.
-Uno de los grandes desafíos para Canarias en toda esta crisis migratoria son los menores no acompañados…
“Sí, esa es una cuestión muy seria. Porque son 2.700 menores, con las limitaciones de recursos que hay. Los mayores irán saliendo, a otros los deportarán, pero los menores se quedan. Y es una responsabilidad de la comunidad autónoma. Habría que buscar una respuesta de solidaridad que no fuera optativa, un reparto equilibrado entre las comunidades autónomas. Es el mismo problema que sufre Andalucía con los menores que han entrado por las costas andaluzas. Aunque allí unos se quedan, pero otros se dispersan. En unas islas es más difícil”.
-Estando donde estamos, ¿cómo cree que es posible que se desmantelara el sistema de acogida en Canarias? ¿Pensamos que lo de la crisis de los cayucos era algo puramente coyuntural?
“El desmantelamiento del sistema de acogida se produjo durante la anterior crisis económica. Nosotros lo vivimos como entidad. Nos mantuvimos aquí, pero tuvimos que replegar en otros lugares de la península donde no pudimos aguantar. Igual que aquí se tuvieron que ir otras entidades y vimos cómo desaparecían sus plazas de acogida. No había una apuesta por Canarias, se percibió que la ruta migratoria estaba cortada y no hubo un amago de que pudiese reavivarse. Nos pilló el toro, pero ha sido un descuido importante”.
-A veces se habla de la crisis de 2006 como si se hubieran hecho las cosas estupendamente. ¿No hay una visión edulcorada? Los campamentos eran cerrados, los abogados firmaban la órdenes de devolución sin hacer las asistencias…
“Mi lectura positiva de 2006 no tiene nada que ver con eso. Hablo de que, en ese momento, se puso en marcha el sistema de acogida humanitaria, un modelo que ha quedado hasta hoy. Después de que se acabó con aquellos centros cerrados terribles, se articuló un sistema de acogida que ha funcionado desde entonces y que ha dado respuesta a las distintas crisis humanitarias que se han ido produciendo, no por la vía canaria, sino, principalmente, a través de las costas andaluzas. Es uno de los únicos modelos de estas características que hay en Europa. Y nosotros lo hemos valorado muy positivamente. Con mucho margen de mejora, como todo. Porque nosotros aspiramos a máximos”.
-Lo terrible es pensar que no hablaríamos de muchas de estas cuestiones si hubiera vías flexibles y seguras para venir a Europa, en vez de intentos de blindar las fronteras…
“Sin lugar a dudas. Eso siempre. Pero faltan políticas valientes. Nada más”.