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Unos se van a la Península y otros tienen que volver a Las Raíces

25 migrantes del campamento de Las Raíces y de Las Canteras han podido viajar a la Península, hasta Málaga. Han podido viajar porque tenían pasaporte o petición de asilo
Imagen de los 25 migrantes que pudieron salir desde el Aeropuerto del Sur/Fran Pallero

Era el primer día de cribados después del positivo por covid detectado en el campamento de migrantes de Las Raíces. 300 ayer martes y 300 hoy miércoles. Por la mañana, casi no había nadie en los alrededores. Así que volví a las cuatro de la tarde para ver si habían puesto algún dispositivo sanitario especial, pero no se veía nada novedoso desde la enorme puerta del viejo cuartel. Pregunté a algunos migrantes y no sabían. Los afectados están en otro sector de los tres en los que se divide el recurso. La única prueba de covid de la que habían escuchado hablar últimamente era la que le hicieron, contaban, a un grupo de gente que va a ser trasladada la próximamente. Silvano, una de las personas de la Asamblea de Apoyo a los migrantes, sacaba fotos del mural que hicieron todos el sábado. “Fuck ACCEM”, está escrito en uno de los laterales, en referencia a la ONG que gestiona el campamento. Silvano fumaba un cigarro de liar y un chico le pedía tabaco. Llevaba en el cuello una imagen de Serigne Touba, un líder espiritual senegalés. “Seguro que al gurú no le gusta que fumes”, bromeaba Silvano.

“¿Van al aeropuerto de aquí?”, se acercaron preguntando dos marroquíes. Nadie tenía pensado ir. “Venga, yo les acerco”, les dije. Eran Benisa, de 27 años. Y Himoud, de 25. De Rabat. Llegaron hace seis meses. Estuvieron tres Gran Canaria y llevan tres en Tenerife. Son primos, viajaron en la misma patera. Uno oscila entre el interior del recinto de Las Raíces y el campamento anexo. Hay que estar 72 horas fuera para perder la plaza. El otro vive siempre en el anexo. “En una jaima”, decía bromeando sobre las tiendas que han fabricado. No comen en el recurso, sino de los calderos que preparan activistas locales. Y de lo que compran en el supermercado gracias a un poco de dinero que les envía la familia. “Aquí, poca comida por mucho dinero. En Marruecos, mucha comida por poco dinero”. Son graciosos, con un punto pícaro, como esos dúos de película que resisten todas las calamidades haciendo bromas. Se compraron un billete de cincuenta euros para ir a Sevilla. Iban a probar suerte. Decían que allí tienen familia. Se arreglaron para el viaje.

Faltaba media hora para que abrieran el mostrador de Vueling y apareció Yassin, 20 años. De Marrakech. Llegó hace ocho meses. Estuvo dos durmiendo en la calle porque su patera desembarcó directamente en Gran Canaria sin llamar a Salvamento Marítimo. “El patrón tenía problemas con la policía en Marruecos. Después de dos meses viviendo muy mal, fui a la policía de aquí”, contaba. Desde entonces, ha estado en varios recursos humanitarios. Y Las Raíces ha sido, sin duda, el peor. Ayer se quejaba especialmente de las pulgas. “Hay un montón, pero no hacen nada”. Yassin llevaba el pasaporte en el bolsillo y un documento oficial con foto expedido por la policía donde se manifiesta que ha pedido asilo. Tiene cita para la entrevista el 24 de julio.

Les pedí a Benisa y Himoud que me enseñara sus documentos. Un poco caos. Tenían la solicitud de una cita para pedir el asilo. Uno de ellos llevaba un permiso de conducir y una fotocopia de un carnet de identidad. El otro, un carnet de identidad. Pintaba mal la cosa: efectivamente, cuando llegaron al mostrador de facturación, los tumbaron a la primera. Ni siquiera hacía falta llamar a la policía.

Pero Yassin sí tuvo suerte. Estaba nervioso, así que lo acompañé a la cola donde los policías controlaban las salidas. “Documentación, por favor”, le dijo un policía bastante agradable. Y le entregó el pasaporte. “¿Tiene solicitud de asilo?” Y la enseñó. “¿Sabe que estamos en fase 3 y hay restricciones para viajar? ¿Para qué va a Sevilla”. Yassine no entendía nada. “A ver a una hermana”, traduje yo. “Dígale que lo vamos a dejar pasar, pero que, en teoría, eso no es una razón para viajar en el momento actual”. Cuando se lo dije a Yassine, se aflojó y me dio un abrazo. “Gracias, hermano”. “Buena suerte, compañero”. “No se olvide de que tiene que estar aquí el día de su cita”, le recordó el policía. Igual tendrán que hacer los 25 migrantes que ayer salieron con la misma documentación, pasaporte y solicitud de asilo, desde el aeropuerto del Sur. Rumbo a Málaga, según informaba la Agencia EFE. Unos 15 se quedaron en tierra.

En Los Rodeos, tampoco pudieron viajar Makhtar y Moussa, de Senegal. No tenían solicitud de protección internacional, pero llegaron con el pasaporte en regla y las manos temblando. “Con las restricciones de la fase 3 que hay en Tenerife, no es posible viajar simplemente para ver a un familiar”, les decía otro policía. “Pero oiga, si hoy ha viajado un montón de gente”, dijo alguien. “Esas son las normas. Y créame si le digo que viajarían todos si fuera por mí, con la travesía que han tenido que hacer hasta aquí”, afirmó el policía, educado pero rocoso. “Es la cuarta vez que intento salir”, decía Makhtar, con un evidente gesto de enfado que no escondían ni la mascarilla ni la gorra.

Unos pasos más allá, Benisa y Himoud esperaban tranquilos a que terminasen. “A Las Raíces”, les dije. Pero ellos seguían de buen humor, como si ese hubiera sido solo el primer intento.

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