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Yapci Ramos lleva al Espacio Cultural El Tanque la videoinstalación ‘Lloro’

La artista ofrece una reflexión sobre la tristeza compartida con la que completó una residencia en The Watermill Center, en Nueva York, en febrero de 2020
‘Lloro’ se podrá contemplar hasta el 12 de junio. / DA

Yapci Ramos presenta este sábado, 10 de abril, a partir de las 12.30 horas, Lloro, una videoinstalación creada durante un momento de reflexión mientras ahondaba en sus emociones, “resultantes de dificultades personales y universales”. Creada específicamente para el Espacio Cultural El Tanque, en la capital tinerfeña, permanecerá abierta al público hasta el 12 de junio. En ella, invita a los visitantes a parar y reconsiderar la noción de vulnerabilidad y empatizar en el carácter colectivo de la humanidad, llevando lo que habitualmente es privado a una esfera pública.

En un momento de emergencia humanitaria, climática y sanitaria, junto con la abrumadora e in crescendo presencia de la desigualdad, la artista siente la importancia de traer la intimidad al espacio público, “otorgando permiso para sentir, apenarse, y así curarnos”, comenta.

La videoinstalación es fruto de una residencia artística de Yapci Ramos en Estados Unidos. / DA

Ramos hizo este trabajo completando la residencia en The Watermill Center, en Nueva York, Estados Unidos, en febrero de 2020. Durante un momento de cambio vital, decidió practicar la sanación, la cura. Se grabó a ella misma llorando, sin palabras, solo los sonidos de sus sollozos. Más tarde, abrió una convocatoria, invitando a los participantes a ver ese vídeo y a llorar con ella. En ese acto, la artista incidió profundamente en el poder de la vulnerabilidad, más de lo que hubiera esperado. Cada persona, casi inmediatamente, reaccionó al vídeo con sus propias lágrimas, citando después sus motivos del llanto. “Expresaron un sentimiento de alivio, como si se hubieran quitado un peso de su alma”.

La artista canaria Yapci Ramos. / Maria Baranova

La videoinstalación nos lleva a reflexionar sobre el momento que atravesamos: “Lloramos por nuestro sufrimiento, pero también como una alegoría al momento de incertidumbre, el de no conocer nuestro futuro. La pandemia de la COVID-19, la violencia sistemática traída sobre las vidas y libertades de los afroamericanos, un alarmante y creciente cambio climático… Todos estos retos que necesitan soluciones inmediatas evidencian nuestras limitaciones y debilidades sociales y personales”, explica.

Ante nuestro instinto de supervivencia, un deseo de ser mejores, encontramos respuestas en la solidaridad y la empatía. Lloro es una obra sobre el poder de nuestra tristeza compartida. Captura un acto de liberación de la artista, y recrea esa experiencia para liberar luego al espectador. Como una forma de catarsis, este proyecto tiene el potencial de devenir en un acto de curación y euforia. Lloro invita al público a parar y a conectarse con su humanidad para seguir adelante.

La circunferencia de pantallas se sitúa mucho más arriba de la altura humana, generando una suerte de altar, ante el cual el espectador se vuelve minúsculo, como ante los frescos de una capilla. Debe elevar la mirada y con ella las emociones. En cada una de las pantallas, gente muy diversa, en apariencia y origen, llora. El resto del espacio es vacío. Un vacío cilíndrico y oscuro, que emula los vacíos del alma. El sonido está trabajado para que emule un coro, con un diseño sonoro que nos atrapa, nos envuelve de tal manera que entra el diseño físico y sonoro de la exposición, y la experiencia de contemplación se vuelve casi espiritual. La instalación cuestiona también el narcisismo de nuestra sociedad, tan ensimismada que ha convertido al ser humano en el maestro de la naturaleza y llega a atribuirle un poder increíble sobre ella, casi la exclusividad de su destrucción.

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