la palma

Ana María, cuidadora de su madre: “Estoy sola y al límite; no puedo más”

A sus 61 años, esta mujer palmera se encarga las 24 horas de su progenitora, que últimamente, por la demencia que le fue diagnosticada en 2012, da “gritos, patadas y puñetazos”; está en lista de espera para una residencia
Ana María cuida sola de su madre, Neólida, de 86 años y con demencia | CEDIDA

Tiene 61 años y admite, en declaraciones a DIARIO DE AVISOS, estar “al límite”. Ana María Gutiérrez vive con su madre, de 86, con demencia, que, dado su nivel de deterioro, se pasa el día “dando gritos, patadas y puñetazos”. Está “fuera de sí”. Así asegura llevar desde principios de 2020, sin haber hallado hasta la fecha una solución por parte del Cabildo palmero. Es más, indica que ni siquiera puede salir de casa para hacer la compra o dar una vuelta, puesto que su progenitora necesita supervisión permanente. Su trabajo de cuidadora es las 24 horas del día, las siete jornadas de la semana y los 12 meses del año. Se siente encerrada entre las cuatro paredes de su hogar, en Breña Alta.

El único momento de respiro con el que cuenta, explica, es el rato en que el servicio a domicilio del Ayuntamiento -“que se ha portado muy bien”- acude para bañar a doña Neólida; minutos que Ana María agradece, pero que no resultan suficientes para mantener su salud mental. De hecho, reconoce que ha atravesado largos periodos de ansiedad, y en los últimos días ha experimentado fuertes ataques. Y como ejemplo de su calvario, señala que le cuesta conseguir que su madre se duerma, hasta el punto de que “el otro día se quedó despierta desde las doce de la noche hasta las cuatro de la tarde”. Una situación ante la que, dice: “No puedo más”.

Aclara que no desea criticar a quienes más le han echado un cabo, como la institución local, gracias a la cual dispone de una cama adecuada para su madre, si bien concreta que “no tiene barandas” y, al ver que se caía al suelo, está “durmiendo con ella por las noches”. Una circunstancia que hace que tampoco pegue ojo y lleve “bastante” tiempo sin dormir. La presión es “insoportable”, añade, a la vez que alude a sus propios problemas de salud: una hernia discal que le dificulta cambiar de posición a doña Neólida, quien antaño trabajara limpiando pisos en Santa Cruz.

Todo comenzó, relata Ana María, en diciembre de 2011. La casa en la que residía desde hacía casi 30 años en Tenerife desapareció la medianoche del 17 de ese mes. Seis millones de litros de agua de una presa aledaña la golpearon con fuerza, llevándose todo a su paso: ropa, electrodomésticos, muebles… Debía volver a la casilla de salida, ya que en aquella ocasión, tal y como narró este periódico, tampoco contó con ayuda de las administraciones. Y sus padres la acogieron con los brazos abiertos, de acuerdo con su relato. Aunque nunca imaginó que cinco meses después su padre fallecería, dejando un enorme vacío en sus corazones.

Así, doña Neólida y Ana María trataron de salir adelante, pero la madre empezó a comportarse de una manera “diferente”. “Estaba apática, no tenía ganas sino de dormir; había veces que no se quería bañar”, cuenta. Es por ello que fueron a un especialista, que le diagnosticó demencia vascular. No obstante, en el transcurso de la última década los síntomas eran leves, hasta los primeros meses del año pasado, cuando “se agravó” su estado al presentar otro tipo de complicaciones, como dolores musculares e infecciones de orina, y tuvo que ser ingresada en el Hospital. A partir de entonces, “volvía cada vez peor”. Un rasgo clave es que, asevera Ana María, doña Neólida “antes caminaba con dificultad y ahora no se puede ni levantar de la cama”, aparte de la agresividad que, a ratos, manifiesta; últimamente “muy seguida”.

Y mientras en la vivienda de ambas los días se hacen eternos, continúan esperando por conseguir plaza en alguna de las residencias del Cabildo: “Yo no quería meter a mi madre en un centro, pero comer o ducharme se ha convertido en un lujo porque no la puedo dejar sola”.

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