
Se va porque consideran “completamente inabordable” seguir la búsqueda de los restos de Anna y, especialmente, los de su padre y presunto asesino, Tomás Gimeno, con alguna probabilidad de éxito. Tanto la enorme extensión del área a rastrear, plagada, además, de barrancos y grietas submarinas, como la evidencia de que la maquinaria del robot submarino está al límite, han llevado a la magistrada titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer Número 2 de Santa Cruz de Tenerife a tomar ayer la decisión de autorizar la marcha del Ángeles Alvariño, un buque oceanográfico cuya participación permitió resolver parcialmente el caso con el hallazgo de la mayor de las niñas, Olivia, a unos 1.000 metros de profundidad. No había otra alternativa después de que el responsable de operaciones del barco entregase al juzgado un informe que detalla el por qué es inútil seguir buscando.
Ayer por la tarde, el barco zarpó de la capital tinerfeña, pero no sin antes arrojar más luz sobre este tenebroso asunto, dado que en dicho informe se desvela que, en el transcurso de los rastreos, la Policía Judicial de la Guardia Civil pudo recopilar y analizar nueva información, descubriendo así que en la larga deriva que tuvo la embarcación de recreo con la que navegó Tomás tras la pérdida de señal de su móvil, durante un corto periodo de tiempo, sus motores volvieron a funcionar y realizó una navegación de unos tres minutos. Así, “el punto donde paró de nuevo los motores se convierte en el punto más probable donde Tomás hubiera podido arrojarse al mar”.
Antes de seguir con la actualidad, cabe recordar que el Ángeles Alvariño se sumó el pasado 31 de mayo a la investigación, por lo que entonces se procesaba como presunto secuestro de las dos niñas, ausentes junto a su padre desde la noche del 27 de abril. Tras algún fiasco inicial con una bolsa de basura, los oceanógrafos asombraron a todos al encontrar un edredón y una botella de oxígeno propiedad de la familia, pero el milagro (por la enorme dificultad de los trabajos) se produjo el pasado 17 de junio cuando dieron con el cuerpo sin vida de Olivia en el interior de una bolsa atada con una cadena al ancla de la lancha de Tomás junto a otra bolsa, esta vacía y rota, donde presumiblemente estuvo Anna.
Así las cosas, volvamos a esos tres minutos que marcan un punto desde el que se diseñó una nueva área de búsqueda, centrándola en torno a 500 metros y delimitando la línea de deriva estableciendo una calle de 500 metros de anchura, 250 a cada lado de la misma, sobre la que buscar. Allí se ha volcado la última fase de los rastreos, a tal punto que con el uso del robot submarino trabajó a fondo, con una distancia total recorrida de 60.006 metros y una superficie explorada de 611.903 metros cuadrados. De lo acertado de estas decisiones da cuenta que es en esta zona donde aparecieron dos biberones de buceo que pertenecían a Tomás Gimeno.
Sin embargo, pudiéndose asegurar al 100% que el cuerpo de Tomás no se encuentra en ese área, a partir de este punto el fondo cambia considerablemente, pasando de ser una zona idónea para la búsqueda a todo lo contrario, convirtiéndose en un lugar muy escarpado con muchos barrancos y grietas, y que se extiende por unos 14 kilómetros. “Completamente inabordable”, resumen los oceanógrafos.
Un mes de trabajo que frustró un plan para “causar un dolor inhumano”
Un mes de duro trabajo con jornadas de 24 horas ininterrumpidas que comenzó en la tarde del 31 de mayo y que terminó en la mañana de ayer. Un mes en que el buque del Instituto Español de Oceanografía Ángeles Albariño hizo historia en la criminología de este país, al ser la primera vez que se recurre a estos métodos para buscar desaparecidos en el océano. Pero, además, con éxito, por cuanto el hallazgo del cadáver de Olivia frustró los enfermizos y malvados planes de su padre y presunto asesino, Tomás Gimeno, dado que, a juicio de la jueza instructora, “quiso causar un dolor inhumano” a la madre, que nunca podría superar semejante pérdida si no aparecían los cuerpos sin vida de las dos hermanas. Con su sonar de barrido lateral y su robot submarino, vino para poco más de una semana, pero sucesivas prórrogas negociadas entre la Delegación del Gobierno, el Ejecutivo de Canarias y el Ministerio de Ciencia e Innovación alargaron su estancia hasta que su maquinaria ha sido exigida al límite y no puede aportar más al caso. Se fue ayer, pero Tenerife difícilmente olvidará al Ángeles Alvariño.