El pasado 1 de julio se cumplieron 30 años que el profesor gomero Luis Herrera Mesa, biólogo por la Universidad de La Laguna, catedrático emérito de Biología ambiental de la Universidad de Navarra e hijo Predilecto de La Gomera, recibió en Alemania el Premio Humboldt, uno de los escasos españoles que lo ostentan. Herrera recibió el Premio Humboldt en Limnología, tras su evaluación por un Comité científico internacional de la Fundación, a propuesta del profesor Ernst Joseph Fittkau, director del Museo de Zoología de Múnich por sus aportaciones científicas para definir la calidad de las aguas de los ecosistemas fluviales mediante índices bióticos basados en las comunidades de animales invertebrados que viven en estas aguas.
Treinta años después, Luis Herrera ha presentado en su tierra natal su último libro, donde abunda en un asunto de enorme trascendencia, el cambio climático, del que él y otros científicos llevan avisando a lo largo de este siglo. ‘Ecología, cambio climático y sexta extinción’ es el título de la obra del prestigioso biólogo editado por McGraw Hill, una ilustre editorial norteamericana, que lo ofrece en formato papel y digital. Una obra que describe las causas de la extinción de especies y la consiguiente pérdida de biodiversidad de los ecosistemas, el cambio climático, la contaminación del aire, el agua, el suelo y los océanos, además de las repercusiones que tiene en las catástrofes naturales. En el extenso trabajo, resultado de una labor de seis años, a partir de una lección magistral pronunciada en 2014, Herrera Mesa se detiene, en unas cinco páginas, en su Isla natal para recorrer el Parque Nacional del Garajonay, pero también los espacios naturales protegidos de la Isla como el Parque Rural de Valle Gran Rey, reservas naturales de Benchijigua, Majona, Puntallana, Los Órganos, Roque Cano, Roque Blanco, La Fortaleza de Chipude, el Barranco del Cabrito, La Caldera, Lomo del Carretón y Los Roques, junto al paisaje protegido de Orone y los sitios de interés ciéntifico de los Acantilados de Alajeró, Charco del Conde y el Charco de Cieno.
El libro incluye, además, algunas propuestas para mitigar la extinción de especies, procurando unos ecosistemas resilientes que puedan absorber las perturbaciones y recuperar las condiciones naturales. Entre los planteamientos destacan la declaración de áreas y espacios protegidos; la restauración de corredores ecológicos para evitar el aislamiento de poblaciones; la creación de bancos de conservación de la naturaleza y de semillas, y llevar a cabo programas reproductivos de conservación de especies en peligros de extinción que puedan ser reintroducidas en el medio natural.
La obra destaca que se está viviendo un periodo de calentamiento global por causas naturales debidas a emanaciones de metano y dióxido de carbono, erupciones volcánicas, graves incendios forestales y emisiones de esos mismos gases de efecto invernadero de origen antrópico.
“Por lo tanto nos encontramos ante un cambio climático global que afecta no solo a los cambios de temperatura, sino también al aumento e intensidad de los ciclones y tormentas, la alteración de los ciclos lluviosos y la fusión creciente de las masas glaciares del planeta”, relata Luis Herrera.
El libro describe como causas de la extinción de especies, y la consiguiente pérdida de biodiversidad de los ecosistemas, el cambio climático, la contaminación del aire, el agua, el suelo y los océanos; los desastres y catástrofes naturales; la fragmentación de los ecosistemas; el uso de pesticidas y fertilizantes; la caza ilegal y la sobrepesca; y la invasión de especies exóticas, con efectos sanitarios en la transmisión de patógenos y zoonosis. Se recogen más de 25 enfermedades zoonóticas transmitidas por patógenos a los seres humanos y los animales (incluyendo el coronavirus COVID-19). Sobre este virus, Luis Herrera, recuerda que todavía se está buscando el paciente cero de noviembre de 2019 en Wuham, y no se decanta por ninguna hipótesis: “Que surgiera el virus de un murciélago, animal reservorio, de un pingolín descuartizado por un carnicero en un mercado de escasa higiene o incluso que se les fuera de las manos a los biólogos y virólogos que murieron en el laboratorio de Wuham”, comenta Luis Herrera.