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Descanse en paz, Don Antonio el de Tacoronte

El propietario de la vivienda 102 de la calle Ismael Domínguez, que fue denunciado por su vecino, falleció el martes, siete años después del desahucio que marcó al municipio

Era Don Antonio. Imposible no poner el Don delante cuando se lo llamaba. No por cortesía o para marcar distancia. Tampoco por su físico, porque no era un hombre corpulento, todo lo contrario. Era pequeño, con ojos tristes y casi siempre parecía enfadado. Quizás el Don se lo había ganado por las circunstancias que le tocó vivir en los últimos años: batallar casi al final de su vida, por una injusticia: recuperar su casa, de la que finalmente fue desahuciado junto a su esposa Berta. Una lucha de la que se hizo eco todo un municipio, traspasó fronteras y dio origen a la plataforma ciudadana ‘Yo también vivo en el 102’, que los acompañó en todo momento junto a miembros de las plataformas Anti Desahucios (PAH)  .
Siete años después del desahucio que le cambió la vida, don Antonio falleció el martes, a los 85 años, cinco meses después de que lo hiciera Berta, su compañera inseparable.
Antonio Méndez y Berta Ferreiro vivían en el número 102 de la calle Ismael Domínguez, en Tacoronte. Allí vivieron durante 28 años hasta que un vecino colindante los denunció al entender que la propiedad del matrimonio se sujetaba sobre los cimientos de la suya pese a que todas las pruebas demostraban que había sido construida con anterioridad.
Su reivindicación dio la vuelta a la Isla y llegó a la Península. No fue un desahucio de pago sino de continuos errores por parte de las administraciones. Unas pericias que llegaron tarde y mal debido al mal asesoramiento judicial que tuvo el matrimonio por los sucesivos abogados de oficio que han llevado el caso.
La pareja se enfrentó a su primer desalojo el 29 de noviembre de 2012 y finalmente fue paralizado con la promesa de su vecino de encontrar una solución. A nadie se le olvida los nervios de don Antonio esa mañana que obligó a llamar a la ambulancia por una subida de tensión que no podía controlar pese a los intentos de su esposa.
Durante dos años, don Antonio encabezó marchas, manifestaciones y procesiones a Candelaria para evitarlo. En esa ocasión llegó a hablar hasta con el entonces presidente Paulino Rivero para pedirle que mediara. De nada sirvió, el plazo venció, su vecino reclamó la vivienda y la Justicia falló a su favor. El 19 de septiembre de 2014 Antonio y Berta volvieron a pasar la misma angustia pero al final perdieron su casa.
Desde entonces, vivieron su nueva vida en una vivienda aledaña, que heredaron de un vecino al que ambos cuidaron hasta el último momento porque no tenía familia. Fueron amigos y vecinos quienes acondicionaron el inmueble, le cambiaron el techo y la puerta, lo pintaron y trasladaron todas las pertenencias del matrimonio para que no tuviera que cambiar de barrio.
Uno de ellos fue Cristian González, portavoz de ‘Yo también vivo en el 102’ y una de las personas que acompañó a Antonio hasta último momento. De no haber sido por esta injusticia, quizás nunca se hubieran conocido porque eran el día y la noche. “Antonio tenía un carácter un poco particular, era muy suyo y bastante exigente”, asegura Cristian, quien hasta último momento le siguió echando una mano con todos los papeles, igual que Olga, otra vecina.
Cristian fue más allá e incluso lo acompañaba a los reconocimientos médicos, salían a pasear de vez en cuando y estableció una relación con la familia, sus dos hijos y sus nueras, que viven en Holanda.
En las últimas semanas Don Antonio no se encontraba bien. Un día fue al médico por los constantes dolores de estómago y finalmente le detectaron un cáncer. Sin embargo, para Cristian “la muerte de Berta le hizo más que la enfermedad que tenía porque vivía para ella”.
La historia del 102 de la calle Ismael Domínguez se lleva a sus dos protagonistas principales aunque nadie sabe con certeza cuando acabará si los descendientes de la pareja deciden continuar con el pleito a su vecino y llevarlo a los tribunales europeos. Pero ya los dos están lejos de esa lucha. Ahora a Don Antonio, le toca descansar en paz.

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