
“Lo primero son las personas, pero no le quepa duda de que estamos ante una catástrofe medioambiental, tanto por encima de la superficie, en tierra, como debajo del mar”. Así se expresó ayer a preguntas de este periódico el decano del Colegio Oficial de Biólogos de Canarias, Matías Fonte-Padilla, a quien no le cabe duda alguna de que “la llegada de la lava al mar ha fulminado toda la vida marina en el lugar a, como mínimo, 500 metros a la redonda”.
Explica este especialista que, con la irrupción de un material que estaba a unos 1.000 grados centígrados en lo que el alcalde de Tazacorte, Juan Miguel Rodríguez Acosta, señaló como la playa del Perdido, “lo primero fue que un shock térmico acabó con la vida en el lugar, dado que basta con que suba la temperatura del agua en uno o dos grados para que, por ejemplo, las algas mueran instantáneamente. En esos 500 metros a la redonda no habrá quedado nada vivo por lo que respecta a las algas, pero tampoco en cuanto a crustáceos o peces. Es más -continúa- el aplastamiento físico ha hecho desaparecer todos esos recovecos donde se han asentado durante milenios algas e invertebrados, pero también los alevines, que se crían en la costa hasta hacerse adultos”.
Desvela Fonte-Padilla que esta zona del litoral de Tazacorte presenta unas características “nada habituales en esta parte del Archipiélago, por cuanto la profundidad es de apenas ocho o diez metros durante casi los primeros 200 metros de entrada en el océano”, si bien dio motivos para la esperanza, al recordar que, como ocurrió en la erupción herreña acaecida hace diez años, “es una zona protegida de los vientos, una suerte de bahía, no en balde la reserva marina de La Palma se localiza algo más al sur. Se formará nueva costa rocosa, que, cuando se enfríe, permitirá el asentamiento de algas y posteriormente de invertebrados y peces”.
Tales características acrecientan las posibilidades de que, como ocurriera en la Isla del Meridiano (de donde es natural precisamente este reputado biólogo), la regeneración de la zona pudiera ser rápida. Ello se debe a que, “en el caso de que finalmente la lava caiga por el talud a mayores profundidades, calentará masas de agua cargadas de nutrientes, que, por ello, subirán a la superficie, y la ausencia -por lo general- de fuertes corrientes evitarán que se dispersen, facilitando así una pronta recuperación de la vida. No se puede saber aún si finalmente ocurrirá así, pero creo que eso pasará y que la recuperación será más rápida en el mar que en la tierra”.
Sobre los efectos en la superficie, el biólogo no tiene dudas de que “es una catástrofe. La colada ha dividido el territorio, y, aunque los humanos podemos reconstruir las carreteras, ¿qué pueden hacer un lagarto o un ave pequeña mientras ese suelo y ese aire sigan tan calientes, incluso cuando cese la erupción?”. Fonte-Padilla detalló que en tierra “se han destruido ecosistemas que llevaban miles de años desarrollándose”, a la par que apuntó que “la ceniza también afectará a las aves migratorias que pasen por el lugar en su traslado entre África y Europa”.
“Ni un ave ni una planta se pueden proteger con una mascarilla”
Así de gráfico fue el decano de los biólogos canarios, Matías Fonte-Padilla, a la hora de describir el efecto que las cenizas tienen sobre la fauna y la flora de La Palma. “Mueren por deshidratación y sofocación”, lamentó.