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Jacobo, policía palmero: “Hemos ayudado a sacar muebles a nuestros propios compañeros”

Aunque ejerce su profesión en Santa Cruz de La Palma, después de su turno nocturno este agente madruga para acudir a los municipios afectados; como él, otros 40 policías locales actúan en la emergencia volcánica de forma altruista
“Si había que sacar una silla, nosotros sacábamos dos, porque nos tocaba de cerca”, cuenta Jacobo Fernández, policía local en Santa Cruz de La Palma y voluntario en la crisis volcánica / Cedida

En medio del desastre ocasionado por la erupción del nuevo volcán de La Palma, la solidaridad del pueblo palmero ha sido un faro de esperanza que guía a la Isla en su camino hacia la recuperación. “¿Cómo no voy a ayudar a mi Isla?”, se pregunta Jacobo Fernández, uno de los policías locales de La Palma que estos días realizan voluntariado. Él quiere poner en valor el papel de estos cuerpos policiales, que considera tan importante como el del resto del personal de emergencias, pero a los que suma el dolor de conocer muy de cerca a cada uno de los afectados: “Los policías locales hemos tenido que ayudar a sacar los muebles de sus casas a nuestros propios compañeros”.

El agente relata que lo que se está viviendo en la Isla Bonita “es muy duro” y que la parte “más desagradable” es ver “cómo todos tus conocidos, tu familia, tus vecinos, tus compañeros o tus amigos lo pierden todo”. Además, en el caso de la policía local, Jacobo explica que no solo hace mella la cercanía con la que están viviendo todo, sino el horizonte que se les dibuja: “Cuando acabe la erupción todos se irán, pero nosotros vamos a permanecer aquí. Por así decirlo, tendremos que chuparnos el antes, el durante y el después”.

Ante lo que está sucediendo, Jacobo cuenta que permanecer inmóvil no es una opción y, por ello, unos cuarenta policías locales de distintos municipios de la Isla trabajan de forma totalmente altruista en la emergencia volcánica. En su caso, esta semana ejerce su profesión en Santa Cruz de La Palma en turno de noche, pero a las ocho de la mañana ya está sobre el terreno en las zonas afectadas ayudando en todo lo que haga falta.

Para Jacobo, “la mayor satisfacción es poder ayudar a los vecinos, porque en la Isla todos nos conocemos, aunque seamos de otro municipio”. Por ello, pone como ejemplo que si les piden que saquen una silla, sacan dos, “porque nos toca de cerca”. La relación con el resto de palmeros es tal que, muchas veces, cuando les necesitan directamente les telefonean o cuando les ven por la calle, les llaman por su nombre en vez de decirles “agente”: “Voy por la calle y los vecinos me dicen, Jacobo, pasa esto. Jacobo, hace falta lo otro. Aquí hay una cercanía”, relata.

Así, las tareas que ha realizado este personal de emergencias han sido tan variadas como la situación lo ha requerido: desde evacuar a personas con movilidad reducida o ganado en un primer momento, hasta controlar el tráfico, ayudar a recuperar objetos de las viviendas y terrenos o informar a los vecinos a medida que han evolucionado las coladas de lava. En todas estas labores, contaban con una información muy útil que les facilitaba el trabajo: “Nosotros conocemos cada calle, cada rincón, cada platanera. No necesitamos un GPS“.

De hecho, ese conocimiento al detalle ha servido a la policía local para guiar a otros cuerpos de emergencias desplazados a La Palma así como para asesorar a los propietarios de drones autorizados sobre cuáles eran las zonas que necesitaban sobrevolar.

“Necesitamos un refuerzo”

Personal de emergencias de otras islas han acudido a La Palma desde que el volcán entrara en erupción, el pasado domingo 19 de septiembre. Jacobo considera que los sanitarios, los bomberos, los militares, los guardia civiles y los policías nacionales que han ido hasta la Isla Bonita son “muy necesarios” pero recuerda que también “debe agilizarse la llegada de policías locales que sirvan como refuerzo”.

Y es que tras semanas cumpliendo con los turnos que marcan su profesión y, a la vez, ejerciendo de voluntarios en sus horas libres, Jacobo reconoce que el “desgaste” tanto físico como emocional comienza a notarse en estos cuerpos que también han resultado esenciales en la crisis volcánica.

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