Por Dolores Hernández Díaz, periodista
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-Su vinculación con el séptimo arte se remonta a los años noventa del siglo XX, cuando cursaba Filosofía, en la Universidad de La Laguna (ULL). Usted fue presidente del Aula de Cine de la ULL y cofundador de la revista cinematográfica ‘Rosebud’. ¿Cómo pasó de escribir artículos e impartir conferencias a convertirse en autor de una veintena de libros de cine?
“Woody Allen tuvo la culpa. Verás, en la revista estábamos trabajando en un número especial dedicado al Cine dentro del Cine, y a mí me encargaron que escribiera un artículo sobre la película de Allen La rosa púrpura de El Cairo. La extensión máxima del artículo no podría sobrepasar las siete páginas, pero para cuando me di cuenta ya llevaba más de quince y aún no lo había terminado. Así que solo tenía dos opciones: o lo recortaba, o dejaba que siguiera creciendo a ver hasta dónde me llevaba. Opté por la segunda. Y creo que acerté. Finalmente, el número de la revista nunca se llegó a publicar, y yo acabé un libro sobre Woody Allen (y su cine)”.
-Jorge Fonte es el autor de una pentalogía sobre Walt Disney. En Walt Disney. El universo animado de los largometrajes (1937-1967) y Walt Disney. El hombre, el mito compartió autoría con Olga Mataix. ¿Qué tipología abarca la filmografía del período estudiado? ¿Qué papel desempeñan los creativos en el imperio Walt Disney?
“El universo animado de Disney va mucho más allá de las princesas. De hecho, las películas basadas en cuentos de hadas son minoritarias en la amplia filmografía disneyana. Blancanieves, Cenicienta y La bella durmiente. Tres. Solo tres. Aunque en el imaginario colectivo se cree que son muchas más (entre 1937 y 1967, Walt Disney produjo diecinueve largometrajes de animación). Lo expongo aquí para que se hagan una idea de los prejuicios infundados que normalmente se hacen sobre este autor. Paradójicamente, Walt Disney nunca destacó como animador. Él lo que fue es un gran contador de historias, un gran productor que supo rodearse de los mejores artistas del momento. Los mejores animadores, los mejores músicos, los mejores pintores de fondos… Y aunando el talento de todos ellos logró crear un grupo de películas que, nos guste o no, no solo forman parte de la Historia del Cine, sino incluso de nuestras vidas”.
-Partiendo de la máxima de que “un escritor no tiene por qué encasillarse en un único estilo literario”, usted escribe, en 2018, su primera novela: Una isla a la deriva. Como la obra se desarrolla en El Hierro, usted realizó varios viajes específicos a la isla con el fin de “hacer el texto más creíble y verosímil”. ¿Adentrarse en la narrativa supuso para Jorge Fonte un nuevo reto literario?
“Sin duda. Después de casi veinte años escribiendo ensayos cinematográficos, el cambio, a nivel creativo y personal, me era necesario. Había caído en la rutina, escribía los libros uno detrás de otro y todos me parecían iguales. ¡Tenía que cambiar! Hacer algo nuevo, algo distinto. Y la narrativa era el camino. Desde hacía ya algún tiempo tenía una idea en la cabeza sobre una historia de aventuras que se desarrollaría en El Hierro tras las erupciones volcánicas de La Restinga. Una especie de thriller muy dinámico y con mucha acción. Una novela de puro entretenimiento. Así que en cuanto tuve la estructura muy clara me senté a escribirla”.
-Su segunda novela, Llevadme a ver el mar, dado su carácter histórico-romántica, está escrita “al modo del castellano antiguo” e incluye neologismos inventados por usted. Para recrearse en los personajes -el noble Jerónimo de Grimón y Rojas y la monja Úrsula de Soria y Rojas-, y en el ambiente de la época -la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, del siglo XVII- fue preciso la consulta de diversas fuentes documentales. ¿Cómo llevó a cabo la elaboración e investigación de la novela?
“La historia la conocía desde hacía muchos años. De hecho es muy popular en La Laguna, pero por algún motivo ningún escritor la había abordado en profundidad. Sí, existe una obra de teatro de Gustavo González de 1992 y, más recientemente, Lourdes Soriano y Benítez de Lugo lo aborda en su libro El callejón de las monjas, pero poco más. Un día, paseando por la Plaza del Adelantado en La Laguna, recordé la tremenda historia de amor entre Úrsula y Jerónimo y vi que ahí había una novela. Una novela que me estaba llamando para que yo la escribiera. Lo primero que hice fue documentarme bien, y el punto de partida para ello fue un artículo que Tomás Tabares de Nava (siendo director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife) publicó en octubre de 1946 con el título Decapitación de un noble. Eso me llevó a rastrear en el Archivo Histórico Provincial (donde localizamos varios documentos originales relacionados con el caso, como la dote que el padre de Úrsula pagó cuando ella ingresó en el convento) y en distintas bibliotecas en busca de libros que me hablaran sobre cómo era La Laguna del siglo XVII. También consultamos en otros archivos como el Diocesano (buscando las partidas de nacimiento y defunción de los protagonistas), el Histórico Provincial de Las Palmas (intentando localizar las actas originales del juicio contra Jerónimo de Grimón) o el del Ayuntamiento de La Laguna (donde encontramos una denuncia por parte de un vecino de la ciudad rogando que retiraran de la Plaza del Adelantado la pica con la cabeza decapitada de Jerónimo)”.
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