
La amenaza ante una posible emanación de ácido clorhídrico ante el contacto de la lava con el mar devolvió a los alumnos del CEIP El Puerto a sus casas apenas un día después de reencontrarse con sus compañeros.
Niños de tres a 11 años han regresado a las aulas de esta unitaria en el puerto bagañete, la mayoría de ellos hablando de que el volcán pone tristes a sus mayores, a sus abuelos y abuelas, a sus padres y madres, algunos ya sin trabajo. Y lo hablan abiertamente con su maestra, Cristina Barreto. “Este es un pueblo de pescadores y agricultores, que son los sectores más afectados por el volcán. Ellos saben que el volcán está a kilómetros, pero no es menos doloroso, porque ha cambiado también sus vidas”. Uno de los alumnos nos explica que “no sería justo que el volcán llegara al cementerio, allí está enterrada mi abuela y no quiero que eso pase. Todos están muy tristes”. “El volcán es malo”, dice María, que lo asocia con que su abuelo haya caído enfermo. La vuelta a las aulas, donde se han encontrado con cientos de cartas llegadas desde varios puntos del país, es motivo de curiosidad e ilusión. Esta iniciativa, puesta en marcha por el profesor y formador Felipe Brito Luis, ha hecho llegar a los 4.100 alumnos de la comarca oeste de la Isla, la afectada por el volcán, unas 30.000 cartas. Todas tienen un consuelo, un dibujo, unos cromos de fútbol, otras mensajes de esperanza. Medieva y Cristina y su recién estrenada directora, Begoña, creen imprescindible que los niños volvieran a las aulas, que fueran como un oasis de encuentro entre los amigos y los maestros en medio del pueblo donde no se sale a jugar y donde las familias tienen caras largas y preocupación, que, de forma inevitable, llega a los niños. En pueblos como El Paso y Los Llanos, ambos ayuntamientos han organizado excursiones con salidas semanales al norte y este de La Palma, de forma que los más pequeños dejen de oír el ruido del volcán y se acerquen a ese otro universo en el que la erupción es algo ajeno. Los pioneros en estas excursiones estuvieron liderados por la concejala Ángeles Fernández, pedagoga de profesión. Los niños de entre cinco y 14 años llegan hasta Breña Alta y Tijarafe para pasar una jornada lejos del estruendo y la ceniza del volcán, que, además de mantenerles sin colegio durante más de tres semanas, ha convertido a algunos de sus amigos en niños sin colegio, sin barrio y sin casa, que, según los propios padres, siguen dando lecciones de una madurez prematura, acelerada por el drama de la erupción.