
Nueve años después de que le apareciera un “bultito” en su pecho derecho que resultó ser un cáncer de mama “muy agresivo”, Hermi cuenta los días para recibir el alta definitiva en Oncología el próximo año. Su lucha personal, su activismo en las redes sociales, donde cada mensaje suyo se convierte en viral, y sobre todo su implicación para ayudar a las pacientes que sufren esta enfermedad la han convertido en un símbolo, un faro que alumbra cuando el miedo funde las luces del ánimo.
“Ahora me encuentro feliz. Cuando te dicen que en un año, si sigo como hasta ahora, me darán el alta, eso te dibuja una sonrisa de oreja a oreja. Yo nunca digo que hay que ganar la guerra al cáncer, sino que hay que derrotarlo a base de batallas. Yo ya le he ganado unas cuantas y eso me hace sumamente feliz”, manifestó a este periódico Herminia Tacoronte, de 49 años, que lleva en su cabeza – confiesa – a muchas personas conocidas, familiares incluidos, que se han quedado por el camino.
Atrás quedan aquellos días difíciles de quimioterapia en los que las fuerzas físicas y anímicas flaqueaban, cuando su hermano la tenía que coger en peso para llevarla al cuarto de baño o cuando ni se podía rascar la cabeza por los dolores que le causaba. Entonces buscaba la energía que precisaba refugiándose en su familia y, especialmente, en su sobrino Antonio, que con tres años le quitaba el pañuelo de su cabeza para decirle “guapa”. O buscando el encuentro con el mar, en el sur de la Isla, para escuchar las canciones de Rosana mientras se desahogaba escribiendo sus pensamientos en una libreta.
Hace dos años, en una entrevista con este periódico, dejó un titular que se viralizó en las redes sociales y que ha servido de ayuda a muchas personas en todo el mundo: “A los pacientes de cáncer les digo que se cabreen, que griten y lloren, pero nunca dejen de pelear”. El recorte del periódico se llegó a colgar en alguna sala de espera de hospital. Hoy se reafirma en su mensaje vitalista y recomienda no preguntarse nunca ‘¿por qué a mí?’.
“Hace tiempo que cambié el ‘porqué’, que solo sirve para castigarte, por el ‘para qué’. Y la respuesta es: para ayudar a las personas. Nos ha tocado bailar con la más fea y no tenemos respuesta al porqué. Te toca y punto. No hay que darle más vueltas. En mi caso tengo la suerte de seguir en este mundo, sin la respuesta al por qué otros se van mientras yo continúo”. En su mente mantiene muy presente la frase que le escuchó a la oncóloga Ruth Afonso el día de su primera consulta: “En la lucha que empiezas ahora, la medicina es un 50% y tu actitud el otro 50%”.
Hermi se aferró a aquella sentencia y se prometió que no fallaría en la mitad del trabajo que le tocaba afrontar. “A cualquier persona que pase por esto le digo que el cáncer no te puede derrotar porque te quedas en un sillón. Eso no hay que permitirlo. Hay que darse un tiempo, yo misma estuve una semana llorando hasta que dije basta. Acepté lo que tenía y lo empecé a llamar por su nombre”.
Hermi es la coordinadora de las actividades que organiza la Fundación Carrera por la Vida, que preside Brigitte Gypen, otra luchadora incansable que ha logrado doblegar la enfermedad y que se ha convertido en una de las grandes activistas en España contra el cáncer de mama. Esa tarea ha llevado hace unos días a Hermi a La Palma para entregar sujetadores especiales a mujeres a las que les han extirpado el tejido mamario y que lo han perdido todo con la erupción volcánica. De allí se ha traído un equipaje repleto de gratitud y afecto.
“Atendí a seis mujeres que me rompieron por dentro. Unas estaban recién operadas, otras llevaban más tiempo de tratamiento, todas me cogían la mano y me decían: ‘Eres mi ángel, eres mi guía, gracias por estar y no dejarme caminar sola’. Son palabras que te llegan al alma y te impulsan a seguir ayudando a más personas. Me limpiaron mis lágrimas y me dieron ánimos: ‘Hay que seguir’, me insistían”. Pero también le caló muy hondo el mensaje de un joven que barría en la calle las cenizas del volcán. “Gracias por venir a La Palma para regalarle una sonrisa a mi madre”, le dijo. Días después se sigue emocionando al recordarlo.
Hermi es una persona agradecida que siente cómo el cariño que reparte a quien se cruza en su camino le retorna desde múltiples frentes y de todas las formas posibles. “A veces me llaman loca, pero creo que el cáncer me ha enseñado a vivir, cada minuto, cada segundo, el aquí y ahora; yo no hago planes para mañana, vivo el momento y eso es lo que me da la fuerza y la ilusión para seguir adelante”, subraya, aunque reconoce que también tiene “días de bajona en los que lloro por culpa del puñetero cáncer”.
Hoy apura cada sorbo que le brinda la vida, sintiendo el mar en su piel (una de sus grandes pasiones), viendo a sus sobrinos crecer, regalándole todo el cariño a su madre y expresándole cada día a los suyos el amor que siente por ellos. “Nunca debe faltar un te quiero a una persona que realmente amas desde el corazón”, no se cansa de repetir.
Pero tampoco oculta una cierta decepción porque cree que la sociedad, en términos generales, no ha terminado de aprender la lección de la COVID-19. “Pensé que la pandemia nos iba a cambiar a todos. Y nos cambió mientras estuvimos encerrados, pero no ha transformado la forma que tenemos de ver la vida. Seguimos siendo máquinas, mirando solo para adelante, sin darnos cuenta de la cantidad de cosas buenas que hay a los lados. Tenemos que ser más humanos y ser conscientes de que la vida es preciosa. No la malgastemos en tonterías”.