“Esta experiencia como voluntario en el volcán es la más dura que he vivido jamás. No tiene nada que ver con lo que hemos hecho, sino con a quién atendíamos. Personas que no querían salir de sus casas, que se sentaban en la cocina o querían tocar las paredes de su domicilios, mientras se agotaba el tiempo para que se llevaran lo imprescindible. Se quedaban mirando todo y no podían reaccionar”. Es el relato de uno de los cientos de voluntarios que han actuado en esta emergencia volcánica reiterando enseres, acompañando a las familias, otros barriendo calles o tejados de viviendas a las que siguen acudiendo en sus horas libres, en cuadrillas o acompañando a familias a las que antes de la catástrofe, no conocían de nada. La emoción contenida fue la nota predominante en el acto de reconocimiento al voluntariado celebrado en la plaza de España de la capital palmera en sustitución de la tradicional feria del voluntariado, una jornada que cada año llena las calles de vehículos y personal de las organizaciones no gubernamentales dedicadas a frentes tan dispares entre sí como la lucha contra el cáncer, las personas con discapacidad o el apoyo en Protección Civil que, durante esta larga crisis que hoy cumple 75 días, se han volcado en varias frentes de la catástrofe volcánica.
Nuria González, pedagoga de la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental, que ayuda a los escolares desplazados, fue la encargada de leer un manifiesto en el que las organizaciones destacaron que esta “catástrofe natural nos ha afectado a todos y a todas, directa o indirectamente”, no solo a “las personas que han perdido sus viviendas y sus enseres, sus años de trabajo y dedicación para construir un refugio para su familia. Cada palmero y palmera hemos perdido un pedacito de nuestro corazón, porque si algo se ha demostrado es que somos un pueblo unido, que vela por sus vecinos y vecinas, solidario y voluntario”.
Además, destacó la labor de todas las personas voluntarias que se han desplazado a la Isla a ayudar y de “las entidades sociales que siempre están ahí, aplaudimos también a todas las personas que han vaciado su armario para hacer llegar ropa, que han vaciado su despensa para ofrecer un plato sobre la mesa, que han acudido a los pabellones a recibir con los brazos bien abiertos a todas las personas que no tienen nada, nada material, porque un hogar es aquel donde se reúne la familia”. “Este año, más que nunca, palmeros y palmeras sabemos lo que es el voluntariado, ser benéficos, trabajar en equipo y estar unidos. Este año nos hemos convertido en una familia”.