tribuna

¿Mande?

Churchill pasó a la historia como un gran político porque fue capaz de decirle a los ciudadanos que había que sufrir, que tenían que pasar por un periodo de sangre, sudor y lágrimas. Gracias a eso el pueblo se unió, y ganaron la guerra y volvieron a despegar. Podía haber sido al revés. Salir triunfalista ante los micrófonos y decirles que todo sería un paseo militar, que no tendrían que pasar sacrificios, que cambiaría patria por matria y así derrotarían a los alemanes, que en ese momento empezaría lo bueno y que todo se recuperaría si confiaban en él y se quedaban tranquilos en sus casas. Si hubiera dicho esto, la gente se habría pasado el tiempo escondida en los refugios, esperando la salvación que no llegaba mientras los aviones rugían encima de sus cabezas arrojando bombas sobre la ciudad de Londres. También las guerras se ganan sin hacer nada, esperando a que venga el primo de zumosol a sacarte las castañas del fuego, pero en el ínterin la nación arrojará su dignidad a las cloacas y no existirán nunca más los signos capaces de enorgullecerla y la vergüenza arrasará con la posibilidad de una acción positiva. De cualquier forma, Churchill era malo porque era un populista y además de derechas y defendía a un rey tartamudo que es el padre de la reina más vieja del mundo, que ha durado tanto por empeñarse en decir que de aquel desastre se podía salir si se era capaz de contar la verdad. La cigarra canta y toca la guitarra despatarrada mientras la hormiga trabaja. Es una fábula del sur que ahora se ha convertido en un rap protestando por los recortes porque esperamos que el cuerno inagotable de la abundancia, que se llama Europa, vuelva a inundarnos con los millones. Si el asunto fracasa la culpa siempre será del otro. Ya ni siquiera el eco de la propaganda mediática será capaz de mitigar el desencanto. La ola regresa después de haberla surfeado, controlado, sofocado y vencido. Ahora hay que dejar que actúe. Ómicron es una letra alejada en el alfabeto, más que el macho alfa, que ya no está, y que la variante delta, que ya no se la espera. La consigna es laissez faire laissez passer, reconociendo que poco se puede hacer contra ella. Ya parará. Mientras tanto marchemos adelante con júbilo: Parará papá, parará pachín. Al día siguiente de lanzar las campanas al vuelo con el anuncio tan repetido del inicio de la recuperación, el panorama se nubla con una inflación del 6,7 %. No pasa nada, para qué asustar a la gente. Eso son manías del viejo Churchill que no sabía hacer otra cosa que ponerlo todo negro. Aquí nos desayunamos con torrijas y merendamos con pasteles de gloria. Buenos somos los españoles para dejarnos amilanar por una cifra con decimales. Tenemos memoria para olvidarnos de Numancia y de Sagunto, y del 2 de mayo y de Agustina de Aragón. Eso son patrañas inventadas por la derecha. Ahora hay que hablar de resistentes, a pesar de que la resistencia consista en mantener la mentira de forma continuada. No hagan caso de los cantos de sirena. Sigan conformes en sus casas, confinados ante las alarmas de debacle económica. Son cosas de Ayuso. El mundo está invadido por los bulos. Lo importante es no perder la esperanza, seguir pacientemente ante el televisor viendo a Jorge Javier, a Miguel Bosé y a Paz Padilla, que también se ha hecho negacionista. Tengo un primo en Aravaca al que se le ha quedado una cuchara pegada del brazo después de ponerse la vacuna y ahora está bailando la sandunga con reclamaciones al maestro armero. España y yo somos así, señora. A lo lejos se escucha la voz destemplada de un jotero que dice: “Tengo un hermano en el tercio y otro tengo en regulares, y el hermano más pequeño, preso en Alcalá de Henares”. Dicen que los precios han subido un 6,7 %. ¿Mande?

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