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Stavros Meletlidis, volcanólogo en La Palma: “El territorio hay que intentar recuperarlo”

El vulcanólogo del IGN habla de la singularidad de una intervención en una superficie lávica de tanto grosor; la colada del volcán de San Juan donde se actuó tenía solo dos metros

El Instituto Geológico Nacional continuará con la vigilancia volcánica en La Palma, pero no solo eso. La intensificará. La red de vigilancia se implementará con nueva instrumentación, nuevos sensores, algunos de ellos en las faldas del cono volcánico que tiene una altura máxima de 1.131 metros sobre el nivel del mar, y cerca de 200 metros de altura hasta la base.

El cierre de este ciclo para vulcanólogos y sismólogos no terminará con la emergencia, sino que continuará, con lo que el jefe de los geólogos que vigilaba La Palma antes del 19 de septiembre, y que aquella última noche antes de la erupción del volcán dormía en un apartamento sepultado ahora bajo la lava en Todoque, Stavros Meletlidis, prefiere llamar “recuperación más que reconstrucción”.

La elección no es arbitraría. Razona que “el territorio hay que intentar recuperarlo; el volcán va estar aquí miles de años con sus estructuras y formas interesantes, con jameos, tubos, coladas y material piroclástico de hasta dos metros, pero luego hay lugares en los que la gente tiene que recuperar lo suyo”.

Stavros Meletlidis no ha podido mantener, después de tres meses, la distancia que parecía necesaria para evaluar y medir el volcán solo como un evento geológico, pero reconoce que esa recuperación de la que habla puede ser aún prematura, porque “para actuar sobre la lava será necesario hacer un proceso escalonado, que se ha comenzado por parte del Cabildo y del Gobierno de Canarias cerca del núcleo de La Laguna”.

El equilibrio entre la eficacia, las decisiones razonadas en base a datos objetivos y metas plausibles, en combinación con una reconstrucción vital en la que juega un papel fundamental el territorio, es la ecuación más difícil en el día después de la erupción, aún más cuando la emergencia continúa activa. Pero hay otros elementos en esa recuperación si la aspiración es actuar sobre la colada lávica: “No conozco otro ejemplo en el mundo en el que se haya intervenido en una superficie de tanto grosor, porque, en el caso de la colada del volcán de San Juan, la gente esperó unas semanas y puso explosivos, pero era una colada de dos metros de altura en un punto determinado de una carretera. Aquí, si la idea es ocupar una superficie tan amplia, habrá que ver cómo se va a actuar, porque es una acción sin un resultado confirmado, por lo que les pido que confíen en la comunidad científica”.

Además, Meletlidis indicó que “en relación todo el terreno que hay entre el mar y el cono, habrá que ver qué es lo que quiere la gente y las autoridades públicas, pero está claro que habrá que aplicar mucha ingeniería en comunicaciones áreas donde la gente quiere volver a vivir, recuperar servicios esenciales tanto por el norte como por el sur, que está más afectado, mientras que será el IGME (Instituto Geológico y Minero de España) el que se ocupará del patrimonio geológico; ellos serán los que valoren y cataloguen para emitir los informes pertinentes, ver dónde se puede actuar y cómo se puede actuar”.

Ante las dudas o los apremios condicionados por la desesperación, el vulcanólogo explica que “todas las decisiones se toman con un objetivo prioritario: el regreso de los habitantes a sus casas. Se habla mucho sobre los gases, pero hay más peligros que quizás no se tienen en cuenta; muchas de las casas pueden tener problemas estructurales por la sismicidad, por la acumulación de la ceniza, problemas por estar sometidas a temperaturas elevadas durante mucho tiempo. No olvidemos que la colada puede estar a 30 metros de una casa, pero ha estado ahí a más de 1.000 grados varios días, a veces semanas, y aún ahora sigue estando ahí a altas temperaturas”.

Stavros, como la mayoría de sus colegas, tiene claro que “el proceso va a ser mucho más lento de lo esperable”.

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