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Un regreso amargo a la sombra del volcán de La Palma

Los vecinos asumen que volver es imposible sin la retirada de miles de toneladas de ceniza y sin la recuperación de la red municipal de agua, prevista para la próxima semana

Regresar al sur de la colada volcánica después de cuatro meses tiene poco de celebración. El recorrido en coche es silencioso y la llegada triste. Para Roberto, con 70 años y camino vital lleno de iniciativas, enseñanza en las aulas durante mas de 40 años y una vida plena hasta el 19 de septiembre, este regreso es amargo. La entrada a su casa está colapsada por la ceniza y el trabajo que hay por delante es ingente. Su historia es común a cientos de mancheros que ayer estrenaron la ausencia de controles y se enfrentaron a una vuelta a casa donde ahora no pueden vivir.

Apenas unos pocos de los 800 vecinos hicieron algo más que evaluar las condiciones de sus viviendas en entornos semienterrados por las cenizas. “Volver aquí es imposible, vendremos a una situación que es infrahumana, no solo porque no tenemos agua potable, que eso se recuperará, sino porque al menos mi vivienda es siniestro total”, manifestó Isabel, que atraviesa el núcleo manchero de vuelta del que fue su hogar y al que no quiere volver porque no hay fuerzas para empezar. “¿Cómo vamos a volver? Aunque limpiáramos la ceniza, tenemos la montaña detrás, con una cantidad de ceniza que puede arrastrar la lluvia, cerca de los barrancos. No es seguro”, dijo.

Otros vecinos, en cambio, se muestran esperanzados, y, mientras desplazan arena ayudados por palas, miran la llegada de una unidad de efectivos de la Brigada Forestal, a los que interrogan con la mirada para despejar la incógnita de si son ellos los afortunados a los que van a ayudar a recuperar, cuanto antes, sus inmuebles.
Hasta finales del mes de enero no se recuperará el servicio de abasto público de agua, a partir de obras en las que colabora el Cabildo con los ayuntamientos de El Paso y Los Llanos de Aridane. Con esta última luz verde al regreso a las zonas de exclusión tras cuatro meses, y en espacios que han quedado aislados de Los Llanos, El Paso y Tazacorte, ya son 2.500 los vecinos a los que se les presupone una relativa vuelta a la normalidad, mientras 4.500 personas, las de la línea costera del Valle de Aridane, continúan en una espera aún indefinida, especialmente los de La Bombilla, donde los gases tóxicos persisten y donde los roedores y los pájaros muertos evidencian un riesgo para la seguridad.

Tras el caos y el miedo de los últimos meses, justo cuando deberían sentir alivio por la autorización del regreso, solo sienten decepción, porque el panorama invita a pensar en todo lo que deben trabajar, cuántas semanas y cuántos brazos y máquinas harán falta para mirar con los ojos de antes el barrio, liderado en la colina por el volcán.

Santiago y Tomás trabajan codo con codo. Sus piernas se hunden en la ceniza y se liberan a zancadas para volver a recoger. Confían en que si bien el combate ahora parece desigual, “se recuperará todo, hasta la viña”

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