
El obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez, presidió ayer la eucaristía principal de la festividad de Candelaria, que volvió a estar marcada por las restricciones sanitarias a consecuencia de la COVID-19, con solo 300 personas en el interior de la Basílica y otras tantas en la plaza, que al final pudieron ver la imagen de la Patrona de Canarias, al salir esta a la puerta principal, aunque sin procesionar como solía ser habitual antes de que llegara hace dos años la pandemia.
En la homilía del obispo no hubo ninguna mención a la polémica en la que está envuelto, tras afirmar que la homosexualidad puede considerarse un pecado mortal, lo que le ha llevado a ser reprobado por el Cabildo e incluso se le haya abierto por parte de la Fiscalía una investigación por presunto delito de odio. Bernardo Álvarez tuvo un saludo frío con las autoridades políticas, encabezadas por el presidente insular, Pedro Martín, y la alcaldesa de Candelaria, Mari Brito -no asistió, como ya estaba previsto, el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, ni finalmente el presidente del Parlamento, Gustavo Matos-, y algo más cordial con las autoridades militares, cuando terminó la misa y la Virgen regresaba al interior del templo.
A la luz de las lecturas propias del día de la presentación de Jesús en el templo, el obispo destacó en su homilía la idea del “encuentro”. “Esta es la fiesta del encuentro. Dios decide venir al mundo y se va dando a conocer de forma progresiva. Él viene a salvarnos, pero sabemos que la tarea de Jesús en este mundo no fue fácil. Hasta tal punto que, llegado el momento, lo sacrificaron en la cruz”.
Monseñor Álvarez continuó expresando que María es quien nos enseña el camino para llegar a Jesús. “En la mano, María sostiene una candela con la que nos dice ‘este niño que llevo aquí, es la luz del mundo’. Nos lo está mostrando. Por lo tanto, lo más importante es acoger a Cristo en nuestro corazón. Él llama a nuestra puerta del alma para darnos la plenitud de la existencia”.
El obispo continuó haciendo referencia a la simbología de la vela. “Ayer no pudimos hacer la bendición de las candelas y luego acompañar a la Virgen en procesión, como ocurre en Candelaria todos los años. Pero esa vela que portamos todos es Jesucristo. Una vela hecha de cera, para alumbrar, se consume. Él, para iluminarnos, se ha gastado y desgastado hasta el punto de dar la vida por todos. A nosotros nos ocurre lo mismo. No podemos iluminar el mundo si no nos gastamos y nos desgastamos, si no nos sacrificamos y ofrecemos lo que somos y sabemos en favor de los demás”.
En sus palabras, el obispo recordó que el 2 de febrero es el día de Las Candelas, con los pasajes del viejo Simeón, con la presentación del niño Jesús, cuarenta días después de nacer, al Señor, como luz que alumbra el camino. Ese camino que deseó para los enfermos y víctimas de la COVID, para los refugiados, para los migrantes que llegan a Canarias y para que los paisanos palmeros “tengan paciencia para rehacer sus vidas tras el volcán”, animando a todos a “no ser indolentes ante las desgracias de los demás”, pero evitó toda alusión a los homosexuales, aunque durante su homilía sí recordó el pecado y el perdón, terminando su oración con el padre nuestro y con estas palabras: “Libres del pecado y de toda perturbación, podéis ir en Paz”.
La eucaristía, que duró una hora, fue cantada, de manera magistral, por el Orfeón La Paz, de La Laguna, que este año cumple 104 años de vida, y junto al obispo estuvo presente el prior de los Dominicos y rector de la Basílica, José Ramón Enjamio, además de un nutrido grupo de seminaristas.
La festividad de Candelaria volvió ayer a celebrarse, como el año pasado, con las medidas necesarias de seguridad debido a la pandemia. La Basílica de Candelaria vio reducido su aforo al 33% en el acto más importante de la festividad, y casi único, la eucaristía, aparte de otras tres misas durante el día y la ofrenda de toques de tambor que, por la tarde, realizó la Asociación Cultural Tafuriaste. Hoy se celebrará la festividad de San Blas, sin que se lleve acabo la emotiva presentación de los niños nacidos en el último año ante la Patrona.