
María Sánchez de Lamadrid, una joven de 20 años con Síndrome de Down ha afirmado que la gente aún tiene “prejuicios” hacia las personas que nacen con trisomía 21 y a ellos se dirige para decirles que son “normales y corrientes”.
“Sí, tienen prejuicios. Me miran mal, me dicen que soy rara. Yo les diría que soy normal y corriente”, ha subrayado María en una entrevista con Europa Press.
María vive con sus padres y sus dos hermanos. Es alumna de segundo y último curso de Programas Profesionales en Servicios Administrativos del Centro de Educación Especial María Corredentora y en estos momentos está haciendo las prácticas laborales en un Centro Ocupacional.
“Trabajo un montón, pego pegatinas, hago nudos en mochilas. Llevo tres meses y estoy contentísima”, asegura la joven que, en el futuro, desearía ser “abogada, peluquera, empresaria y escritora”.
En su tiempo libre, le gusta “bailar, cantar, hacer coreografías”, “ver películas de Netflix” con su familia o salir a cenar, y con sus amigos y amigas, que tiene “un montón”, le gusta ir “al cine, a discotecas, karaokes y boleras”.
Respecto a las dificultades que se encuentra en su día a día, María explica que le cuesta “subir escaleras” pero, por lo demás, asegura que lo hace “todo sola”, también desplazarse de un lugar a otro “en metro y autobús”.
SÍNDROME DE DOWN Y TALENTO
Para Pablo Pineda es “un gran error desaprovechar el talento de las personas con síndrome de Down”. “Podemos aportar gran valor a las empresas, al ver reforzadas habilidades como la empatía, la expresión de las emociones o el optimismo. Es ahí donde hay que poner el foco y no en la capacidad intelectual, ya que ésta no define ni determina nuestro valor profesional”, subraya Pineda.
Mientras, Down España, que cumple 30 años, ha lanzado la campaña #GraciasPorTanto para rendir un “homenaje” a todos aquellos que, desde “la empatía, respeto y cariño, y sin buscar ningún reconocimiento, ayudan, facilitan y, en definitiva, hacen la vida más bonita a las personas con síndrome de Down”.
La campaña fue grabada en el Barrio de San Carlos de Cádiz, en el que viven las dos protagonistas. Alba, una joven con síndrome de Down, quería darle las gracias a Rosa, la panadera de su barrio, a quien conoce de toda la vida, por recibirla siempre con una sonrisa, por preocuparse por ella y por su familia, y por ayudarla con las compras.